El odio antiuribista y la tolerancia

Tengo y ejerzo plena independencia crítica, tengo un sentido superior de humanidad. No tengo apegos superfluos ni pretensión de dignidades efímeras. Tengo plenamente claro qué estoy dispuesta a sacrificar y qué no capaz de tolerar. Tengo una intuición altamente desarrollada sobre el carácter y la ética de las personas y no disimulo sus desacuerdos. Jamás he tolerado estar al lado de alguien de quien intuya que su fibra moral no corresponde a la propia.

Lina Moreno (Esposa del expresidente Álvaro Uribe Vélez)

Dice el Papa Francisco que la calumnia es peor que el pecado porque es la expresión directa de Satanás. Y leyendo el calibre de los infundios contra Uribe, me doy cuenta que el Papa tiene la razón. Además, siendo sumamente fácil calumniara alguien a través de la prensa amarilla, la mediocre investigación periodística, o las redes sociales y crear toda una controversia alrededor de esa persona llegando a millones de internautas en un santiamén, el problema está cuando, tras haber hecho todas esas acusaciones falsas, al realizar una rectificación esta ya no llega a toda esa gente que escuchó o leyó la difamación, por lo que un rastro de duda sobre la honorabilidad del afectado queda pululando en el aire. Lamentablemente, en la mayoría de los casos esos infundios se realizan de manera premeditada y con la intención de dañar la imagen de alguien. A esta práctica se la conoce comúnmente como ‘Calumnia, que algo queda.’ Los bandidos la llaman ‘encochinar a alguien.’

Además, siendo Satanás la fuente de los odios humanos, no nos hagamos ilusiones, porque el odio personalizado de los humanos puede convertirse en un odio incondicional, universal, contra todo, y todos; es la única forma de llenar un vacío infinito. Ejemplos han sido Hitler, Stalin y muchos otros. Por lo que siendo ese estado lo opuesto a la vida, lo creado, lo hermoso, lo justo, resultado del abundante Amor de Dios, nada bueno puede salir del odio por lo que las defensas naturales se erigirán contra él.

Por otra parte, la paz entre las personas procede de la paz del espíritu, la que es el resultado de las certezas irrefutables de la vida diaria. Sinembargo, a la certeza solamente se le reconoce validez cultural en la ciencia y la filosofía, pero no en la convivencia entre las personas; de ahí que al no existir esa conciencia cultural, la fuente de la paz se le atribuya a cualquier conquista política. Por eso el odio de la polarización se produce cuando nos conformamos con saber la verdad ‘de oídas’, engullendo la editorial del momento, la opinión del supuesto experto, los chismes contra Uribe, el libro de moda, renunciando a la insoslayable e insobornable certeza personal. Así vemos que la razón de ser de muchos para que su vida tenga sentido, es la violencia en general, no una certeza; pero no pudiendo ejercerla en lo físico, buscan ejercerla con la pluma como enseñan ciertos ‘intelectuales.’

En esas reflexiones estaba cuando me topé con la columna de Adolfo Zableh Durán “Es la gente ? Uribe, reflejo de lo que somos” (El Tiempo, 28 de julio de 2018) cuya lectura se la recomendaría a los violentos de profesión que buscan especializarse, pues es una excelente muestra de lo que hoy llaman ‘discurso de odio’, estrato seis, pagado por un periódico de élite; columna digna del museo de la infamia. Según el columnista, la gente a la que se refiere, es decir los uribistas, somos: obsoletos, cavernarios, violentos, rezanderos, borregos, extremistas, enfermos, inflexibles, odiadores, tradicionalistas, permisivos, criminales, hipócritas, llenos de privilegios, armados con escoltas, intolerantes, robots, torpes, cobardes, etc.

Tanto odio me trajo a la memoria la sabiduría de Don Quijote de la Mancha quien decía: «Cada uno es como Dios lo hizo, y aún peor muchas veces» (Don Quijote de la Mancha, 2ª parte, Cap. IV) Y por el conocimiento de Cervantes de cómo los demonios influían sobre las personas decía: “Aún entre los demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber alguno bueno.» (La gitanilla) No sé si quiso decir que los tales demonios eran personas. Por lo que me pregunto en el siglo 21 ¿Qué carajos es lo que se posesiona de Zableh cuando escribe? Para que entendamos lo que posiblemente le pasa al columnista ver el video: “Los demonios son reales y nos acechan,” que se basa en las investigaciones de un psiquiatra y describe el ‘modus operandi’ demoníaco para impulsarnos a hacer ‘cosas’ que después nos sorprenden.

