Estaba cantado: maleza dentro de la cosecha

Si alguna sabia lección había dejado la derecha civilizada era la disciplina de partido. La misma actitud de la izquierda comunista. Por eso se distinguieron los partidos de la Europa posterior a la segunda guerra mundial, aunque sus mutaciones internas y sociales los han pintado de colores lila. Los partidos de Stalin y de Hitler funcionaban por una combinación de miedo al terror y un nacionalismo ultra. No eran partidos de libres voluntarios, sino de delirantes.

El partido Centro Democrático tiene unos estatutos, un Presidente, una dirección nacional y una militancia que no es homogénea, no obedece a una “disciplina para perros”. Se orienta por unas tesis y propuestas que denominamos Uribismo. El uribismo es una praxis y un pensamiento racional y democrático. Tiene un fundamento liberal en filosofía y un sentido patriótico de su sentir nacional. Respeta la forma republicana de la organización del estado, es constitucionalista y no confesional, es decir, acepta la separación de la iglesia y el estado y por lo tanto rechaza un estado teocrático. Defiende las libertades básicas de un estado de derecho como son la libertades de credo religioso, de expresión, de movilización, de empresa, de credo político y en general los derechos y deberes consagrados en la CN.

Por lo anterior tiene claro que sus principales enemigos políticos están en la Casa de Nariño y no en el pueblo colombiano. Están en las filas comunistas de las Farc y el ELN y en sus reales aliados públicos y clandestinos que pretenden establecer una república socialista al estilo de los Castro y Chávez. ¿Quieren más los angelitos?

Quieren menos, por supuesto. Quieren una caverna donde se asienten los postulados de los ultras, de los vampiros de la noche, de los conspiradores de la nefanda noche de las narices frías y de los puñales góticos.

Quiere “la Caverna” aprovechar el sentimiento religioso católico y cristiano de la mayoría de los colombianos, para obligarnos a comulgar con la exclusión de quienes no creen en sus dogmas políticos y religiosos. Cree “La Caverna” que el Centro Democrático debe moverse del centro ideológico a la extrema derecha cacofónica del antiguo laureanismo. Y sobre todo aspira y predica, como todo predicador en lo alto de la mezquita, que debe dirigir al CD desde un micrófono radial. Cree “la Caverna” que puede ser el faro intelectual del Centro Democrático, repartiendo palo de limoncillo azul, desde París, como una especie de Vladimir Lenin en el exilio, que no tiene tren para entrar a Bogotá.

Bien llegada la candidatura única de Iván Duque, como un hombre de la esperanza, que lanza el Centro Democrático, a pesar de los gritos pirotécnicos que expele el predicador en la punta rocosa del barrio Chipre, en la Manizales del alma que tanto admiramos. Si sabrán los caficultores cuánto daño hace la maleza y cuando el cafeto necesita el socaleo.

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