El lamento de una madre

"La madre de Lorent esperaba que Santos no lo entregara a la dictadura de Maduro."

La semana pasada escuchaba por NTN24 la noticia de la captura en Bogotá del joven activista venezolano Lorent Saleh. El noticiero se puso en contacto con Yamile Saleh Rojas, la madre de Lorent, quien manifestó que esperaba que el presidente Santos no fuera a entregarlo a la dictadura de Maduro. En ese momento llegó al noticiero un escueto comunicado de la Cancillería colombiana en el que decían que sería entregado en las próximas horas en la frontera a las autoridades venezolanas. La madre irrumpió en lágrimas y, en su desconsuelo, manifestó el dolor que le causaba esa noticia tan trágica para el destino de su hijo, el de ella, el de toda su familia y el de un pueblo golpeado por una tiranía militarista.

El lamento de una madre por su hijo nos conmueve en lo más profundo de nuestra sensibilidad y de nuestro espíritu. Nos lleva a recordar las dolorosas horas que vivió la Virgen María cuando su hijo fue capturado, juzgado, torturado y crucificado. Ha sido un lamento que queda en la memoria de todos y que ha sido homenajeado por parte de artistas, músicos y escritores durante siglos.

Sorpresivamente, en 1992, una grabación de música clásica se convirtió en un éxito en ventas. Se trataba de la Sinfonía de las Lamentaciones, escrita dieciséis años atrás por el compositor polaco Henryk Gorecki. En esta sinfonía la soprano canta tres lamentos, el primero dedicado a la Virgen; el segundo a una adolescente prisionera de la Gestapo; y el tercero a una madre que busca a su hijo asesinado en la guerra.

El segundo de esos lamentos fue inspirado por unas palabras grabadas en la prisión de Zakopane, ubicada al sur de Polonia. Helena Wanda Błażusiakówna, encarcelada por la Gestapo, escribió en una pared de su celda: “Oh mamá, no llores – Inmaculada Reina Celestial, socórreme siempre”. El compositor, quien perdió a la mayor parte de su familia en campos de concentración, dijo de esta jovencita de apenas dieciocho años: “Ella es diferente. No desespera, no llora, no exige venganza. No piensa en sí misma, en si merece o no este destino. En cambio, piensa en su madre, que es quien experimenta la verdadera desesperación.”

Al escuchar el lamento de la madre del joven venezolano imaginando la atroz situación por la que estaba pasando su querido hijo, recordé a Gorecki y especialmente ese segundo canto que es tan conmovedor, casi irreal, como si la cantante que lo interpreta, reviviera el momento sublime de soledad y silencio interior que experimentó Helena al escribir “mamá, no llores…”

En Venezuela, el suplicio de esa madre se prolongó por horas y horas mientras clamaba que le permitieran a su hijo una llamada “para saber si está bien, para escuchar su voz”. Por su parte él, cuando por fin se pudo comunicar, le confesó a su madre: “Tuve que golpearme contra el carro para que me permitieran llamarte.”

Por esos lazos irrompibles que unen a la madre con el hijo, el sufrimiento de ella era el motivo de angustia de él. Como Helena pensaba en la mamá, en la Reina Celestial, y en cómo consolarla, el joven venezolano clamaba por que le permitieran hablar con su madre.

Yamile califica de terrorífico el trato que recibió su hijo durante las horas que pasó en manos de las autoridades colombianas antes de ser entregado en la frontera y de inhumana la forma como lo agarraron sin darle ninguna explicación y sin permitirle hablar con nadie.

Culpa al presidente Santos y se pregunta: “¿Será que no tiene hijos? ¡Cómo le va a hacer eso a un joven venezolano! ¿Por qué lo hace?”

Y me permito preguntarle a Juan Manuel Santos: ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué pasa por encima de las leyes internacionales para cometer ese acto reprochable en todo sentido? ¿Por qué nos humilla y degrada frente al mundo con acciones que no tienen precedentes en nuestra democracia? ¿Por qué lástima a una madre para complacer a un régimen corrupto e infame? ¿Por qué nos avergüenza frente al mundo libre?

Yamile Saleh ha sufrido por años de la tiranía chavista y hasta hace unos pocos días guardaba la ilusión de una Colombia libre. Se ha llevado tamaña decepción, hasta el punto de calificar de peor el trato que recibió su hijo en Colombia que el que le propinaron, llevándolo como un reo de alta peligrosidad, en Venezuela. Y nos dice: “Le hago una llamado al pueblo venezolano y colombiano. Lo que me sucedió a mi le puede suceder a cualquier madre”.

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