El modelo del presidente Iván Duque

Concertación, autoridad e innovación, el nuevo estilo de liderazgo que se afianzó a finales de 2018 y tiene el reto de consolidarse en 2019.

En menos de cinco meses, justo al cierre de 2018, el presidente Iván Duque ha puesto las bases de su modelo político, económico y social, luego de las múltiples preguntas que se suscitaron cuando cumplió los primeros 100 días sin resultados efectivos a la vista.

En las últimas semanas, sin embargo, las cosas son a otro precio. Puede decirse, a no dudarlo, que su modelo hoy corresponde taxativamente a una consigna de concertación, autoridad e innovación.

La concertación, con fundamento en la equidad social, olvidada durante mucho tiempo en Colombia, es el mecanismo por medio del cual de un disenso inicial y una diferencia de posturas se llega a un consenso final a partir del diálogo y la revisión reflexiva de las ideas discrepantes. En tal sentido, suele ser una expresión de lo que podría denominarse el “centro radical”, en cuanto a que no se deja desviar en extremismos de izquierda o derecha, sino que busca dar curso a los factores aglutinantes de las diversas tendencias políticas. Pero el mecanismo no se queda allí. Igualmente pretende asociar a las fuerzas vivas de la nación, por encima de los partidos políticos, de modo que se logre una dinámica conjunta con el propósito de generar una voluntad nacida del compromiso de los participantes.

Cuando Duque se posesionó, el 7 de agosto pasado, nadie pensó que aquel sería el norte que tenía en mente. En un alarde de independencia sin parangón, mucho más proveniente de quien llegó a la Presidencia en principio dependiente de un solo sector político (Centro Democrático), se puso a la tarea de buscar puntos de encuentro con quienes, por el contrario,  se habían mostrado displicentes o adversarios abiertos durante la justa presidencial de medio año.

Fue lo que ocurrió, efectivamente, en la consulta anticorrupción. Como se sabe, su convocatoria provenía de la Alianza Verde, y en manos de Claudia López y Angélica Lozano, con la promoción fundamental de Antanas Mockus, obtuvo una votación histórica que si bien no logró el umbral constitucional generó una abrumadora legitimidad política a las propuestas allí consignadas.

Pudo Duque, a los pocos días de inaugurado su mandato, haberse hecho el de la vista gorda ante el suceso electoral. De hecho, un sector importante de sus correligionarios salió al paso para desconocer el resultado y afianzarse en el hecho de que la consulta anticorrupción resultaba totalmente ineficaz y no debía tenerse en cuenta de plano.

Pero el Primer Mandatario convocó de inmediato a una gran mesa de concertación, con participantes de todos los partidos y de las fuerzas vivas, a fin de consensuar un documento que sería presentado al Congreso en diferentes proyectos de ley y acto legislativo. Así se hizo, en efecto, y el resultado, al final de la legislatura esta semana, fue el de algunas iniciativas que salieron avante, otras están en trámite y unas pocas se hundieron.

Desde luego la concertación es un instrumento político difícil para los que siempre aspiran a resultados maximalistas. No así para quienes entienden el ejercicio de la política dentro de criterios en donde el consenso exige ratificar y consolidar algunos temas mientras que se cede en otros.

Ruta gubernativa

Con ese primer ejercicio de concertación en la mano Duque se dispuso enfrentar, por la misma vía, otro fenómeno de no fácil resolución y sobre el que algunos exigían mano dura. Se trató de la prolongada protesta social del estudiantado colombiano, por medio de la cual se pedía incrementar considerablemente los recursos para la educación pública superior y saldar lo que llamaban la “deuda social” con el sector, luego de décadas de parálisis en la inversión real.

La protesta, con ires y venires, en los que Duque fue aceptando determinadas solicitudes, duró alrededor de dos meses y medio. Aunque en principio los agentes desestabilizadores trataron de tomarse las jornadas, paulatinamente los propios estudiantes fueron asumiendo las riendas de las marchas y ellos mismos desalojaron a ese tipo de manifestantes enardecidos. En ese lapso el Jefe de Estado, con su Ministra de Educación, se reunió varias veces con los promotores del paro, sin hacer casos a los extremismos, demostrando por lo demás su talante democrático. Así las cosas, al final de las tratativas, el Primer Mandatario había concertado con los estudiantes la suma de $4,5 billones adicionales para invertir en su cuatrienio, lo cual se constituye, sin duda, en una plataforma y un monto de financiación no vistas desde hace mucho tiempo en el país. No solo por el procedimiento, ya que habrá un escrutinio permanente, ordenado por el mismo Duque, sino por la validez que les dio a sus jóvenes interlocutores, desestimados en muchos casos por gobiernos anteriores.

Esa misma concertación, ciertamente, le sirvió al Gobierno para generar un logro que, de la misma manera, no se había visto recientemente en Colombia. Consistió, en esta ocasión, en el acuerdo para el alza del salario mínimo que regirá en 2019, con empresarios y sindicatos sentados en la misma mesa, la inédita presencia presidencial y la coordinación de la Ministra de Trabajo. Allí se aceptó un incremento del 6%, equilibrando las expectativas de todos los sectores.

De una parte, Duque desmontó la prima extraordinaria sugerida por el expresidente Álvaro Uribe, que había causado escozor entre los empresarios y, de otro lado, logró aumentar el salario mínimo por encima de lo que ofrecían los gremios y más cerca de la propuesta de los sindicatos.

Clases de liderazgo

Frente a lo anterior,  y como se sabe, en el mundo el liderazgo suele dividirse entre “duro” y “blando”. La discusión es amplia en cuanto a cuál es más eficaz. Muchos dicen que el liderazgo “blando”, en el que se convoca diferentes sectores de la sociedad para llegar a un punto de encuentro, es más efectivo que el liderazgo “duro”, pese a que este sea más ostentoso.

