El daño moral venezolano presente y futuro

“Lesión moral es la interrupción en la confianza y las expectativas de un individuo sobre su propia conducta moral o la capacidad de otros de comportarse de una manera justa y ética…. El impacto duradero de esa lesión moral debido a la guerra permanece y no es fácil de resolver. Dr. Coleman Baker

De los cientos de videos sobre muertos en las protestas venezolanas, me llegó uno aterrador. Había oído hablar de personas asesinadas en las manifestaciones caraqueñas y de otras ciudades; eso era información que indigna, pero no le hace un daño profundo a un ‘no sé qué’ del alma; a ese misterio que nos hace humanos y que de pronto desaparece para convertirnos en zombis del mal.

Pero cuando uno ve una furgoneta, de la que un ser anónimo halaba seis cuerpos de los pies, para tirarlos a un piso ensangrentado que pretendían lavar yse escucha una voz caribeña que dice: “Oye, ¿y no que eran diez?”, burlándose del miedo del cómplice al tirar de los cadáveres, como paquetes de carne desnuda, joven; cuando uno ve y siente el horro de cómo los van alineando de manera anónima para conteo; cuerpos, vivos hasta hace poco, que albergaban un alma con la dignidad creada por un ser sabio, poderoso, amoroso, que llora, guarda silencio y muere con ellos en cada uno de nosotros; cuando eso acontece es mejor que nos arrodillemos y pidamos perdón por esos asesinos. Es la única forma de no perder a Dios llevados por el odio natural.

Entonces me acordé de los cadáveres alineados en el Cementerio Central de Bogotá el 9 de abril de 1948 cuando ya mayor vi fotografías de ese día aciago; y supe que allí fueron organizados para que un alma caritativa los reconociera y se llevara el testimonio de la barbarie a su casa, con su dolor sin expresión. El miedo los hacía llorar para adentro. Después vino la furia contra los otros que es fácil de entender. Y los que fueron a la fosa común quedaron sin descanso en su condición de pena. Pero… ¿Cómo nos afecta a los vivientes la rabia nacida de la humillación, impotencia, abuso, violencia, miedo, dolor, angustia, etc. que la civilidad nos obliga a tragarnos? Es difícil de imaginar y sus consecuencias son imprevisibles. La enfermedad mental o física es una de ellas; la venganza es la otra; pero el silencio rabioso y letal no desaparecerá.

Ya que somos seres de empatía y conciencia que reconocemos la angustia en nosotros y los demás, de tal forma que aunque no sintamos su dolor, sí estamos dispuestos a un compromiso emocional; y debido a que nos identificamos con una conciencia individual y colectiva que está dispuesta a ayudar; y porque esa ayuda se conecta con un sentido de justicia moral; por eso buscamos todo lo bueno, hermoso, verdadero, en nosotros mismos, los otros, la creación y la sociedad, para construir la capacidad de amar, tener confianza, sentir gratitud, disfrutar la vida, ser felices sin remordimiento y así experimentar la paz interior. La persona que de esa manera vive tiene un alma humana. Por eso la escena del video que describí me dice que los seres que inhumanamente procedieron no la tienen. Lo mismo diría de aquellos que juegan con la ayuda humanitaria, se burlan, la impiden, y justifican todas las fechorías de un régimen; los que abusan de su poder en las empresas e instituciones generando toda clase de abusos que dañan vidas; los políticos y profesionales de toda ralea que inmisericordes explotan las diversas tragedias que agobian a la humanidad. ¿Rinden inconscientemente un culto al dios de la muerte y la injusticia? Así parece. ¿Qué hacer?

Ante todo tener claridad que quien es humano siente coraje, honor, orgullo, alegría, el valor de sí mismo, cuando obra bien, pues son las emociones morales de dignidad de quien bien sirve a la patria y sus ciudadanos; de ahí quela vergüenza debe manifestarse en quien no siente esas emociones, por lo que la cólera y el ultraje acompañan a los violentados y abusados. No se deje engañar por lo que llaman polarización, buscando acusarlo porque su rabia es legítima. Además, cuando esos seres humanos ofensores saben y admiten que se equivocan gravemente deben surgir, de manera natural, la vergüenza, el remordimiento, arrepentimiento, dolor, y la urgencia de reparar. ¿Qué nos dice entonces el sentido común cuando eso no pasa? Que estamos frente a una bípeda y extraña especie depredadora con apariencia humana que a lo mejor no pertenece a este planeta. Dicen que en algún reino de este mundo gobiernan y les rinden pleitesía.

