El galimatías de la paz

¿Cuándo publicarán el Acuerdo de Justicia?
Proceso parece cada vez más árbol de navidad

CADA día es menos lo que se sabe sobre el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc porque las discrepancias entre las partes crecen a tutiplén. Todo se debe, por supuesto, a las diferencias existentes en torno del Acuerdo de Justicia que se anunció con bombos y platillos y se devolvió como un bumerán.

Así fue, ciertamente, porque en lugar de publicar los 75 puntos del convenio se emitió un resumen que terminó confundiéndolo todo. El Gobierno o no leyó lo firmado o entendió algo completamente diferente a las Farc, de modo que los temas clave siguen en entredicho. No se sabe, a fin de cuentas, si habrá confinamiento, control y vigilancia mientras los máximos responsables de delitos de lesa humanidad cumplen las sentencias de la justicia transicional, como efectivamente lo entiende y lo ha dicho el Presidente, o si, como dicen las Farc, el cumplimiento de la restauración es suficiente como sanción.

Tampoco se sabe si las partes concuerdan en los mecanismos de nombramiento del Tribunal de Justicia y si al haberle dado una connotación internacional termina saliéndose de toda órbita constitucional. En el mismo sentido, existen contradicciones al interior de la Mesa sobre si se mantiene el fuero, en los términos legales actuales, o si, como ha sostenido la organización guerrillera, con base en el Estatuto de Roma, ello queda derogado por cuenta de lo que se acuerde en La Habana.

A partir de semejantes discrepancias, en las que ya llevan dos meses sin ponerse de acuerdo, pareciera obvio que la Mesa ha entrado en crisis o, por lo menos, así se ha visto en la desaceleración de sus avances. Una y otra vez hemos insistido desde aquí, que lo importante es publicar el Acuerdo de Justicia y luego proceder a los demás elementos del proceso.

Ha ocurrido, sin embargo, exactamente lo contrario. El proceso se viene llenando de todo tipo de prevenciones unilaterales, sin que ello comporte acuerdo en la Mesa, distrayendo a la opinión pública con globos semanales. Bajo esa óptica, se trae a cuento el cese el fuego bilateral, las polémicas facultades extraordinarias al Jefe de Estado, la emasculación del Congreso para tramitar la paz, el otorgamiento de curules a las Farc, la refrendación popular convertida en una caricatura de plebiscito y un sinfín de proposiciones que parecieran volver el proceso un arbolito de navidad.

Y ahora, claro está, surge la discrepancia mayor en cuanto a la fecha en que supuestamente debería firmarse el Acuerdo Final. En principio, bajo la efervescencia y calor que significó el apretón de manos entre el presidente Juan Manuel Santos y el jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, se creyó estipulada esa fecha para el 23 de marzo de 2016, pero como se reabrió la discusión del Acuerdo de Justicia, que se suponía el parto de los montes que dejaría el camino despejado para todo lo demás, ya no se sabe a qué día atenerse y por el contrario se ha convertido en una fecha fatal.

De tal modo, mientras avanza la caricatura de plebiscito en el Congreso, santificando la cultura del atajo y sacrificando el estado de derecho, las partes se trenzan en una discusión pública sobre la fecha del Acuerdo Final que mina el proceso.

Lo que parece claro es que las cosas se han retrotraído a antes del estrechón de manos entre Santos y Timochenko, de manera que se ha avanzado en una bicicleta estática. Es el galimatías del proceso.

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