Erradicar ecosistemas naturales

Colombia es un país de contradicciones explícitas y sostenidas.

Mientras el Gobierno Nacional en el Plan Nacional de Desarrollo (PND 2014-2018) se compromete a la protección de páramos y humedales, a disminuir la deforestación y llevar a cero la pérdida de bosque natural para el 2030, ese mismo Gobierno propone apoyar el desarrollo del sector agropecuario y la construcción de la paz transformando zonas de la reserva forestal de la Ley 2 de 1959 y ecosistemas naturales de la Orinoquía en zonas de producción agropecuaria.

El PND 2014-2018, en concordancia con los compromisos nacionales sobre cambio climático (COP21, París), dice que definirá y ejecutará una estrategia nacional para disminuir la deforestación y la degradación de los bosques y que comprometerá a los sectores productivos con planes de sostenibilidad para recuperar los bosques que su actividad haya degradado.

Simultáneamente, se tramita un Proyecto de Ley (223 de 2015 Cámara / 174 de 2015 Senado) sobre las llamadas Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social (Zidres), según el cual “los territorios declarados como Zidres serán sustraídos automáticamente y para todos los efectos de la Ley 2ª de 1959 y modificarán en todo lo pertinente los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), los Planes Básicos de Ordenamiento Territorial (PBOT) y los Esquemas de Ordenamiento Territorial (EOT) de los municipios vinculados”. Esto se hace para favorecer el desarrollo agroindustrial en el piedemonte llanero y amazónico.

El futuro de los bosques también se compromete, en el texto del Acuerdo de La Habana sobre Reforma Rural Integral que se basa en la titulación de baldíos nacionales (reservas forestales) a campesinos sin tierra. La propuesta de intervención no garantiza sostenibilidad económica ni ambiental en ecosistemas frágiles.

Entidades del mismo Gobierno afirman que en Colombia ya hay un déficit de bosques. De un área de vocación forestal del 58% tenemos en bosque cerca del 50%. En agricultura estamos usando el 6%, cuando el área con esa vocación es cercana al 18%. Usamos en ganadería cerca del 35%, cuando el área con esa vocación es cercana al 15%; esa diferencia es porque hay vacas donde debería haber cultivos y bosque. El desarrollo agroindustrial debería darse transformando parte del área hoy en ganadería para hacer allí agroindustria. Las tierras que hoy están cubiertas por ecosistemas naturales poco intervenidos son, en su mayoría, suelos frágiles y pobres.

En tiempos de cambio climático, calentamiento global, sequías e inundaciones, cuando los ecosistemas naturales día por día cobran mayor valor económico, social y ecológico, surge un llamado a talar bosque y destruir ecosistemas naturales. Profunda contradicción.

Los ecosistemas naturales, protagonistas esenciales de la vida nacional, solo recientemente empiezan a tener un grupo de dolientes que los defiendan. Crece un movimiento local, nacional y global a favor de su manejo y conservación.

Simultáneamente, multinacionales, agroindustria, guerrilla y el Gobierno piensan que, para mejorar condiciones de vida y competitividad, hay que sustraer tierras de la reserva forestal, talar bosque y destruir servicios ecosistémicos irrecuperables. Lo políticamente más fácil no tiene sostenibilidad social, económica ni ambiental. Tenemos que innovar y pensar país y bienestar de otra manera.

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