Le ley define las diferentes situaciones en las que se da el daño moral, trata de resarcir o compensar al afectado y castigar al culpable. Pero hay una dimensión de ese daño que la ley no comprende: la destrucción del alma propia y generacional; de la que la víctima no se da cuenta hasta cuando ya es demasiado tarde. Intentaré describir ese camino al infierno que es celebrado de muchas maneras por una sociedad que se llama ‘libre’ para hacer lo que se le da la gana, sin sentir vergüenza. Por ejemplo, algunos se ufanan diciendo que son libre pensadores porque aprueban el aborto, cuando quitar una vida debería avergonzarlos. Además, como dice el refrán ‘el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.’ Veamos algunas.

1. Digamos que de niños nuestros padres nos enseñan a andar por la senda del bien mediante varios de los caminos diseñados para ese propósito: defensa de la inocencia, cuidados, amor en el hogar, prácticas religiosas, excelente educación, buenas costumbres, principios y valores, sentido del bien y del mal, la disciplina, el trabajo, respeto a los mayores, responsabilidad, etc. Pero por la eterna ingratitud a veces muchos olvidan esos esfuerzos y sacrificios de los padres.

2. Además, para cada uno de los ‘intentos formadores’ anteriores llega un momento de la verdad en el que usted cree decidir si es válido o no, basándose en las conductas que ve y en lo que usted mismo hace. Ejemplo: Si le enseñaron a no decir mentiras, pero usted ve que la gente miente, cuestiona la validez social de ese mandato. Ese es el camino cómodo de negar la verdad; porque usted comprueba que ese mandato tiene una REALIDAD ESTADÍSTICA, no es un ABSOLUTO; se olvida que lo que cuenta es cómo se siente USTED cuando miente a partir de una parte impoluta de su ser, no lo que la gente dice o aprueba, no olvidando que la gente es libre para hacer sus escogencias. Si ha perdido o no ha restaurado el CONTACTO de esa parte en usted mismo que le dice la verdad, está perdido. ¿Ha escuchado usted alguna vez esa tímida vocecita que le dice que lo que usted está haciendo está mal? ¿La obedeció? Si no es así, ha comenzado un proceso de corrupción que la sociedad tolera y se considera ‘normal’ porque la conciencia que diferencia el bien del mal ha sido borrada, no existe; se le ha eliminado con teorías, justificaciones, el autoritarismo, el ateísmo, la violencia, la conveniencia, el miedo, etc. No hay más ‘dios’ que uno mismo.

3. Digamos entonces que a usted le llama la atención la política porque cree haber encontrado, un sentido positivo en el servicio a los demás y eso es correcto. Pero ese campo de servicio también puede ser el sumidero de conductas tóxicas, algunas de las cuales se aprenden de niño, después se justifican y finalmente se asumen como lo normal en la vida y, desde luego, en la política ‘porque el ser humano es imperfecto’; eso quiere decir que en el fondo de sus corazones muchos sienten que tienen y aprueban un ‘derecho’ íntimo a hacer lo que quieren, pero se lo reservan. Veremos así que lo que es una conducta tóxica individual, cuando se le ve o impulsa en grandes grupos es lo que llamamos dictadura, democracia imperfecta y en casos extremos, infierno que, eufemísticamente, llamamos ‘naturaleza humana.’

4. EJEMPLOS: controlar la vida de los demás (es la base ‘humana’ de las dictaduras);experimentar pesimismo (nos autoriza a inducir o entrenar a la población en ese sentimiento como algo normal); exigir perfeccionismo, (es la base de la ‘crítica política’; es lo que convierte una ‘entrevista’ en un interrogatorio en el que el periodista es el juez); descalificar (es la estrategia política de los regímenes);sentir celos o envidia (lo que justifica todas las maromas en contra del opositor); maltratar (el extremo necesario para ser obedecido); terquedad (la base de la persistencia en el mal); negativismo (la enseñanza básica para la formación del ‘enemigo preferido’); victimizarse (la estrategia reina de la manipulación y el cinismo); crueldad (para justificar el ‘respeto’ a la autoridad); la falta de empatía (para justificar a cualquiera como enemigo); necesidad de validación constante de sí mismo y del otro por parte suya (es la base permanente del concepto de lealtad entre criminales y dictadores).

