¿El ejemplo de Israel nos sirve para el proceso con las Farc?

Nuestra indiferencia es nuestro peor mal: mitigamos la indignación hasta convertirla en un olvido que el Gobierno transforma a su favor.

La palabra "paz" es –en cualquier época– el término más traicionado y ultrajado del mundo; y la palabra "guerra", por definirla de alguna forma, es tal vez la más evadida. No obstante –sabiendo que desde el título me saltarán directo a la yugular– los falsos pacifistas de nómina, los mansos senadores cuya envoltura es de "paz y amor" para todas las latitudes del mundo, los adiestrados periodistas de la afónica "paz" e innumerables borregos adoctrinados con la "lúcida ideología" de la manigua, me atrevo a escribir que, hoy en día, es quizás mejor creerle a todo aquel que no se sonroja al hablar de "guerra" y dudar hondamente de quienes vociferan "paz" y la predican como verdad absoluta de alguna insustancial "revolución" para hacernos creer que viviremos en ese anhelado "paraíso de "infinitas riquezas" que todos tenemos escrito en la mano sin necesidad de trabajar, pero que desafortunadamente no sabemos cómo carajos hacer para que se cumpla. ¡Solo ellos lo saben, solo ellos y nadie más posee tan magno secreto!

Este proceso de paz –creo– ya transita por las eternas experiencias vividas de anteriores intentos: secuestros, atentados, asesinatos y –sobre todo– la desmesurada arrogancia de las Farc para aceptar culpas o exponer verdaderas soluciones, mientras que el país sufre sus acciones terroristas llenas de atrocidades y –pese a todo, no sé si por el martillar de la publicidad– los procesos terminan siendo acogidos, pero con inmensa duda por las ya consabidas falsedades de la guerrilla. Nuestra indiferencia es también nuestro peor mal: mitigamos la indignación hasta convertirla en un olvido que el Gobierno transforma a su favor en una arenga política denominada "atmósfera de paz" o "clamor nacional"; por otra parte, le siguen el juego los ya nombrados "pacifistas" de cualquier pelambre que, por conveniencia o vileza, se hacen los prudentes, fingen no ver ni repetir los comentarios sobre el terrorismo que todos ven y, de la mano de estas indiferencias históricas, la insustancial indignación que hoy en día no va más allá de ser una tendencia en las redes sociales, más la "prudencia" gubernamental, hemos visto cómo han entrado y desfilado por el mundo el nazismo, el fascismo, el bolchevismo y hoy por hoy el chavismo, que les ha permitido reposarse a las Farc en las meapilas tierras al otro lado del Orinoco.

Considero vital hacer un paréntesis sobre Yasser Arafat, aquel "inocuo" líder elegido presidente de la OLP en 1967, de quien se habló y se habla hasta el tedio. Más que por sus acciones o aciertos, Arafat siempre se distinguió más por su ‘kufiyya’, atuendo que lo caracterizó como el guerrillero más famoso de Oriente Próximo; luego, haciendo más caso a su ciega egolatría que a una verdadera causa, Arafat proclamó el Estado de Palestina, cuyo líder, obviamente, era él mismo. Pero sus constantes derrotas y desaciertos militares lo hicieron cambiar de opinión. Entre esos "desaciertos" hubo uno que –tal vez– muchos no recuerdan o callan por beneficio propio. En 1990, Sadam Husein invadió a Kuwait y esto representó un excesivo peligro para Israel, e incluso muchos países árabes que siempre fueron hostiles contra occidente terminaron por aliarse a Estados Unidos para luchar contra la invasión de Irak; sin embargo, Arafat, pescador de río revuelto, decidió apoyar a Sadam Husein, un acto que Israel interpretó como traición cuando el líder palestino ya había aceptado públicamente la Resolución 242, en 1988. Aun así, Israel pasó la página y siguió en busca de otras negociaciones…

Israel tampoco es el santo del mapa, pero es un Estado cuyas políticas son categóricas en el momento de defender a su población y nunca ha dudado para levantarse de la mesa si las condiciones no han sido respetadas, ya fuera por la antigua OLP o, actualmente, por el grupo terrorista Hamás. Es también la primera vez que tiene de su lado a Amos Oz, quien ha criticado muchas de las decisiones de su país y siempre ha pedido el levantamiento del bloqueo en la Franja de Gaza, sin embargo, el autor de ‘Mi querido Mijael’ (excelente novela) afirmó: "Cuantas más víctimas israelíes haya, tanto mejor para Hamás; cuantos más civiles palestinos mueran, tanto mejor para Hamás". La carta fundacional de Hamás llama a la aniquilación total de Israel, la muerte de todos los judíos, y sus cohetes nunca son dirigidos contra objetivos militares, los dirigen contra centros urbanos en suelo israelí. El diálogo con dicha ideología es casi imposible… ¡Israel se defiende!

En Colombia, el recital de las Farc en cualquier proceso es muy similar al de Hamás; no obstante, a diferencia de Israel, en Colombia el Gobierno les ladra, pero no los muerde, mientras ellos disfrutan ampliamente del Caribe. Por su parte, la población civil pide el cese de tanta arbitrariedad, asesinatos, secuestros, atentados, infamias y burlas de estos personajes ante las víctimas, que para ellos –bajo su eterna miopía– ¡no son víctimas!

¿Será que el presidente Santos –al igual que Israel con Hamás– se levantará de la mesa antes de que llegue a ser demasiado tarde para mostrarnos la misma vehemencia con la cual los persiguió cuando era Ministro de Defensa?

P. S.: "Un público pasivo acaba con el drama". ‘Mi querido Mijael’, Amos Oz.

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