¿O será que lo que le agobia a Zableh es saber que puede pertenecer a otra clasificación de atributos que Germán Puyana García nos atribuye en su obra “¿Cómo somos los colombianos? ? Reflexiones sobre nuestra idiosincrasia y cultura ?“ Allí dice que somos: individualistas, recursivos, alegres, incumplidos, impuntuales, maliciosos, avispados, oportunistas, dogmáticos, intolerantes, regionalistas, extremistas, cálidos, agresivos, impulsivos, imprevisores, inconstantes, humoristas, ¿irresponsables?, criticones, mamagallistas, hospitalarios, conflictivos, ¿Mediocres?, gastadores, escépticos, apáticos, corajudos, ilusos, formalistas, contradictores, superficiales, parroquiales, apocados, ¿laboriosos?, rebeldes, influenciables, conformistas, desmemoriados. (Fuente: Capítulo 3: Atributos de los colombianos, pág 7) Y si somos usuarios de un estado tabernero, pues no nos extrañaría que Adolfo fuera víctima del alcohol con las compulsiones psicoactivas del caso. Me imaginé entonces que la peor pesadilla sería tenerlo de presidente.

Entonces Zableh y Puyana dan de lo que son y nosotros somos libres de engullirlo o no. O si somos del estrato seis, para tranquilizar nuestra conciencia educada, podemos leernos el libro “INSULTO ? Breve historia de la ofensa en Colombia por el miembro del Instituto Caro y Cuervo Juan Álvarez, y pensar que tenemos un nuevo derecho, conquistado por nuestra mente emancipada.

Pero como la cultura, ni la estadística mienten, nos encontramos con que la gente no es como es, porque sean miembros de un partido, una iglesia, o porque hayan nacido en El Chicó o Los Laches, sino porque son hijos de sus padres. Por lo que la gran ofensa o alabanza a una persona siempre tiene que ver con el origen de su nacimiento; ofensa que puede desatar una guerra, o hidalguía que puede prevenirla. De ahí que lo de Zableh sea una entretenida estupidez de fin de semana, pero que nos da indicios de cierta mentalidad de cuidado, aquella que utiliza falacias sin asco, que así misma se celebra en el cinismo y nos lleva a pensar cuál es el origen del odio que se destila en esa columna que muchos no mastican, solazándose en la ofensa cómplice, o mordiéndose la lengua para no decir barbaridades. Sin embargo el odio de Zableh, él no lo oculta, es el resultado de su biografía.

Cuando Zableh habla de ‘la gente’ deja entrever que está enojado con un gran número de semejantes que no conoce, como el diablo; y el pensar en ello lo pone fuera de control frente al computador. Pareciera la ira de un frustrado literato homicida que lo lleva a experimentar denigrantes imaginaciones de tipo moral sobre los otros. Me recuerda al pacífico doctor Jekyll quien habiendo creado una bebida que tenía la capacidad de separar la parte más humana del lado más maléfico de una persona, podía convertirse en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad.Existe el síndrome en psiquiatría y la ‘bebida’ pueden ser muchas cosas que también se sintetizan en un computador o el celular.

Hay otros antiuribistas que prefieren la letal ira explosiva. Les sucede a aquellos cuyos lóbulos frontales están dañados para el razonamiento de convivencia; para quienes la resolución de problemas es a punta de metralleta e insulto; los hay también cuya creatividad humorística se va muriendo con la obsesión de un tema. Producen mamera existencial.

En cambio, a mí me atortola la antiuribista ira intensa, fría, callada y controlada; edulcorada con leyes, apoyada por el cambiante poder, de aquellos que piensan que no son valorados como corresponde porque lo sienten como un rechazo y amenaza de su autoestima. Eso los lleva a querer consumar su venganza de forma implacable.

No sé si como categoría de conocimiento exista la ira final de la soledad de palacio porque se acabó la película que nos entretenía; o la ira del congreso minoritario que se educa con la democracia; la de la oficina, la ira de las vías bogotanas, la del colegio, porque solo surge en esas situaciones trasformando a las personas en demonios. Liberales y conservadores se mataban en el Capitolio con sus sermones de incendio y se reconciliaban en el Gun Club con un trago de whiskey para volver al infierno al día siguiente.

