El discurso de Uribe en Ibagué

El pasado viernes 26 de julio  asistí al taller democrático realizado en la capital tolimense. Desde hace un año cuando renuncie al cargo como  integrante de la Junta Directiva Nacional del Polo Democrático he participado en varios actos  que conllevan a la creación del Centro Democrático y he llevado en algunos la vocería como  Secretario General del Movimiento Nueva Democracia Moirista.

Esta vez sucedió algo que conmovió mis entrañas y que puso a prueba todo mi pasado revolucionario, ganado en franca lid en representación  de la clase obrera a la que represento desde antes de fundar en Cali el Frente Sindical Autónomo del Valle. El expresidente Uribe pronunció un discurso que debería llamar a  una reflexión en las mentes de los intelectuales y pensadores de Colombia. No pretendo analizar su contexto total porque no es el propósito inmediato y además porque me ha sido imposible conseguir el texto del mismo; pero espero que los pensadores que allí se encontraban se pongan de acuerdo conmigo en un asunto fundamental que encierra todo el planteamiento  central y que engloba un asunto vital  para el país, la abstracción que realiza sobre lo que debe construirse.

Uribe dijo más o menos: vamos a construir una corriente, una fuerza política democrática con todos los sectores de la sociedad, desde los liberales, conservadores, del partido de la U, independientes e integrantes de la izquierda democrática. Este es un proyecto para que dure “miles y milenios de años”. Descarga absoluta de alto contenido filosófico que coloca la contradicción en la piedra angular de nuestra sociedad. Lo sostengo de manera indubitable. La proyección de dicha frase es la esencia misma de un dirigente que con su poder cognoscitivo no reduce la batalla de hoy a la consecución de muchas curules en el parlamento o  la Presidencia de la República, sino que el ex-presidente proyecta la tarea emprendida a un futuro que no permita el regreso de la nación al presente o el pasado de violencia antidemocrática, producto de nuestras contradicciones internas como en el siglo XIX  o parte del XX como en el fenómeno Gaitán o la posterior violencia  terrorista de grupos que han recibido aliento, financiación y dirección desde el exterior, particularmente de la URSS  o de Cuba.

Un proyecto de semejante alcance no ha sido traído al escenario de nuestro país por ningún dirigente de los partidos Conservador  o Liberal en el  pasado. Se trata de una propuesta revolucionaria en cuanto  conlleva producir un cambio en la superestructura, en el campo de las ideas, en la mente de las masas y que vislumbra  desde  el conocimiento del pasado y el presente del país educar en democracia a las nuevas generaciones. He ahí el punto que engloba la grandeza del discurso de un Uribe que sobrepasa mezquinos intereses.

Si los jóvenes de hoy entienden el llamamiento y  transitan por el sendero señalado por el contexto del discurso de Álvaro Uribe los colombianos resolveremos nuestras discrepancias frente a los diversos tejemanejes del estado por el territorio de la Acrópolis y  no por el de  La Habana terrorista.

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