Estudiantes: sin enfrentar corrupción universitaria es inmoral pedir más plata

Silencio cómplice sobre el deterioro institucional, las venas rotas y las malas prácticas de las universidades públicas.

Lo correcto, lo moral es cuidar los recursos públicos. Los líderes estudiantiles saben que la mayoría de las universidades está siendo mal administrada, pero lo que les importa es hacer resistencia política al gobierno.

No les importa garantizar el buen uso de los recursos públicos en las universidades estatales. Es incorrecto, es inmoral llevar más dinero de los contribuyentes a instituciones tomadas por entramados corruptos y clientelistas.

Esta semana no más la Fiscalía capturó a un exrector de la Universidad de Cartagena. A la comunidad no le sorprendió, y espera que se investigue la corrupción que ha desangrado la institución, que hoy tiene siete vicerrectorías.

Este viernes no más continuó el proceso por demanda de nulidad de la designación de rector de la Universidad Francisco de Paula Santander, UFPS. A mitad de año, el MEN envió una carta conminatoria a los miembros del Consejo Superior Universitario, CSU, reiterando que uno de los dos candidatos estaba inhabilitado y se abstuvo de asistir a la sesión de elección.

Sin embargo, el CSU escogió al candidato inhabilitado, con el voto del delegado del presidente Santos. “Con Parra en la rectoría de la UFPS, Cristo asegura una trinchera”, fue un titular. El elegido inhabilitado llegó al cargo por sexta vez. Ocupó la rectoría del 2000 al 2015, y pues la UFPS está lejos de acreditarse en alta calidad. Saquen las conclusiones.

Si el liderazgo del paro estudiantil estuviera debidamente preocupado por la educación superior al menos tendría el estándar de condicionar el aumento de recursos a medidas preventivas en casos aberrantes.

El rector de la Universidad del Pacífico, con sede en Buenaventura, está suspendido tres meses por el Consejo Superior debido a malos manejos administrativos, que el CSU remitió a la Procuraduría. Todos saben la historia de esa universidad, inviable bajo las actuales condiciones. ¿Quién quiere enviar más dinero a ese botín? Nuestros líderes estudiantiles, tan indignados con el resto de corrupción.

LaSillaVacía encontró que seis rectores “son del bolsillo de sus padrinos políticos”, cuatro están aliados con políticos cuestionados o condenados, y que “casi todos tienen vínculos con algún político”. Las instituciones de educación superior públicas están lejos de ser las únicas instituciones impolutas de Colombia, y es irresponsable y carente de valor civil y de visión no ponerlo sobre la mesa de la opinión pública y de la negociación.

Antes que “crisis financiera” puede haber una “crisis ética” en muchas universidades públicas. La corrupción del ethos académico se ve en los profesores y los estudiantes.

Las comisiones de asignación de puntajes cooptadas por rectores para otorgar incrementos salariales a discreción y las publicaciones a 200 y 300 euros en revistas académicas chimbas de Bulgaria y la India para ganar puntos salariales son una muestra. Un docente se atrevió a publicar más de 10 artículos en una misma edición prepago y se subió el sueldo fabulosamente.

Muchas divisiones de sistemas de las universidades funcionan también como mercados de traficantes de notas, cancelaciones, disminuciones de matrículas y títulos falsos con dinero o sexo como divisa.

Nuestros líderes estudiantiles, tan olvidados del espíritu del Manifiesto de Córdoba, Argentina, de 1918, deberían hacer un listado de las cosas que se deben erradicar o controlar como condición para recibir más recursos públicos, adelantándosele al gobierno.

Convenciones colectivas abusivas con los contribuyentes, dádivas o rentas para volver cómplices a los representantes estudiantiles, nepotismo en el personal administrativo de rango medio con nóminas paralelas, contratación clientelista o politizada de docentes ocasionales, profesores en comisión sin medida ni control, laxitud normativa para la permanencia estudiantil en las carreras: todo esto debería aparecer en el listado de una comisión independiente que acompañe y asesore la inversión pública en educación superior.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Llegamos porque el diseño del subsistema lleva 26 años sin corregirse, pues no hemos hallado hasta ahora la fórmula de gobernabilidad para hacer la reforma, y bueno, tampoco la urgencia o la angustia como país para saber que este sistema de educación superior no es el que necesitamos para una senda de crecimiento alto de largo plazo en medio de la cuarta revolución industrial.

Y no es solo el diseño del sistema y sus incentivos, es el diseño de la institución universitaria como “unidad” del sistema. Por ejemplo, la “obsolescencia en modalidades de organización académica: permanece el 'departamento' monodisciplinario versus formas alternativas de centros o institutos interdisciplinarios de investigación y docencia”, como señala el investigador Víctor Manuel Gómez de la Nacional. Ni se diga el atraso pedagógico o la oferta de formación.

Pero, por ahora, deberíamos ponernos de acuerdo en que es inmoral aprovecharse de la autonomía universitaria para malversar recursos públicos. Y que algo tenemos que hacer al respecto, no propiamente un paro con motivación política.

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