Por otra parte, tratando de civilizarse ellos mismos para irradiar históricamente el respeto a la libre expresión, los norteamericanos produjeron la Primera Enmienda a la Constitución de los EE. UU. que dice: “El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibir la libre práctica de la misma; ni limitar la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la reunión pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación por agravios.” Pero el límite de la libre expresión lo constituía el criterio del porqué de las buenas costumbres y el buen hablar de los ‘retrógrados’ uribistas, como el suscrito, que en aquella época también existían.

Creo que los antiuribistas que odian al ex presidente, lo hacen por una secreta envidia que no entienden. No pudiendo ocupar el grande y generoso corazón de Uribe, se resignan a invadir canallamente su mente. Lo que no saben es que la mente se puede calmar y desocupar con el Yoga Nidra.

También estoy convencido que el odio es de los mediocres, es fácil; porque amar es difícil. Y cuando los antiuribistas se burlan de nuestro patriotismo no saben que patriotismo es cuando el amor ocupa el primer lugar por los nuestros; eso nos lo enseñan los soldados que, por honor, están dispuestos a morir por nosotros sin conocernos; mientras que los ‘liberados’ antipatriotas al desconocer la verdad y ética del sacrificio, le dan su primer lugar al odio. Lo peor es que esos se creen pacifistas porque han renunciado a las armas, pero no a la rabia visceral y callada. Fueron los que llevaron a las Farc al congreso porque, engañados en su razonar ético al desconocer la verdad del honor de un patriota, preferían a los asesinos echando carreta en vez de bala, como si la carreta, un mentira sutilmente entretejida con la esperanza, no fuera la peor clase de odio. Pero preguntémonos por qué odian.

No se puede odiar lo que no se conoce. Usted no odia el fosfato de calcio porque no sabe qué es eso, a menos que sea químico o médico; pero sí odia los cálculos renales que lo contienen porque los sufre. Pregúntese entonces ¿cuáles son los componentes conocidos y desconocidos de ese odio antiuribista que los atormenta al no poder deshacerse de él? Porque el odio existía en ellos antes de odiar a Uribe. Entonces odian a Uribe porque no son libres al dejarse manejar por aquello que, libremente, admitieron en sus vidas.

Zableh odia las características que le asigna a los uribistas porque él las tiene en su ser; les tiene miedo porque las entiende; lo que pasa es que no han salido del closet. Por el contrario, una indígena del Amazonas no siente vergüenza de sus pechos descubiertos porque ella no ha admitido esa vergüenza en su ser, es inocente. Por eso al pecar de mente, corazón y de hecho, Jesús hablaba del adulterio de corazón y dos mil años después estamos todavía debatiendo si mirar porno en las redes no podría ser adulterio con la pareja porque no sabemos lo que somos en esencia: lo que intuimos con el espíritu, pensamos, sentimos, decimos y escogemos; eso es lo que le da ‘sentido’ al cuerpo físico; sin esas características está muerto. . De ahí que Jesús dijera aquello de tirar la primera piedra para los que se creen impolutos, como Zableh.

Zableh puede que no sea un borrego de Uribe que, además, no los tiene ni le gustan. Porque Uribe es líder, tiene seguidores, no borregos. Un seguidor, libremente escoge disciplinar su independencia en beneficio de un bien común y mayor. Eso se llama trabajar en equipo o ser miembro de una bancada. Y Uribe es un buen líder que presenta buenos resultados porque tiene buenos seguidores. Un borrego no sabe lo que hace. A lo mejor Zableh lo es porque no piensa en lo que escribe porque es borrego del grupo antiuribista. Por eso odia. Además ¿acaso muchos izquierdistas y librepensadores no son borregos de Marx y Lenín o de alguna práctica secreta de ignominia?

¿Cuáles son los errores de actitud que libre o inconscientemente Zableh ha escogido? Su petulancia y seudosofisticación para engañar bobos; sus prejuicios antiuribistas que asimila sin criterio; su mentalidad cerrada a todo lo que no sea lo que él piensa que en otras palabras se llama dogmatismo, falta de resiliencia. ¿No es eso lo que critica?

¿Cuál es el error de la sociedad? Tolerarlo a falta de una sanción. ¿Por qué no se sanciona el odio? Quizá porque, como sociedad, no hemos debatido cuáles son los límites de la tolerancia ante el discurso de odio que se ampara en el derecho de la libre expresión.

