EL FIN DE LA DEMOCRACIA

Las responsabilidades históricas provocan heridas que nunca se borran. Es el caso de Venezuela. Cuando los comunistas toman el poder no establecen gobiernos democráticos. Si lo alcanzan por las vías electorales tradicionales, su empeño mayor es destruir las instituciones que puedan hacer reversible el proceso. Arrinconan a la oposición, toman progresivamente el control de los medios de comunicación, desacreditan a las Iglesias y en particular a la Católica y, mediante un proceso progresivo, toman el control de las fuerzas armadas para ponerlas al servicio de sus propósitos. Incluso, llegan a formar múltiples brigadas de diverso origen, que llegan a convertirse en una fuerza armada paralela que convive con los regulares.

Lo cierto es que para el día de hoy no hay en Venezuela ninguna garantía de convivencia democrática. Se acaba la educación libre, el valor de la familia como núcleo primario de la estructura societaria y mueren las organizaciones sindicales, empresariales y sociales en general. De las cosas más graves en los últimos meses de protesta y resistencia frente a la dictadura, es la represión con decenas de muertos, miles de detenidos, centenares de torturados y un creciente éxodo hacia el exterior de quienes no ven presente ni futuro en el territorio patrio. Finaliza el respeto a la vida como muro de contención al odio político. Quienes permanecen en la lucha empiezan a organizarse para una lucha de naturaleza distinta a las confrontaciones electorales vividas hasta ahora. Esto es muy grave, porque cuando las balas dan en el blanco preciso, comienza la guerra.

El castrochavismo comunista destruye la democracia desde la “legalidad”. Despreció todos los peligros, pero ahora empieza a ser prisionero de los que se fueron construyendo a su alrededor. Nadie sabe como salir de la crisis a corto plazo. Los cauces normales están agotados y todas las gestiones políticas han fracasado. El hecho cierto es que nadie es indiferente a cuanto sucede. Se está beligerantemente en uno u otro bando. Se intenta alternativas políticas que terminan fracasando, sin pensar que podemos llegar a enfrentamientos entre masas inorgánicas y estructuras armadas que pueden conducir a masacres terribles.

Lo cierto es que el señor Maduro, ilegítimo Presidente, no es confiable para los oficiales decentes de las fuerzas armadas. Entre civiles y entre militares también, el miedo y la desconfianza se apoderan de las miradas, de las conversaciones y hasta de las lealtades familiares. El drama es auténtico porque la tregua no existe cuando se está al borde del abismo. Todos vemos venir una tormenta peligrosa en la cual cada quien habrá de asumir la responsabilidad que le corresponde. Se siente que algo terrible está por venir. Lo que no sabemos en como, cuando y quienes serán los protagonistas. Es un ambiente de tragedia y fatalismo. La lucha que empieza nos puede costar la libertad y hasta la vida. Es lo único que nos queda para defender principios y valores.

oalvarezpaz@gmail.com Viernes, 4 de julio de 2014

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