El glorioso desembarco

Hoy hace 70 años, en las playas inmensas de Normandía, las tropas aliadas desembarcaron para liberar a Francia y al continente europeo del terror nazi, en medio de un diluvio de fuego.

Para conmemorar ese trascendental hecho de guerra y rendir un homenaje a los cientos de miles de jóvenes héroes que llegaron a esas playas, perdiendo muchos de ellos la vida allí mismo durante el primer día de los feroces combates, se celebra hoy una ceremonia internacional en la localidad de Ouistreham.

François Hollande presidirá la ceremonia a la cual asistirán otros jefes de Estado, representantes de los países Aliados, como Barack Obama, la reina Isabel II y Stephen Harper, primer ministro de Canadá, David Cameron, Ángela Merkel, entre otros mandatarios. Es la primera vez que un representante de Rusia, Vladimir Putin, es invitado a las ceremonias de Normandía, a pesar de las críticas que genera esa iniciativa por el papel de Moscú en la actual crisis en Ucrania. Aunque la URSS hizo parte de los Aliados, no hubo tropas rusas en ese desembarco.

Decenas de veteranos norteamericanos, ingleses, franceses, escoceses, canadienses, australianos, que participaron en esa memorable batalla, llegaron a Normandía para participar en las festividades. La prensa, la radio y la televisión están cubriendo este aniversario y esas visitas desde hace varias semanas.

Muchos de los veteranos fueron invitados a colegios y liceos para hablar ante cientos de estudiantes. Algunos están alojados en hogares y residencias privadas. Ayer hubo espectáculos de paracaidistas, durante el día, y fuegos artificiales durante la noche, a lo largo de 80 kilómetros de la playa. Un veterano escocés, Jack Hutton, de 89 años, quien se lanzó sobre Normandía hace 70 años, desde un avión Dakota, saltó esta vez en tándem con un paracaidista francés mucho más joven que él. Ya en tierra fue felicitado por el Príncipe Carlos.

Decenas de libros, revistas y folletos han sido publicados para rememorar Overlord, la operación anfibia más grande de todos los tiempos. Los canales de televisión entrevistan historiadores americanos, ingleses y franceses sobre el tema. Actos religiosos y visitas a los cementerios militares de la región han sido programados. Varias exposiciones de fotografía y de objetos militares y civiles de esa guerra fueron inauguradas.

Lo más impresionante de todo este acontecimiento es la forma tan respetuosa, admirativa y cariñosa como la gente de Normandía, y de Francia en general, tanto joven como vieja, así como las autoridades y la prensa audiovisual, han acogido a esos veteranos, aviadores, soldados, paracaidistas y marinos, casi todos ahora octogenarios y nonagenarios, que lucharon en esas playas y sobrevivieron al terrible choque.

“La libertad no es gratuita. Cada uno debe pagar el precio. Había que parar a Hitler al precio que fuera”, declaró en estos días, ante un joven auditorio, uno de los veteranos norteamericanos. En otra ceremonia, una joven francesa se dirigió en inglés a los veteranos que habían venido a su colegio y, al terminar su discurso, les dijo: “No los olvidaremos nunca”.

También han llegado a las festividades algunos veteranos alemanes, soldados que combatieron en Normandía, en el bando enemigo. Todos han sido bien recibidos y los veteranos aliados confraternizan con ellos. La diferencia es que los veteranos aliados portan con orgullo sus viejos uniformes y medallas, y los alemanes van vestidos de civil.

La dimensión colosal del desembarco aliado es explicada por historiadores y periodistas. En ese sólo día, cerca de 180 000 soldados cruzaron el Canal de la Mancha en decenas de aviones y planeadores y en 2.700 barcos partidos de Portsmouth, para precipitarse contra los cañones, nidos de ametralladoras, minas terrestres y bunkers alemanes en cemento armado que dominaban esas costas y sus acantilados.

En las semanas que siguieron al desembarco las bajas militares de los dos campos fueron considerables, pero las de los civiles, sobre todo de Caen y Saint-Lô, serán enormes. Los bombardeos aliados contra las ciudades ocupadas, donde los alemanes estaban bien atrincherados, dejaron muchos muertos. Demasiados. La ciudad de Falaise, otro epicentro de la batalla de Normandía, quedó destruida en un 80% tras la ofensiva de la infantería canadiense, el 16 de agosto de 1944. Sólo en la ciudad mártir de Caen, la mayor de esa región, y destruida casi por completo por los combates, 20 000 civiles perecieron entre el 6 de junio y el 22 de agosto de 1944.

Todo indica que l2 000 toneladas de bombas fueron lanzadas sobre la maquinaria bélica hitleriana, para conquistar apenas 12 kilómetros de territorio, en las primeras jornadas. Pues la resistencia alemana, tomada por sorpresa, fue encarnizada. Esta disponía de blindados bajo órdenes del talentoso general Rommel, cañones de diversos calibres y ametralladoras que podían disparar tres mil balas por minuto. Esas ametralladoras mataron a cerca de mil soldados aliados en las primeras horas del desembarco y únicamente en el sector de playa Omaha.

Sin embargo, la bravura de los aliados, su superioridad en número desde que el primer puerto artificial fue consolidado, y sus excelentes blindados, terminaron por imponerse. En pocos días lograron darle un tremendo empujón al dispositivo alemán. Miles de soldados de Hitler se rindieron (en los primeras horas del desembarco los aliados no tomaron prisioneros alemanes, los fusilaban en el acto, para vengar la carnicería hecha por éstos en Omaha). En pocas semanas, las bajas alemanas doblaron las de los aliados. Pero solo hasta el 30 de julio los aliados pudieron completar la liberación de la destruida Caen.

Mientras Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Europa en general rememoran y saludan esa epopeya y rinden un gran homenaje a los héroes que dieron sus vidas para liberar al mundo del yugo nazi, en Colombia esa noticia pasa casi desapercibida.

Sin embargo, los colombianos deberían conocer y retener en sus memorias estos hechos y entender la importancia de este 70 aniversario, dado el carácter universal del trabajo en defensa de la libertad que realizaron las tropas norteamericanas y aliadas desde ese desembarco hasta la rendición total y sin condiciones de todas las fuerzas alemanas el 7 de mayo de 1945, en la ciudad francesa de Reims (al día siguiente, fue firmado en Berlín un documento idéntico de rendición de los alemanes ante los jefes del ejército soviético). Esa capitulación fue el comienzo del restablecimiento de la libertad, de la democracia y de la prosperidad en Europa occidental. Desgraciadamente para el pueblo soviético y para los pueblos de Europa del Este, la derrota de la Alemania hitleriana no aportó la libertad sino de consolidó, por el contrario, por 46 años más, una de las dictaduras totalitarias más inhumanas que haya conocido la humanidad.

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