Teniendo en cuenta el escenario anterior, pregúntese, amable lector, ¿qué pasó con EL PROYECTO DE LEY 017 DE 2014 DE LA CÁMARA por medio del cual se prohíbe la apología al odio, el discurso de odio y otras manifestaciones de intolerancia en Colombia? Esa ley penalizaba la apología y el discurso de odio; difusión de comunicaciones basadas en el odio, injuriosas o calumniosas; obligaba el registro y estadística de actos de odio; creaba un comité para el seguimiento a los delitos y discursos de odio para su estudio. El lector puede consultar todo el proyecto en: [PDF] Contra la Discriminación y el Delito de Odio. Solidaridad con la…

Por otra parte ¿Por qué es importante debatir la tolerancia? Porque es el sentimiento formador de la democracia, pero tiene un límite. La tolerancia es una actitud justa, objetiva y permisiva hacia aquellos cuyas opiniones, prácticas, raza, religión, nacionalidad, etc., difieren de lo nuestro o lo que consideramos correcto. Pero muchos confunden tolerancia con aquello que quieren que aceptemos, o le demos el sí a la realidad de una situación que puede ser debatible. De ahí hay un paso al acatamiento de leyes o situaciones jurídicas injustas, simplemente guiados por un protocolo de respeto a la ley, la costumbre, que no diferencia entre lo justo y lo injusto, presumiendo rectitud en personas que han demostrado lo contrario; porque las instituciones abstractas no son probas, sino las personas.

La tolerancia puede ser una virtud o una tontería dependiendo de la situación. Es una versión de la regla de oro porque, en la medida en que queremos que otros nos traten decentemente, también debemos tratarlos de igual forma. Pero es una tontería ser tolerante con quien abusa de nosotros, por lo que se le llama cobardía. El juicio justo no es solamente un derecho, sino la consecuencia de una norma de convivencia basada en la tolerancia racional. También es una fórmula pragmática para el funcionamiento de la sociedad. Eso no se tuvo en cuenta en el acuerdo habanero; pues así como las Farc se alzaron en armas ante una sociedad supuestamente injusta, de la misma forma esa sociedad reclama la justicia de cualquier acuerdo.

La aceptación va un paso más allá de la tolerancia. Si un signo de tolerancia es una sensación de «Puedo vivir con X (comportamiento, religión, raza, cultura, ley, etc.), » la aceptación se mueve más allá de eso en la dirección de «X está bien». Esa es la línea que traspasan los que reclaman ciertos ‘derechos.’ Puedes tolerar algo sin aceptarlo; pero no puedes aceptar algo sin tener que tolerarlo. Por ejemplo, cuando un hijo o hija le cuenta a un padre acerca de una elección de carrera no deseada, pareja sexual, o identidad sexual, él o ella quieren que esa información no solo sea tolerada, sino que sea aceptada. Además, una cosa es la tolerancia o aceptación de esa situación familiar que va contra principios y sentires personales, porque conocemos a las personas y sabemos que no representan un peligro para la inducción de esas conductas en nosotros; pero otra cosa es aceptar esa situación como normal en un ambiente de educación para nuestros hijos porque nadie puede asegurar que, de la otra parte, haya respeto, consideración y muchas otras garantías de no imposición.

Al ir más allá de la tolerancia y la aceptación, llegamos a un tercer concepto: la comprensión que es un proceso psicológico relacionado con un objeto abstracto o físico, como una persona, animal, criminal, situación o mensaje mediante el cual uno puede pensar en ello y utilizar conceptos para tratar adecuadamente con ese objeto sin experimentar ningún temor. Yo puedo ser ‘tolerante’ con una serpiente en su jaula; pero debo tener una pericia muy especial para ‘comprenderla’ y acercarme a ella sin ningún temor. Y los seres humanos son más engañosos e impredecibles que las serpientes.

Y ese es el problema que nos agobia en política. Es posible tolerar o aceptar a alguien debido a su diferente o igual ideología, pero no lograr entenderlo por su conducta; y lo mismo vale para tolerar o aceptar una cultura diferente. Y lo contrario también es cierto. También es posible comprender la intención del comunismo o un comunista decente como Robledo, sin aceptación, o incluso tolerancia; piense, por ejemplo, en espías encubiertos, una situación que traté en la columna “El manejo de información de inteligencia y la comisión del esclarecimiento de la verdad.”

Veamos ahora algunos ejemplos concretos de nuestra política. Usted puede tolerar que el presidente le diga una mentira personal; pero no tolera cuando la mentira se le dice al país. El trasero de Mockus no significa nada en un campo nudista, pero es una ofensa en el congreso y un deleite para el pervertido. La tolerancia de cada quien indica lo que es. Pero la ley sobre este aspecto es objetiva.

