El Rey en la torre

El Presidente juega al enroque y eso, en ajedrez, significa que el Rey se refugia en la torre.

El barco del segundo mandato del presidente Juan Manuel Santos se sacude en medio de una feroz tormenta. Mientras la economía se deteriora y el proceso de paz enfrenta su período más crítico, sin avances y con una grave pérdida de respaldo de la opinión, los oficiales de la nave están trenzados en una pelea a puño limpio.

Hace pocas semanas, la ministra de Educación, Gina Parody, rechazó en pleno consejo de ministros la ayuda que le ofreció su colega de Trabajo, Lucho Garzón, para negociar con Fecode. Esa confrontación no desató el paro de maestros, pero le impidió al Gobierno enfrentar en mejor posición la crisis: el resultado fue un amplio triunfo sindical, con una gran alza salarial y ningún avance en el punto clave de la evaluación a los maestros.

Hace menos de diez días, el vicepresidente Germán Vargas, desesperado porque el Ministerio de Hacienda lo tomaba del pelo con los recursos que el Presidente había prometido y comprometido para varias carreteras, acudió al Twitter para exigir que Hacienda cumpliera. El Presidente lo regañó, pero al final Vargas consiguió lo que quería: el giro de esos fondos.

El miércoles pasado, el ministro de la Presidencia, Néstor H. Martínez, voló al Congreso, con el visto bueno de Santos, para atajar un artículo en la reforma de equilibrio de poderes. El artículo había sido introducido con la anuencia de los ministros de Interior y de Justicia, de modo que la comisión primera de la Cámara, que debatía el proyecto, fue escenario del cruce de fuego amigo entre altos funcionarios del Gobierno. Al final, el artículo quedó como pedía Martínez, pero el Gobierno proyectó una triste imagen de descoordinación.

Hay más episodios que no caben en esta columna. La realidad es que al Gobierno le ocurre lo mismo que al salón de clases donde los alumnos inician una guerra de tizas aprovechando que se alejó el profesor. El profesor, que no es otro que el Presidente, luce distante y eso permite que los conflictos internos –que siempre los hay en el interior de un gobierno– crezcan y estallen de manera pública.

Si después del cruce de los ministros Parody y Garzón, Santos los hubiera convocado de una, se habría dado cuenta de lo mal que iba lo de los maestros. Si hubiera atendido los insistentes pedidos del Vicepresidente, se habría ahorrado los agresivos trinos de Vargas contra el Minhacienda. Si estuviera pendiente del trámite de la reforma de los poderes, habría evitado el carrerón de Martínez al Congreso para atajar lo que Minjusticia y Mininterior habían aprobado.

En medio de tanto lío, Santos se niega a un cambio profundo de su gabinete, a pesar de que ya hay quemados en varias carteras. Se limita a hacer enroques: un exviceministro de Trabajo, David Luna, remplaza al saliente ministro de las TIC, Diego Molano. El embajador en Washington, Luis Carlos Villegas, intercambia su cargo con el Mindefensa, Juan Carlos Pinzón. Por cierto, Molano y Pinzón obtuvieron excelentes resultados en sus gestiones, el uno masificando el uso de internet, y el otro golpeando y muy duro a las Farc hasta el último día.

En ajedrez, el enroque es un lance defensivo por el cual el rey se protege al lado de una de sus torres, casi en la esquina del tablero. “Simboliza –me dice un amigo ajedrecista– que el rey se ha refugiado en la torre”. Yo añoro a aquel Juan Manuel Santos que como Ministro de Hacienda maniobró la nave en medio de la peor tempestad económica en décadas y la salvó del hundimiento. Y añoro a aquel que como Ministro de Defensa consiguió decisivos triunfos contra las Farc, como la operación Jaque. Era un líder que no se refugiaba en la torre. ¿Ese líder qué se hizo?

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Indignante. Continúa el ridículo acoso de la Fiscalía contra María Isabel Rueda. ¿Hasta cuándo?

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