El grito de la presión

“Abajo la guerra. Viva la Paz inmediata. La Tierra a los campesinos” ese era el grito que acompañaba a los anarco comunistas en la Revolución Rusa de 1917. Una vez adentrado el éxito revolucionario en 1919 fueron esos mismos anarquistas, avergonzados de haber colocado en el poder a la dictadura del “proletariado”, los que manifestaron que: “rápidamente ese partido (comunista) y ese poder del Estado -como todo partido y todo poder del Estado- solo funcionaban para sí mismos y se revelaban absolutamente impotentes para realizar los grandes objetivos de la revolución social”

Es que tal y como lo anuncia el comercial publicitario, “las mejores cosas de la vida toman tiempo” y tal y como lo reconoce la historia, las embestidas socialistas son un completo fracaso. De eso se trata el dilema de la actualidad nacional; de tomarse el tiempo justo pero necesario para construir un acuerdo incluyente, ecuánime, equilibrado, maduro, realista y con verdadera vocación de trascendencia.

A juicio del implacable juez soberano, el otrora acuerdo entre las Farc y el Gobierno nacional no cumplía con esos mínimos pero esenciales estándares, por eso fueron desaprobados. No se trata ahora de hacerlos revivir mediante cualquier fórmula política o artimaña jurídica; no se trata de imponerlos con precarias y deslegitimadas mayorías parlamentarias o, validarlos directamente so pretexto de incorporar epidérmicas modificaciones.

El pueblo sentenció la muerte de los acuerdos. ¡Punto! Empero, lo conveniente ahora es construir sobre ellos en aras a alcanzar un acuerdo distinto, en tanto que incluyente, equilibrado y justo.

Y si de apuntar hacia la estabilidad de los mismos y de acabar con esta “guerra irregular” se trata, resulta imperioso empezar y terminar las negociaciones con todos los grupos armados organizados que como el ELN, no hemos podido derrotar.

Recuérdese que en este tipo de confrontaciones los terroristas ganan cuando no pierden y el Estado Nacional pierde cuando no gana, de manera que ya que estamos tan adentrados en la cultura del diálogo no existe razón ninguna para aplazar el inicio de las conversaciones con estos criminales a pesar de que no entreguen a los secuestrados que tienen en su poder.

Las mismas exigencias que se le impusieron a las Farc se les deben imponer a todos los demás grupos armados organizados con los que debamos negociar “La Paz”: ni una más ni una menos.

No hace sentido que hablemos de paz cuando continúan en armas el Clan del Golfo, (dos veces más numeroso y poderoso que los del ELN); los del ELN (histórica fuerza de muerte y destrucción no vencida en el campo de batalla y mucho menos en el terreno político), y todos los demás a quienes no hemos querido imponerles el Estado de Derecho.

Urge acuerdo con todos esos terroristas pero sin afanes ni indebidas presiones.

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