EL LADO BUENO DEL DESCALABRO

Lo que está ocurriendo en las filas del oficialismo es significativo, mucho más allá de las aseveraciones, acusaciones o exculpaciones personales de quien fue el zar de la economía nacional por tres lustros. Se ha escrito tanto en torno a la responsabilidad de Jorge Giordani que no voy a llover sobre lo mojado a pesar de que tiene mucho sentido que esta diatriba ocurra y que se analice exhaustivamente por parte de los dos lados de la ecuación política del país.

Igualmente importante es que una enorme turbulencia se está produciendo entre los rojitos por dos temas cruciales: corrupción y manejo de la economía. Lo abultado del primer tema y lo trascendente del segundo, desde el punto de vista de la capacidad destructora que ambos asuntos tienen en cuanto restarle gobernabilidad el país y poder a quienes nos gobiernan, está captando toda la atención del partido e igualmente de los líderes gubernamentales. El país se ha desacomodado sensiblemente en lo que va de este año y no es solo por el indetenible malestar económico y su vertiente de inestabilidad social. La protesta pública por la merma de calidad de vida está alcanzando a las clases sociales que deberían ser las más afectas a la Revolución y ello se expresa en desapego a la dirigencia y a la ruta  gubernamental. Si al conflicto se le agrega el tema de corrupción en el manejo de los dineros del país, el divorcio de las clases populares va a ser muy definitorio no solo a la hora de una nueva votación.  Se va a expresar muy cáusticamente, antes que de que esa hora llegue.

En el seno del gobierno y en las filas del PSUV ya hay quienes señalan con el dedo a los artífices de este descalabro económico, moral y político y se les asignan responsabilidades históricas. Callarlos es cada vez más difícil pero rectificar también lo es. Asumir comportamientos económicos más ortodoxos, lo que sería deseable, y la imposición de castigos a los culpables de los colosales negociados que han enriquecido a personeros oficiales lesiona importantes intereses de gentes en la cúpula roja. Un golpe de timón, en ambos sentidos- manejo económico y castigo de la corrupción- sería lo deseable, pero resulta una cuesta muy empinada sin pagar un alto precio en los sectores afectos a la Revolución heredada de Hugo Chávez.

Lo que ya no es posible es acallar el rumor que exige las dos cosas: rectificación y castigo. Y eso es bueno para el país. Crea un mejor ambiente para el entendimiento en los dos lados, establece puntos de contacto entre los disidentes revolucionarios y la oposición democrática y marcan la posibilidad de que un nuevo rumbos se instaure lentamente para corregir los entuertos que ya ambos ven tanto protuberantes como irreversibles. La coyuntura, pues, no es mala si la disidencia sabe aprovecharla en el buen sentido que es el del bienestar popular. Nada más difícil que negociar con quienes se sienten todopoderosos. La contundencia delo trágicamente fáctico de hoy tiene que servirnos no solo para señalar culpables. Tiene que ser útil para buscar vías de salida. No dejemos pasar la ocasión.

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