El otro Bogotazo

Preocupa lo que va a suceder luego de que el alcalde Petro pierda su investidura.

Sus huestes, aparentemente pacíficas y apostadas alrededor del Palacio Liévano, no se van a ir para sus casas luego de que su líder y héroe sea sacado finalmente a escobazos y por la puerta de atrás de tan importante cargo.

Y por más que pregone una consigna de paz, recordemos que su origen guerrillero fue precisamente el de empuñar las armas contra el establecimiento y no le será difícil revivir su pasado y hacer un guiño para que la retaliación se haga sentir.

Se sabe de sus nexos con las Farc, quienes abiertamente le han expresado su apoyo, y esta sería la oportunidad para asestar un bien calculado golpe contra los designios de la Procuraduría, con unas consecuencias inimaginables que pondrían en vilo la institucionalidad nacional.

Lo que se está cocinando en secreto para cuando le llegue la hora final no será propiamente un canto a la bandera y todos para la casita. El discurso veintejuliero de Petro, con instigadoras evocaciones a Gaitán —que pregonaba la paz aunque sus seguidores proclamaran la guerra—, nos lleva a pensar que la historia se repetirá ante la muerte política de este caudillo bueno para hablar pero pésimo para administrar, tal como quedó demostrado y por lo cual se tiene que ir de su puesto, cuanto antes mejor.

Peor que su llegada a la Alcaldía va a ser su salida, en la que una turba enardecida pretenderá, ojalá que no a sangre y fuego, reivindicar la injusticia de la justicia en un oscuro amacice con las milicias urbanas de la guerrilla que pretenderán perpetrar otro 9 de abril.

Así las cosas, ¿Petro se irá para el monte o para La Habana o para el calor de su hogar? Amanecerá y veremos y que Dios guarde a Bogotá.

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