EL PUEBLO TIENE LA PALABRA

Los colombianos enfrentamos el domingo uno de los momentos más delicados de nuestra historia y, no propiamente porque vamos a tener que escoger entre la guerra y la paz, como falsamente nos han hecho creer algunos. No. Lo que vamos a resolver el domingo es si nos vamos por la senda del Socialismo del Siglo XXI, ese nuevo orden social que ha invadido buena parte de América Latina, o si optamos por conservar nuestra democracia que, por imperfecta que sea, democracia al fin y al cabo. ¿Por qué digo que la elección no es entre la guerra y la paz?

Pues, porque aquí no estamos en guerra. Colombia no está enfrentada a otra nación, como tampoco los colombianos estamos en una guerra civil. Aquí lo que hay es una banda de narcoterroristas que amparados en unos supuestos ideológicos comunistas, han pretendido tomarse el poder por las armas y en su intento han dañado gravemente a la población civil, que nada tiene que ver en el asunto.

Que es imperativo hacer acuerdos para que ese grupo deje de delinquir y que eso aportaría mucha tranquilidad, es otra cosa. No se puede, entonces, hablar de guerra y, menos aún, de un candidato que tenga como bandera semejante causa tan aberrante.

En cuanto al cuento de la paz, esa que asume como suya el candidato presidente, ni es paz ni es de su propiedad. Digo que no es paz, puesto que paz sin justicia, sin un verdadero reconocimiento y reparación de las víctimas como pretenden en Cuba, obviamente no es paz. Digo también, que no es del presidente Santos, en primer lugar, porque la paz no es propiedad de nadie, la paz la hacen los pueblos y, en segundo lugar, porque ni la idea ni el guion de la farsa de La Habana, son de su autoría. Todo parece indicar que esta (la farsa), se montó sobre un documento elaborado en 2006, por el extinto presidente Hugo Chávez. Como quien dice, el libreto de La Habana es "made in Venezuela".

Seguramente el presidente Santos, en su afán por superar a su antecesor y mentor Álvaro Uribe Vélez, aceptó la propuesta que le hiciera su "nuevo mejor amigo" de permitir la entrada del Socialismo del Siglo XXI, a cambio de un proceso de paz, que sin duda le traería mucho reconocimiento, la reelección y el tan codiciado premio Nobel de Paz.

Sin embargo, después de cuatro años, fuera de unos criminales con categoría beligerante, reivindicados ante el mundo, que siguen cometiendo los mismos desmanes de siempre, no hay nada que sirva. Concesiones muchas y acuerdos insignificantes.

Pero, como el presidente Santos no tiene nada que mostrar porque durante estos cuatro años se dedicó fue a montar el tinglado para su reelección y sus otrora famosas locomotoras jamás salieron de donde fueron ensambladas, y hoy están en un estado semejante al de los carros de basura que su ahora copartidario Gustavo Petro importó (con basura y todo), le toca aferrarse a eso que él llama paz.

No nos dejemos engañar, en nuestras manos no están ni la guerra ni la paz. Está, sí, la decisión de seguir en democracia de la mano de un hombre serio, decente e idóneo como Óscar Iván Zuluaga, o permitir que el presidente candidato Santos, un ser ambicioso, desleal, de mala calidad humana, nos entregue al Socialismo del Siglo XXI, para poder conseguir sus propósitos personales.

Colombia merece ser regida por un estadista y no por un tahúr.

El pueblo tiene la palabra.

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