El caso con el presidente Duque es que, terminado el año, ha podido demostrar que tiene un liderazgo diferente al de sus antecesores, que más bien pretendían imponer sus convicciones a partir de decisiones a rajatabla que, a veces, terminaban devolviéndose como un búmeran.

De hecho, el resultado más apreciable del Jefe de Estado, luego de usar el camino de la concertación, ha sido el de romper la acostumbrada polarización nacional. Ello, a no dudarlo, permite sinergias antes que promocionar la lesiva dispersión de las fuerzas nacionales.

Tan afirmativo es Duque en la concertación, que inclusive, en la reforma tributaria o ley de financiamiento se asoció con el Congreso para suplir los faltantes presupuestales para 2019, a través del recibo positivo de algunas ideas que obtuvieron el respaldo gubernamental. No se arredró el Jefe de Estado en reconocer que la propuesta inicial de aplicación del IVA a los remanentes de la canasta familiar había sido un error político, que minó determinadamente su popularidad en las encuestas. Paralelamente el Mandatario sostuvo en toda la línea que estaba en disposición de escuchar opciones alternativas.

Es muy posible, entonces, que la reforma tributaria no tenga objeciones presidenciales a excepción de aquellos puntos donde no se logró el consenso y el Congreso insistió en introducirlas, sin atribuciones para ello. Aun así el Gobierno ha dicho que respeta la democracia del Parlamento, sin saberse todavía si esto puede tildarse de un aval del Ejecutivo a aquellas iniciativas no concertadas. En todo caso el Ejecutivo logró conseguir cerca de $8 billones frescos, sin desmeritar su propuesta esencial de bajar los impuestos a las empresas para generar productividad y empleo. Desde un punto de vista pragmático, pues, este tipo de concertación le permitió al Ejecutivo salir de algún modo avante, prometiendo de paso la reducción del gasto público para disminuir los faltantes no cubiertos.

Por otra parte, sin embargo, pocas veces se viene haciendo un ejercicio de tal dimensión en la concertación del Plan Nacional de Desarrollo, a presentarse en la próxima legislatura.

Principio de autoridad

Ahora bien: que el Presidente soporte su modelo político, económico y social en la concertación no quiere decir que desista de afianzar también el principio de autoridad. Para el caso, por ejemplo, el decreto anti-consumo de narcóticos y alucinógenos, por medio del cual ha logrado recuperar el espacio público para los niños y los ciudadanos, mientras que se ha dado un repliegue de los consumidores, que antes tenían manga ancha. Al respecto, no obstante el Gobierno también recurrió a una socialización previa. Fue, en la misma medida, lo que sucedió con el nuevo “plan antidroga”, dentro del cual se habían anunciado unas disposiciones iniciales, como la fumigación de narcocultivos con drones, idea que después se prefirió reconsiderar. Igual ocurrió con el uso del glifosato, lo que aún está pendiente o en investigación.

El principio de autoridad también ha sido reiterado por Duque en las conversaciones con el Eln. Hoy en día la mesa de conversaciones está suspendida mientras esa agrupación subversiva no devuelva la totalidad de los secuestrados y proscriba esta práctica macabra. De tal modo la iniciativa está ahora en manos de la organización subversiva y solo depende de ella, bajo los parámetros indicados por el Gobierno, decidir si quiere o no una salida negociada para terminar la confrontación.

En esta semana, asimismo, el gobierno de Duque dio de baja a alias ‘Guacho’, uno de los disidentes de las Farc, que era “objetivo de alto valor” para las Fuerzas Militares. En este sentido, el hecho tiene un plus político clave por cuanto el Ejecutivo se había comprometido a su captura o neutralización, y lo logró recién cambiada la cúpula militar.

Tampoco ha cedido el Presidente, bajo el nuevo modelo político que pretende, a los pedidos que se han hecho desde algunos sectores partidistas y medios de comunicación para que caiga de nuevo en el “transaccionismo”  e incurra en los procedimientos de sus antecesores, los mismos que ha prometido modificar.

Si bien es discutible una partida global de $10 billones para obras sugeridas por los parlamentarios, propuesta que está en curso en el proyecto de reforma política, y sobre la cual se espera un viraje del Gobierno, no es menos cierto también que el Presidente no ha cedido a los velados pedidos de reinstalar la llamada “mermelada”. Mucho menos lo hará cuando evidentemente el Gobierno termina el año con algunos éxitos en su bolsillo, que seguramente repercutirán favorablemente en las encuestas. Por lo pronto le ha contestado a su propio partido que no se obnubile con el cambio de ministros, a los que viene dando respaldo irrestricto.

Otros elementos

A la concertación y el principio de autoridad, Duque, a su vez, añade a su modelo elementos sustanciales de la innovación. No solo en cuanto a su propuesta inicial de focalizar y dar crecimiento a la Economía Naranja, como baluarte del mundo contemporáneo, sino en casos como los de la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que logró y apoyó sucesivamente desde la campaña presidencial.

A estas alturas, pues, pese a las dificultades iniciales, el Presidente puede presentar el modelo y la consigna en las cuales va perfeccionando su método de gobierno: concertación, autoridad e innovación.

Ya no se podrá decir, en ese caso, que el Presidente no sabía para dónde iba. Ahora ya lo tienen más claro los colombianos. De modo que antes que enderezar o darle un timonazo a su estilo, como lo solicitaban algunos, lo que le es dable hacer, por el contrario, es otorgarle  mayor énfasis, espacio y profundidad a sus convicciones.

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