El ejemplo del Reino Unido

El ejemplo dado ayer por la Cámara de los Comunes en el Reino Unido sobre lo que significa el respeto a la voluntad popular permite, sin duda, hacer un parangón frente a lo sucedido en Colombia con el plebiscito del pasado 2 de octubre. Como se sabe, allá, en junio del año pasado, se votó un referendo que produjo un resultado mayoritario, con una diferencia de cuatro puntos, para que ese país se saliera de la Unión Europea, lo que fue conocido como el Brexit. El resultado fue sorpresivo y doloroso para algunos por cuanto comporta un viraje radical en el modelo económico británico y pone en serios aprietos al bloque comunitario debido a la partida de uno de sus más eminentes y poderosos integrantes.

En Colombia, a su vez, pese a todos los pronósticos, las encuestas y muchos medios de comunicación, el pueblo votó en contra del acuerdo de paz suscrito, en noviembre, entre el gobierno Santos y las Farc en Cartagena. Pese a que se prometió hacer respetar ese resultado se dieron, posteriormente, dos o tres retoques. Y así el denegado pacto fue llevado al Congreso de la República, para una supuesta y sustitutiva refrendación indirecta, contradiciendo la voluntad popular, bajo la aplanadora oficialista.

En el Reino Unido, la Corte Suprema de Justicia pidió que el Parlamento diera una autorización formal para objetar o dar curso al trámite del Brexit. Eso fue aprovechado por algunos para decir que los parlamentarios torcerían la voluntad popular. No fue así. Por el contrario, a diferencia de lo ocurrido en Colombia, los dignatarios del Legislativo se alinderaron con el resultado del referendo y aun los que habían hecho campaña oponiéndose a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, votaron ayer a favor de ello. Y lo hicieron única y exclusivamente porque así lo había decidido el pueblo, cuya voz no podía ser desconocida.

No solo, pues, el Partido Conservador, mayoritario en el Reino Unido, aunque dividido por mitades en la votación del Brexit, ayer sufragó en bloque, sino que igualmente la gran mayoría del partido de oposición (socialismo laborista) hizo lo propio. La votación fue contundente: 498 votos contra 114. Aún restan tres debates más pero se da por descontado que se mantendrá la misma proporcionalidad en la segunda instancia en la Cámara de los Comunes y las dos restantes en la de los Lores.

De este modo, ni las cacareadas teorías de la posverdad ni las peregrinas acusaciones de que la campaña se hizo supuestamente en torno a las mentiras, que copaban las planas de algunos de los diarios y los programas de opinión británicos, pudieron imponerse a la conducta seria y transparente de la Cámara de los Comunes que ratificó la voluntad popular, sin hacerle un solo esguince.

En Colombia, por el contrario, aunque algunos dan por superado el tema del plebiscito con todas las componendas e ilicitudes posteriores, la verdad es que el desconocimiento de la voluntad popular sigue pesando como una mácula en la democracia nacional. Tanto el Congreso como la Corte Constitucional y el Consejo de Estado en fallos tan polémicos como casi delirantes, permitieron, hiriendo el cauce institucional, que se llevara a cabo una maniobra nefanda.

Una maniobra que, de paso, significó el mayor revés para la legitimidad y credibilidad de los mecanismos de participación popular instituidos por la Carta del 91, enviando el equivocado y desinstitucionalizador mensaje de que el pronunciamiento del constituyente primario en las urnas puede ser desestimado por las cúpulas de los tres poderes. Es así como se violó el principio democrático fundacional, según el cual “la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece”.

Como lo hemos reiterado en estas páginas, al esquivarse el dictamen popular del 2 de octubre se instituyó en el país la nociva premisa de que pesa más la democracia representativa e indirecta, que la directa y participativa.

El Gobierno, sus mayorías parlamentarias afines y las altas Cortes judiciales colombianas bien podrían tomar ejemplo de lo que ocurrió en Inglaterra con el resultado del referendo sobre la salida en la Unión Europea. Lo que dictaron las urnas no sólo produjo un consecuente relevo político, sino que su trámite institucional está cumpliendo la voluntad popular, como es propio de las democracias maduras y sólidas.

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