EL FALSO TEMOR A LA POLARIZACIÓN

“Polarizar: Concentrar la atención o el ánimo en algo. Orientar en dos direcciones contrapuestas”.

Particularmente en elecciones son frecuentes las quejas, casi lamentos, sobre la “polarización” del país, como si fuese un fenómeno absolutamente indeseable y peligroso.

Las generaciones que crecimos sin saberlo, porque estábamos ocupados jugando con arena y armando cosas con fichas de “estralandia”, en un país que había decidido tener un período de forzada neutralidad conocido como “Frente Nacional”, fuimos los beneficiarios de ese experimento que ofreció condiciones para que la economía colombiana creciera y, sobre todo, leS puso hielo a los ánimos exaltados que la violencia partidista había azuzado.

Pero como no existe remedio sin efectos secundarios adversos, también somos víctimas de peligrosas secuelas de este acuerdo temporal de reparto político, que acostumbró a los ciudadanos a una modorra intelectual en donde las preferencias políticas y la lucha por las ideas fue anestesiada por el remedio pacificador, fruto del miedo y de la incapacidad para lidiar con la incultura política de los colombianos.

Las generaciones crecidas en el Frente Nacional nadaron por años en un letargo mental y en una política insípida y homogénea, lejos de las ideas pero preocupada por las cuotas burocráticas, que los llevó a pensar que defender las ideas y los principios con energía era sinónimo de extremismo, que no negociar la ley ni rendirse ante los delincuentes era ser fanatismo, que tomar partido era un síntoma de fundamentalismo, y que era lo mismo ser de un partido o de otro.

Por ello ha hecho carrera condenar a quien se exprese con intensidad y llame las cosas por su nombre, sin que eso justifique los insultos y la agresión física, o se manifieste en firme oposición a otra idea; a considerar civilizado al que confunde la prudencia con la tibieza y al que cree que la política es un marisma de consenso infinito, desconociendo por ignorancia o complicidad, que solo en teorías políticas fracasadas como el comunismo, no hay discusión política.

Nadie está pensando reavivar las violencias políticas de otros tiempos, pero el temor a que estos fantasmas aparezcan no justifica que la discusión intensa sea condenada. La única forma en que los fantasmas no sean una amenaza es cuando todos estemos muertos, y eso es lo que al parecer pretenden los que disfrazados en la prudencia parecen querer imponerle a quienes con firmeza pero sin armas, defienden las ideas. Más deplorable aún es que estos adueñados de la neutralidad, si es que eso existe, condenan ahora a quienes defiendan sus ideas con otras ideas, pero quieren volver en actores políticos a quienes fracasados en la lucha ideológica se convirtieron en delincuentes y se alzaron en armas para matar a quienes no estaban de acuerdo con ellos.

La esgrima ideológica, como decía Álvaro Gómez, en la que las ideas no tienen punta capaz de sacar sangre, logra que ellas se prueben en el ring la discusión intensa, demuestra cuáles de ellas son ineptas y cuáles son efectivas pero deben seguir perfeccionándose. El punto medio no siempre es algo bueno, algunas veces es la falsa solución de la mediocridad y la cobardía.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar