En la frontera del caos

Maduro, presidente de Venezuela, ¿aguantará el desorden social?: la gravísima crisis económica; una inflación del 56%, que golpea a diario los bolsillos de la clase media y los sectores más deprimidos, la situación del bolívar -la moneda nacional- que se ha depreciado en 723% en 14 meses; las oscilaciones continuas del mercado cambiario, que golpean una economía que va por el camino del calvario; el astronómico aumento del costo de vida, que coloca a nuestro vecino como el país de América Latina con el costo de vida más alto (y que se estima continuará subiendo). Los salarios, más bajos, que provocan protestas sociales -como la del Táchira-; elevado saldo de muertos, que aumentan en la medida en que se generalizan en todo el territorio nacional. En fin, el drama de una nación rica en petróleo que aparece como un país en crítico subdesarrollo y sin posibilidades de resolver ese sombrío panorama.

Los viejos partidos experimentaron una declinación acelerada, un desvío popular ostensible, un descrédito letal. Se quedaron sin renovar su gastada ideología, y sin propuestas concretas para la solución de una problemática, económica y social que avanzó en las últimas décadas. Algo parecido ocurrió con el liderazgo político: se desvalorizó, perdió aceptación.

Que una nación que debería registrar desarrollo continuo y prosperidad navegue en las turbulentas aguas de la depresión, es incomprensible. Especialistas endosan la responsabilidad a la clase dirigente -sin exclusiones- que se contentó con la vida regalada del petróleo y dejó que su patria descendiera al infortunado y peligroso momento que hoy vive. No se trata solo del drama social: está en juego la estabilidad política de uno de los grandes de la producción petrolera universal.

Crisis económica, malestar social, liquidación de los partidos, ausencia de dirigentes con autoridad, pobreza, un Estado débil, son camino seguro a la pérdida de la estabilidad democrática. Maduro -el jefe del maltrecho Estado- es un presidente débil, asediado por problemas que no sabe resolver; mandatario mediocre, candidato ideal para salir del gobierno por un estallido social incontrolable. Una nación dependiente de las importaciones está condenada. Es el caso de Venezuela, donde la comida hay que traerla del exterior. El llamado ‘Socialismo del Siglo XXI’ tendrá que desaparecer. Su fracaso es rotundo.

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