El largo y probable camino del olvido

Les extraña a las bondadosas almas tominonas, que los ciudadanos de Armenia y Pereira (por ahora) hayan salido al paso de la santa caminata de Timochenko para rechazar su presencia con insultos y con la rabia en los gestos y en las palabras. No hablemos de lo justificable o no de los hechos, sino de lo explicable, para una mente racional y realista.

La candidatura de Rodrigo Londoño no es de Rodrigo Londoño, nombre que nada le dice a la opinión pública colombiana. En cambio las Farc y su candidato Timochenko les dicen mucho, pero mucho, al pueblo en general y en especial a las víctimas que somos millones, directa o indirectamente. ¿Quién de esta república se sentiría orgulloso e interpretado por un sujeto llamado Timochenko, en la Presidencia de nuestra nación? Esta candidatura, de por sí, es una afrenta, un insulto grave a la ciudadanía. Como para comenzar.

De la mala negociación entre Santos y las Farc se desprende ese rechazo, que a veces es odio, a Timochenko y su corte de guardaespaldas, guerrilleros incorporados y armados por el Ministerio del Interior para ese fin. Un acuerdo de paz presunto que no incorpora la reparación y sobre todo la justicia que piden las víctimas y ordenan la normatividad nacional e internacional, en su principal realización y finalidad inmediata, trae, como consecuencia, esa explosión emocional y natural entre la gente. Súmele a lo anterior la arrogancia de los “comandantes” y la sensación de victoria que expelen.

Después de 52 años de violencia causada por quienes aspiraban (y aspiran como el ELN) al poder, utilizando todas las formas de lucha y toda la tipología de crímenes, ¿con cuál justificación moral de “intolerancia” puede el gobernador del Quindío calificar la protesta de los ciudadanos? Con esta palabra van señalar las autoridades santistas a las personas que sienten en su más hondo padecer los efectos de una pésima negociación de paz.

La tolerancia es una virtud del buen ciudadano que se aplica para obtener la convivencia. Tolerancia con las expresiones y opiniones políticas, religiosas, deportivas o similares que tengan los demás. Tolerancia con quienes gustan de otra música u otra moda. Tolerancia con quien se equivoca y rectifica. Tolerancia con quien está aprendiendo. En fin, tolerancia con el otro, si el acto tolerable no es un delito. La tolerancia no está hecha para permitir la acción de los criminales, a menos que sea cómplice. Un delincuente no puede invocar tolerancia con sus delitos, si no ha purgado sus crímenes, si no da muestras de arrepentimiento y no ha reparado a las víctimas.

A Timochenko y sus seguidores marxistas, liberales, chavistas de nuevo cuño, socialistas, etc. podrán realizar su actividad proselitista, pero no esperen el total olvido de sus fechorías. Todavía van a pasar varias generaciones para que se extingan el dolor y la memoria. A Timochenko no lo insultan o le tiran huevos, no por sus ideas políticas, sino por sus crímenes impunes, igual que le puede ocurrir a cualquiera de sus “comandantes” del Secretariado y de los estados mayores.

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