El voto obligatorio

Han transcurrido 2370 años, y el pensamiento aristotélico sobre la democracia continúa vigente; a su juicio, las peores formas de gobierno eran  la tiranía, la oligarquía, y la demagogia. Entendiendo  la demagogia, como la forma patológica de la democracia. Se aproximan elecciones regionales y municipales, y después de la doble frustración nacional con la reelección de Santos, más un congreso vendido al ejecutivo, sería prudente detenernos a pensar en la demagogia que los llevó al poder, para incumplir todo cuanto ofrecen.

Víctor Sampedro Blanco en su  obra “opinión pública y democracia  deliberativa” hace una afirmación que nos invita a revaluar el concepto actual sobre esta realidad; según el autor citado. “Los políticos y los periodistas, con  los encuestadores, dicen representar  a la opinión pública, pero también la gestionan; los comunistas de las Farc ahora, impulsados por Santos, también se abrogan el derecho a representar el pueblo. Reducen políticos y medios la participación ciudadana, a consumir información, a responder encuestas, y a votar. La democracia deliberativa va mas allá, e intenta hacer compatible la opinión pública, como suma de votos y encuestas, con la opinión de la calle y las iniciativas de la sociedad civil.”

Mi opinión va en el sentido de complementar las ideas de los dos autores, pues si al decir de Aristóteles la demagogia es una pésima forma de gobierno, lo cual ha sido puesto en evidencia durante siglos, en la actualidad se  pretende corregirlo mediante la democracia participativa y deliberativa. Pero sin lograr los resultados esperados, por la reducción de la cual habla Sampedro;  consumir información, responder encuestas, y votar.

A mi juicio, nos estamos convirtiendo en esclavos de la democracia y sus libertades; si las iniciativas de la sociedad civil fuesen escuchadas con mayor atención por parte de quienes dicen representarla, estaríamos dando un paso hacia adelante, para que mediante la deliberación, el legislador se atreva a considerar alternativas que consideren el poder de la coerción, para imponer el voto como una obligación. Que de hecho debe cobijar a todos los ciudadanos, incluidos quienes portan legalmente las armas de la república; en América Latina somos los únicos cuya fuerza pública no va a las urnas. Debe existir libertad para votar y escoger,  pero disciplinados y obedientes al sistema, lo cual impide el libertinaje.

Además, el voto en blanco  puede ser una opción para quienes consideren que ningún candidato cumple con las expectativas; y permitiría al país buscar personas diferentes al Santos reelegido, o a su potencial heredero Vargas Lleras. Con Petro y Piedad, o Montealegre, haciendo cola para meternos el socialismo del siglo XXI. Y todo eso en medio de un panorama tétrico: campañas políticas de una izquierda que convalida todas las formas de lucha, incluidas las armas, que no van a entregar según lo están anunciando desde La Habana. Y que utilizarán con disimulo para las elecciones que se avecinan.

El Centro Democrático está llamado a evitar desde el congreso, que el gobierno termine de redondear la faena de engaños al pueblo, para inducirlo a dar un sí por la paz, cuando la realidad es diferente: la paz de Santos, mentirosa, puede ser la perdición de Colombia.

A mi entender, el compromiso es con nuestra conciencia, para de manera inteligente llevar a las tres  ramas del poder  hombres capaces y honrados. En la Grecia  de Aristóteles los esclavos no tenían derechos políticos;  hoy, con el abstencionismo renunciamos a esos derechos, convirtiendo al ciudadano en esclavo de su propia indiferencia. Y a eso lo llamamos democracia.

oscaralbertodiazgarcia@hotmail.com

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