5. ¿Cuál es el truco de esa política? Que en dosis pequeñas, no letales, esas conductas del usurpador son toleradas y se les llama una ‘autoridad benevolente’. ¿Por qué? Porque, a excepción de los santos que son todo amor, cada ser humano lleva en su interior un pequeño dictador. Ese dictadorzuelo es ‘tolerado’ en nuestro interior cuando la conciencia del bien ha sido adormecida paulatinamente mediante un permanente lavado de cerebro cultural.

6. Y como no nos preguntamos cuál es el origen real de todo lo anterior, no podemos asumir una posición de poder verdadero para extirpar ese cáncer. En su libro HONESTIDAD RADICAL el Doctor Brad Blanton nos dice que podemos transformar nuestras vidas diciendo la verdad; es decir, eliminando la mentira. Y lo que dice el psiquiatra lo reveló Moisés en el Génesis 950 años antes de Cristo. Así que si le creemos a la Biblia, los líos de la humanidad comenzaron cuando Satanás engañó a Eva haciéndola dudar de la Palabra e intenciones de Dios, siendo que Él se ha revelado como el Verdadero Ser, la Verdad y el Amor. Es decir, mediante la mentira entró el pecado y la muerte en el mundo.

7. ¿Qué hacer? Cada quien puede hablar, predicar la democracia, evangelizar, ser un hombre de bien en público, etc. ¿Pero lo cree realmente en el fondo de su corazón, en lo inconsciente? La actuación contradictoria de las personas nos dice que no. Ven la paja en el ojo ajeno, pero no ven la viga en el propio. ¿Por qué sucede? Porque quien se llama cristiano y se considera un hijo de Dios, no puede hacer el mal, porque ha sido trasformado mediante un proceso que desconocemos aunque hablemos mucho de entregarnos o descansar en Cristo. ¿Por qué es posible tener acceso a esa trasformación con la ayuda de Dios?

Porque los seres humanos somos criaturas morales. Hacemos preguntas pertinentes a esa realidad y desarrollamos un sistema que da sentido a nuestro lugar en el mundo definiendo el papel de Dios. Pero la vida está llena de estrés, trampas, situaciones inconcebibles llevadas a cabo por quien menos pensamos, y esa realidad se vuelve tan familiar que la mayoría de nosotros ni siquiera puede pensar en su impacto hasta que ciertas situaciones sobrepasan nuestra capacidad de afrontamiento normal. Los modelos médicos entienden esas experiencias como trauma; la ley lo llama daño moral, pero estas perspectivas no cuentan toda la historia.

Y porque somos seres morales, no robots, ni animales, las dictaduras, las guerras generan lesiones íntimas que son una fragmentación duradera de la orientación moral causada por acciones o inacciones que transgreden las expectativas morales o éticas de uno. Eso nos acaba. Sin embargo, terminada esa guerra, conflicto, situación de terrorismo irregular o dictadura ¿quiénes reciben ayuda para la ‘reconstrucción de su alma’? Generalmente los soldados o combatientes para los que hay muchas clases de acompañamiento, cursos, actividades, oportunidades, préstamos, ayudas, beneficios. Pero el daño moral general de la población civil se ignora. Cada quien se apaña como puede. Aumenta entonces la delincuencia común y se habla de ‘seguridad ciudadana’; los suicidios están a la orden del día, pero el gobierno oculta las estadísticas; surgen los avivatos estafadores que fungen de víctimas; la prostitución, el subempleo, la multiplicación del vicio se vuelven normales; la ayuda humanitaria irrumpe con un carácter indefinido entre política de interés y auténtica caridad; la inseguridad del futuro campea con las promesas de nuevos inversionistas, la ‘comunidad internacional’ cuestiona ignorando los avatares de una vida confusa, etc.

¿Conoce la sociedad mundial cómo nos educamos para prevalecer frente a esa inmensa lesión moral? El creyente tiene un asidero. ¿Pero qué pasa con el que no lo es? ¿Qué sucede con la asimilación de la injusticia de los cínicos agresores que se convierten en los nuevos adalides y voceros de la paz? ¿Con el dictador y los secuaces que huyen cargados con el dinero que se robaron? ¿Con la amnistía de los pillos? En ese escenario confuso el galardón político es la recompensa del bandido; pero los otros, los que le pusieron el pecho a las balas, los desaparecidos, ultrajados, las viviendas destruidas, el miedo, las vejaciones, las burlas, amenazas, juicios injustos ¿dónde quedan? En la conciencia de un permanente daño moral no resuelto con el que va creciendo la nueva generación.

