El fracaso madurista

La canciller María Ángela Holguín podrá haberse equivocado en algunas ocasiones, pero en modo alguno merece la moción de censura patrocinada por el oficialismo conservador. Esto es así, tanto porque sería de la mayor estolidez entregar su cabeza en bandeja a Nicolás Maduro, como porque no se cumplen, de ninguna manera, los requisitos constitucionales para despojarla de su cargo.

En caso tal, por lo demás, la moción de censura debería adelantarse en general contra la política internacional del presidente Juan Manuel Santos. De manera que no puede ser ella el chivo expiatorio de unas circunstancias que provienen de cumbres más altas. Entre otras cosas, porque el propio Jefe de Estado, una vez posesionado, anunció que su tarea fundamental sería la de volver a equilibrar las relaciones con los vecinos, en particular con Venezuela y Ecuador.

Tampoco puede decirse, por el momento, que se pueda producir una moción de aplauso. Desde el primer día de la crisis fronteriza, hace tres semanas, aquí advertimos que el tema era de una gravedad sin par porque al defenestrar a los colombianos, no sólo estaban de por medio la violación de los derechos humanos y la tropelía contra las familias, sino la dignidad colombiana. Y pedimos una respuesta fuerte, contundente.

Fue lamentable, desde luego, la derrota de Colombia en la OEA. Fruto más, por supuesto, de un mal cálculo político y de una contemporización mal entendida, pero igualmente dijimos que se trató de un error reglamentario al someter los intereses colombianos a una votación innecesaria. No obstante, aclaramos que Colombia, a diferencia de lo que la mayoría dijo, incluida la Canciller, no estaba sola. Y que, por el contrario, de lo que se trataba era de generar un ambiente favorable a los intereses del país, visto que las principales democracias americanas han estado todo el tiempo con la nación colombiana.

Vino luego la estruendosa foto del presidente Maduro con Ban Ki-moon, en su gira por Asia, adelantándose a las denuncias colombianas. Y de allí para acá no ha hecho más que apretar las clavijas, inclusive insultando al Jefe de Estado colombiano.

Un primer triunfo, sin embargo, ha tenido Colombia en desestimar a la Unasur. Un embeleco lulo-chavista, cuyo Secretario General demostró cuán lejano está de los intereses colombianos. Desde el principio de la crisis solicitamos incluso salirnos de esa corporación irrelevante. Y desde luego ha sido un acierto gubernamental, y de la Canciller, aislar a esa organización, porque, antes que solución, es parte de los problemas latinoamericanos por su toxicidad ideológica y la gritería tradicional. De hecho, continúa siendo un grave interrogante cómo Venezuela puede ser garante del proceso de paz colombiano, cuando no solo es partícipe de la hostilidad, sino que su mandatario ni siquiera le pasa al teléfono al Presidente colombiano.

El Gobierno, transcurrido el tiempo, se dio cuenta de la dimensión del problema, que no sólo era humanitario, sino fruto de un acto hostil, declarado  claramente tanto contra los colombianos como contra la República de Colombia. Y más allá de ello, contra la propia democracia, la libertad de prensa y los derechos humanos.
Afinado su discurso, el presidente Santos acierta, como lo dijo ayer, al poner en evidencia el gigantesco fracaso de la llamada revolución venezolana. Y a propósito no decimos “bolivariana” porque eso es demeritar al Libertador al tamaño de los homúnculos que han querido hacer de él una caricatura viviente. Sea lo que sea, como él mismo lo dijo en su oportunidad, lo utilizarían de mampara para todos los bienes y todos los males. No tiene, por descontado, calificativo alguno haber esquilmado al pueblo venezolano, un país de semejante riqueza, dizque a nombre de Simón Bolívar.

Hemos dicho, igualmente, que la unidad nacional, establecida en la Constitución, no quiere decir unanimismo político. Por fortuna en Colombia se puede hablar sin que a los medios les caigan los esbirros de Maduro, como ocurre en Venezuela. Y se puede también proponer mociones de censura en el Congreso, como lo ha hecho el oficialismo azul. Curiosamente ello se hizo en la Cámara, seguramente para llamar la atención sobre la estrecha relación que tiene el gobierno Santos con la mayoría de los senadores conservadores. Pero no es esta la forma, claro está, para tratar de tener interlocución con el Gobierno. Por el contrario, si de esto se trata, estamos una y mil veces con la Canciller, ojalá bajo el expediente de que esto cambió y de que Maduro no es “nuevo mejor amigo”, sino la pantomima del fracaso. Siendo así, es mejor verlo derrumbarse solito, en vez de patrocinarle sus dislates. Todas las garantías en Colombia, no solamente para los nacionales, sino para los venezolanos. Aquí los seguiremos recibiendo con los brazos abiertos.

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