La falta de contacto emocional e ideológico con la gente es tolerable en un presidente, porque le pasa factura política; pero no lo es entre un padre de familia y sus hijos porque destruye la relación. Usted tolera el soborno a un policía, pero no tolera ese mismo soborno a la CSJ. ¿Cuál es la diferencia? ¿El monto? No. Es la falta de radicalidad con la honestidad. Por eso se tolera a un miembro de las Farc echando carreta en la radio o la universidad, al igual que en el congreso cuando son cosas diferentes. Es decir, tenemos un grave problema de discernimiento ético.

Con todo lo anterior, es bueno saber que algunas personas están increíblemente libres de prejuicios contra aquellos con quienes han tenido poco o ningún contacto como parte de una actitud de vivir y dejar vivir en la vida. La tolerancia y / o la aceptación son deseables, pero no son un sustituto de la comprensión. Son relevantes para llevarse bien con otros en el mundo (aunque la comprensión ayuda), pero la comprensión es esencial para las ciencias sociales y del comportamiento, mas no para la tolerancia entre las personas.

Por otra parte, el tema de la tolerancia del discurso de odio como el de Zableh no es baladí; puede dividir una sociedad; y al igual que el discurso de odio, vemos que se instaura también la ‘justicia del odio’ que es la característica esencial del totalitarismo. ¿Se puede tolerar el uno sin sutilmente ir justificando la existencia del otro? El clima político y propagandístico que había creado Santos alrededor del sí, impidió que las personas expresaran su sentir real en las encuestas (tolerancia negativa) Y ¡Oh sorpresa cuando se supo la verdad! En el Centro Democrático hablaron de milagro!

Veamos una ilustración con medición científica sobre la tolerancia. Los americanos se oponen a la prohibición de los discursos de odio, pero conceptúan que ese discurso es moralmente incorrecto. Se impone entonces la ‘gradualidad de la ofensa’ y descubrimos el siguiente panorama:

1. El 51% de los liberales radicales dicen que es «moralmente aceptable» golpear a los nazis.

2. El 53% de los republicanos está a favor de quitarles la ciudadanía estadounidense a las personas que queman la bandera estadounidense.

3. El 51% de los demócratas apoyan una ley que requiere que los estadounidenses usen los pronombres de género preferidos de las personas transgénero.

4. El 47% de los republicanos está a favor de la prohibición de construir nuevas mezquitas.

5. El 58% de los demócratas dice que los empleadores deberían castigar a los empleados por publicaciones ofensivas en Facebook.

6. El 65% de los republicanos dice que los jugadores de la NFL deberían ser despedidos si se niegan a respetar el himno nacional.

Y entonces ocurre el ‘milagro’ político. Esos porcentajes se asignan de manera irracional a un ficticia ‘derecha’ o ‘izquierda’ cuando de lo que se trata es de una conducta humana medible y detestable. Por lo que le digo a Zablet: las características que le asigna a los uribistas, de derecha, también las encuentra en los comunistas, de izquierda que resultan en dictadores de ambas tendencias. Porque la conducta humana hace que usted pueda ser tolerante con el comunismo de Robledo, pero no con el de Timochenko.

Todo lo anterior es la opinión del suscrito que no es un especialista en el asunto del odio. Abrigo la esperanza de que la buena intención del Presidente Iván Duque de promover la unión del país, se traduzca en hechos concretos y medibles, pues aquí sabemos sumar, restar, vivos y muertos, pero no sabemos analizar la minucia de lo que nos hace felices y desdichados. El discurso de odio vs el derecho a la libre expresión es uno de esos elementos, el principal factor de polarización. Por lo que humildemente me atrevería a hacer la siguiente sugerencia de carácter político y científico.

1. Rescate y perfeccione EL PROYECTO DE LEY 017 DE 2014 DE LA CÁMARA que se puede bajar de internet.

2. Estudie THE STATE OF FREE SPEECH AND TOLERANCE IN AMERICA ? Findings from the Cato Institute 2017 Free Speech and Tolerance Survey.

Lo anterior nos permitiría elaborar estudios para entender las diferentes manifestaciones de odio. Zableh podría ser nombrado miembro de la comisión de tolerancia, aceptación y comprensión del odio, a ver si aprende algo. Lo que implica la cita de Doña Lina Moreno sería un buen comienzo de aprendizaje.

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