Además, la vida del afectado no será fácil, ya que, después de un período de desastres, encontrar un trabajo, rehacer su vida, serán un gran desafío; trabajar y producir serán su filosofía de supervivencia como sea, sin dejar espacio para el idealismo, o el fundar una nueva familia. El individualismo, la ambición, la diversión, la tolerancia hacia lo indebido y el vicio serán la nueva libertad que remplazará los ideales de los padres. Podría ser la generación del cinismo fruto del desencanto, en medio de un irresoluto miedo a la soledad final. Ese es el daño moral generacional que no ven la justicia, ni los estudiosos del tema, en la presente generación y las futuras. Ocurrió en Europa como resultado de las guerras, del comunismo, y es una lección para todo el mundo que se repite en Venezuela y la sociedad internacional ignora el asunto a pesar de lo que está ante sus ojos. Con su visión de largo alcance, lo dijo Uribe sobre Venezuela en entrevista con Claudia Gurisatti. (Ver: Apartes de lo que pensaba decir y no dejaron a Álvaro Uribe Vélez. Subido a YouTube el 18 de junio de 2011)

Porque esas personas vivirán en medio de las inhumanas políticas presentes que agobian a Venezuela, y que al no eliminarlas de raíz con sus consecuencias, seremos responsables del infierno de nuestros hijos y nietos, nuestro deber moral actual está determinado por lo que idealmente debemos hacer las personas racionales bien intencionadas en pro del país, actuando por el respeto a la humanidad de todas las personas, evitando poner en peligro las condiciones de una vida verdaderamente humana. Hay que entender y aceptar que al no alcanzar ese ideal moral, fallaron nuestros antepasados y fallaremos nosotros sin importar quiénes puedan haber sido o puedan ser los beneficiados. Dado que esos son los deberes morales primordiales de la justicia, la democracia o cualquier modelo político de vida decente, nuestro incumplimiento de esos deberes, ahora, infringe los derechos que adquirirán las personas de ese momento futuro. Y porque eso es así, la constitución chavista que se fraguó hace 20 años, que tuvo en cuenta el derrocamiento del dictador al no cumplir la constitución, demuestra que esa obligación moral de supervivencia no es una posición política, sino algo de sentido común, ante un malévolo futuro imprevisto, que ya es el presente venezolano en el 2019.

Por ese motivo, podríamos concluir que debemos persistir en una visión en la que tenemos una responsabilidad moral para los humanos del presente y el futuro y que, a menos que cambiemos nuestras decisiones equivocadas, infringiremos sus derechos morales, como lo está haciendo el dictador de turno con nuestros derechos en el 2019, debiendo distinguir entre quien se comporta humanamente y quien no lo hace, ni se arrepiente.

Ahora bien, si nos atenemos a la concepción de un posible daño moral futuro ¿Podría ocurrir en ese futuro que un hijo demandara a sus padres por irresponsablemente haberlo traído a este mundo? ¿Qué harían los hijos responsables de los dictadores? ¿Y cómo se siente usted, como parte de la humanidad, cuando ve que ese ideal representado en el respeto, amor, justicia, benevolencia, misericordia por los otros es transgredido frente a todos y nada pasa?

Alguien me contó que conoció al piloto norteamericano de un B52 que apretaba el botón para soltar las bombas napalm en Vietnam. La substancia era un combustible gelatinizado que se pegaba al cuerpo de la víctima hasta consumirla. Ese soldado realizaba un acto mecánico; pero enloqueció cuando vio los niños vietnamitas quemados porque desconocía que nuestra conciencia puede ser nuestro peor juez cuando la ignoramos, o queremos engañarla enfrentando así las consecuencias reales de nuestros actos irresponsables. Porque para bien o para mal, Jeremías 31:33, dice: “Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” Y las consecuencias punitivas de esos actos malévolos se presentarán de múltiples formas cuando menos se esperan. A eso algunos lo llaman karma malo producido por nosotros mismos y las leyes inescrutables de la justicia inmanente de un universo justo. Por eso quien la hace la paga, tarde o temprano, en esta vida o la otra.

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