El naufragio de Santos

Desde hace buen tiempo el barco santista viene haciendo agua. Pero, como en muchos naufragios al principio no se nota mucho el hundimiento porque es lento, casi imperceptible. Llega sin embargo un momento en que el peso acumulado del agua precipita la nave a su inevitable colapso. Este es el momento que está viviendo la candidatura de Juan Manuel Santos.

Ha acumulado demasiados problemas para que pueda mantenerse a flote por mucho tiempo. Perdió su ruta original, olvidó el azimut trazado en las elecciones de 2010, y desde allí empezaron sus tumbos. En lugar de navegar por la ruta que venía cruzando desde 2002 para arribar a puerto seguro, viró en seco y se aventuró por los azarosos mares de una isla caribeña infestada de filibusteros, para urdir unas negociaciones perversas con los peores enemigos de Colombia.

Eso fue solo uno de los más señalados escamoteos a la voluntad popular expresada en las urnas hace cuatro años. Han venido luego en serie las más desacertadas decisiones en puntos álgidos de la agenda nacional. En los ramos de la educación, la justicia, la salud, el agro, para solo mencionar los más relevantes, el desempeño del gobierno Santos ha sido no solo errático sino equivocado y traumático.

Sus realizaciones son exiguas, cuando no inexistentes. Sin embargo, el capitán del navío se empeña en convencer a la gente de que en todos los ámbitos ha alcanzado metas “nunca antes vistas” en la historia patria. Y cada que se ponen en evidencia las falencias en ejecución y logros, a Santos solo se le ocurre proponer metas más ilusas e inalcanzables.

El cúmulo infinito de fantasías y falacias no ha conseguido otra cosa que despertar la inequívoca desconfianza de la población en la palabra presidencial, que se encuentra devaluada sin remedio.

El capitán en apuros ha ensayado varias medidas desesperadas para salvar el navío averiado. Tal vez la más publicitada fue la escogencia de Germán Vargas Lleras como su fórmula vicepresidencial. Los expertos estimaban que si Vargas en las encuestas le ganaba al mismo Santos, su cuña sería la tabla de salvación que estaba necesitando el náufrago. Cien mil casas gratis como emblema, pensaban, arrastraría una opinión multiplicada que prodigaría copiosa votación. Los más astutos pensaban incluso que Vargas disiparía los temores de la población frente a las blandengues posiciones oficiales con la guerrilla y le arrebataría una gruesa tajada al uribismo.

El remedio, según se ha visto, ha resultado peor que la enfermedad. El salvavidas, en lugar de poner a flote al ahogado, lo está arrastrando más hacia abajo. Los coletazos de su petulancia y altanería, unidos a los vicios clientelistas que lo acompañan como a la sombra, han terminado por convertir la fórmula vicepresidencial en una rémora que atasca el barco y ayuda a su colapso.

Para tratar de sacar a flote la embarcación de la campaña, el presidente, en otra decisión apurada contrató a JJ Rendón, pensando que sus estrategias lo salvarían del desastre, como hace cuatro años. Pero recordando el refrán popular, cuando uno va de rabos no hay barranco que lo ataje. Cada que Santos, siguiendo las recetas de su perverso consejero, abre la boca y lanza sus dardos envenenados, mete más las patas. Parodiando la expresión tan de gusto del expresidente Uribe, cuando la vaca está en el pantano mientras más patalea más se atasca y hunde.

Santos le huye como a la peste, por recomendación de Rendón, a los debates con los demás candidatos, por temor a hacer el oso y perder la escasa credibilidad que aún pueda tener en algunos reducidos círculos. Pero cada que interviene en público -de pie frente al telepronter, libre de contradictores embarazosos, acompañado únicamente por el coro de áulicos, el enjambre de medios a su servicio, y unos cuantos subalternos-, solo atina a decir desatinos. En últimas, pensará Rendón para sus adentros, da igual que debata o no la haga. Pero si cierra el pico por entero, calculará el asesor, peor. Total: está en la sin salida.

No es extraño entonces que en las encuestas Santos venga cayendo en la intención de voto, de manera sostenida e irreversible, pese a la voluminosa “mermelada” repartida a diestra y siniestra, a los improperios, a las ofertas fantásticas, a las manipulaciones. En unas encuestas más que en otras, pero la tendencia es aplastante. Hace unos meses sus validos dijeron que ganaría en la primera vuelta. Después, más cautelosos, se empeñaron en afirmar que aunque habría segunda vuelta, su candidato vencería en las dos. Ahora ya dudan que encabece la dupla que habrá de pasar a la segunda vuelta, y algunos han empezado a susurrar que no está seguro que logre pasar la prueba del 25 de mayo.

Enrique Peñalosa tuvo su cuarto de hora fugaz al término de las elecciones del 9 de marzo. En las filas santistas se sintió un efímero aire fresco que permitió crear la ilusión de que el candidato uribista iba a ser enterrado por una nueva “ola verde”. Aquello no fue más que “flor de un día”. Peñalosa tiene poco fondo, su conocimiento de la realidad nacional y sus propuestas son superficiales, apenas vaguedades. Y en el afán de desligarse de Uribe cayó en las redes santistas, con respaldo irrestricto a las oscuras conversaciones de La Habana, causalmente una de las cosas que genera mayor desconfianza en el electorado.

El “boom” peñalosista que siguió al 9 de marzo ha empezado a desinflarse y no se ve por dónde pueda recuperar el vuelo. Ninguna propuesta novedosa o atractiva, ningún análisis sólido, escasas diferencias con la retórica oficial, le restan credibilidad e imán a la candidatura verde.

Por todas esas razones era inevitable que Óscar Iván Zuluaga, hasta ayer silenciado y ocultado por los medios, emergiera seguro y vigoroso en las intenciones de voto de los electores. No ha sido un fenómeno causal, de relumbrón, la expresión despabilada de una opinión pública dubitativa y vacilante que se inclina sin saber por qué por un nombre.

Han obrado en favor de la candidatura del Centro Democrático poderosos factores que no podemos desconocer. Empezando por el impacto en el electorado del inesperado viraje del presidente desde el mismo día en que asumió el mando. Nada en política deja de tener efectos. Las volteretas, las deslealtades, se terminan pagando.

No calculó Santos lo enraizada que está la conciencia uribista en vastos sectores de la población. No es materia fácilmente maleable ni manipulable. Se equivocaron quienes pensaron que tantos y tantos colombianos, agradecidos de los frutos de la Seguridad Democrática, echarían al olvido los ochos años de aquel mandato para cambiar de nave en mitad del océano.

Tirios y troyanos también erraron en la evaluación del candidato del Centro Democrático. No pocos lo descartaban dizque por desconocido. Sin darse cuenta que es más fácil hacer conocer un desconocido que, por ejemplo, competente a un incompetente. La contundencia de los hechos no admite discusión. Óscar Iván Zuluaga conjuga una personalidad vigorosa, disciplinada, transparente, sencilla, con una magnífica preparación y conocimiento del país en sus más variados aspectos. Los estudios de las encuestadoras han ratificado esa verdad desconcertante: mientras efectivamente el mayor problema de Zuluaga hace unos meses era que muchos colombianos manifiestan no conocerlo, con el paso de los días han descubierto que su gran virtud es que, una vez conocido, la inmensa mayoría queda impresionada y se inclina por él. Era solo un problema de tiempo y de trabajo, que se viene resolviendo, pese al cerrojo informativo de los medios y la falta de garantías del gobierno.

El programa que ha esbozado Zuluaga, centrado en la educación y recuperación de la seguridad, es uno de los pilares de su campaña, que le otorga ventajas frente a sus contendores.

El otro factor a favor de Zuluaga es su persistencia, disciplina y aplicación, acompañado del expresidente Uribe y de la mayoría de la dirigencia del CD en esta campaña. Ha sido una tarea de dieciocho horas diarias, sin descanso, recorriendo veredas, barrios, plazas, salones, hablando con la comunidad, escuchándola y llevándole el mensaje de retomar el rumbo que anhelan. Labor de hormiga que ha suplido con eficacia la ausencia de medios y publicidad. Ni siquiera los auspiciosos resultados de las encuestas han generado el menor engreimiento, ni han hecho aflojar el trabajo.

Ventaja indiscutible de Zuluaga ha sido también la escogencia de su fórmula vicepresidencial: Carlos Holmes Trujillo. Mientras en otras candidaturas la figura del segundo al mando ha obedecido a componenda o a extrañas escogencias, que en lugar de ponerle le han restado a la cabeza, la del CD ha sido un completo acierto, dadas la formación, experiencia, transparencia, conocimientos, y don de gentes de Trujillo.

Al igual que Santos, Zuluaga ha vivido una tendencia irreversible pero de signo contrario: la de subir y subir sin pausa en la intención de voto de todas las encuestas publicadas. La distancia con el candidato oficialista se acorta con cada día que pasa. Zuluaga es quien viene catalizando la gruesa porción de la población que hace unos meses no sabía por quién votar o  quería votar en blanco. Tiene una franja importante de electores por atraer, y así lo viene haciendo.

No sabemos con exactitud si Óscar Iván alcanzará a Santos antes del 25 de mayo. El tiempo corre veloz, pero la opinión pública también se viene moviendo con rapidez. El naufragio de la candidatura de Santos está cantado. Si aún logra sobreaguar en la primera vuelta por la fuerza del dinero y del engaño, tendrá que someterse sin disculpa a debates nacionales televisados y a una información a fondo sobre ambos candidatos en la segunda, que lo arrastrará al fondo como un turbión. El triunfo de Óscar Iván Zuluaga se empieza a sentir en el ambiente.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar