Estulticia institucionalizada

La preparación académica en Colombia es muy deficiente, como lo demostraron las pruebas PISA y esto es más acentuado en los medios de comunicación y en la burocracia. Pero esa estolidez está perjudicando seriamente al País. Cada tontería divulgada en letras de molde o por los micrófonos se vuelve un dogma y termina convirtiéndose en decreto o ley. El tema ambiental ha sido un campo muy amplio para este ejercicio de la ignorancia y la bobería. La gente repite cualquier cosa que oye o lee en alguna revista de peluquería. Como ejemplos de esto se presentan toda una serie de idioteces respecto al estiaje que aqueja a Casanare, unos afirman que la falta de lluvias se debe a la actividad petrolera, otros dicen que las fuentes de agua se están secando por la prospección sísmica. Las sequías estacionales se han presentado en los Llanos desde tiempo inmemorial, mucho antes de la exploración petrolera. El petróleo se busca y explota en muchos países del Mundo y en ninguna parte se les han ocurrido semejantes sandeces. En el Putumayo se ha explotado petróleo por más de 60 años y es una de las regiones más lluviosas de Colombia.

El sartal de disparates de periodistas y funcionarios no se detiene ahí. Decidieron sacralizar los páramos, aseverando que en dichas áreas se genera el agua del País, algo absolutamente errado. La zona de condensación y máxima pluviosidad se sitúa a los 2000 metros de altura, los grandes caudales hídricos de Antioquia no proceden de páramos. Los aforos de caudal de los ríos Suárez y Chicamocha, estudiados para la presa del río Sogamoso, muestran que el río Suárez casi duplica el caudal medio del Chicamocha, siendo este último el río por el que desagua la mayor extensión de páramos en Colombia. ¿Dónde están esos caudales? La mentira no se puede volver ciencia y mucho menos institucionalizarla. Pero el delirio de “salvar” los  páramos ha llegado a un extremo tal, que ronda en el Ministerio del Medio Ambiente el proyecto de erradicar toda actividad económica en áreas situadas por encima de 2.900 metros de altura. Una chifladura de tal tamaño que llevaría a declarar la cebolla, la papa y la alverja, cultivos ilícitos. Además esto implicaría el éxodo de alrededor de 2 millones de personas y posiblemente la demolición de ciudades tales como Tunja, Ipiales y Túquerres para evitar que se acabe el agua en Colombia. Todo esto es de un absurdo y una estupidez que asombra. ¿Con los conflictos que tiene Colombia quieren crear uno más? ¡Cómo se nota la ignorancia de funcionarios y periodistas al respecto!.

Respecto a la minería, la histeria ha llegado a extremos delirantes, para los ambientalistas la explotación del subsuelo es una actividad peor que el narcotráfico, se ha creado un despliegue publicitario sesgado y mentiroso en contra de dicha actividad. A la ciudadanía de Bucaramanga le dicen que la minería los va a envenenar con cianuro, una falsedad torpe y malintencionada ya que el cianuro es inestable en aguas con un pH inferior a 7, esa decir aguas ácidas, todas las corrientes fluviales de Colombia presentan pH por debajo de 7. Esto  lo dice el IDEAM. Por tanto es falso que dicha sustancia pueda llegar al acueducto de esa ciudad. De esto salió la torpe idea de crear un parque nacional en Santurban algo tan estúpido como que en Perú declararan parque nacional Cerro de Pasco o en Bolivia Potosi. La desinformación ha llegado a tal extremo que recientemente un ministro de agricultura declaró que la actividad agrícola en Colombia estaba amenazada por la minería.

En cambio no mencionan el peligroso disparate que ha cometido el Acueducto de Bucaramanga al levantar una presa con más de 100 metros de altura, aguas arriba de la Ciudad, siendo la zona de muy alta sismicidad. En ciudades como Johnstown en Pensilvania y Vaiont en Italia hubo desastres espantosos por esta clase de errores.

La histeria ecológica ha sido el principal factor del atraso y abandono de la vertiente del Pacífico. Durante muchos años la negligencia y los prejuicios de los sucesivos gobiernos omitieron construir la infraestructura que permitiera incorporar dicha región al desarrollo del país. Obras tales como la carretera Quibdó-Bahia Solano, Cartago-Nóvita, Popayán-Guapi, Junín-Barbacoas, la carretera Panamericana a Panamá o la refinería de Tumaco fueron sistemáticamente omitidas. Posteriormente al llegar la fiebre ambiental la situación no fue de omisión sino de abierta hostilidad; obras como la carretera Animas-Nuquí, la hidroeléctrica del río Micay, el puerto de Bahía Málaga, el puerto de Tribugá, la Via Panamericana y otras fueron canceladas por presiones ambientalistas, pero peor aún, las actividades productivas típicas de la región tales como la minería de metales preciosos y la extracción de maderas han recibido un satanización mediática y en los ámbitos del Gobierno han terminado por considerarlas delictivas. En un medio geográfico impropio para la agricultura y ganadería se ha ido paulatinamente empobreciendo la población y esta situación desembocó en el imperio del narcotráfico y en una delincuencia generalizada. La pobreza resignada se convirtió en un imperio de mafias que tiene en jaque al Gobierno Nacional. ¿Los ambientalistas han protestado ante el delito generalizado? Les tiene sin cuidado para ellos lo único importante es el acatamiento de las órdenes de las ONG que los financian.

La alharaca ambiental, no solamente impulsó la proliferación del delito en el Litoral Pacífico, convirtiendo esa región en el sector más peligroso de la geografía de Colombia. La obstrucción sistemática al desarrollo ha perjudicado a los habitantes de casi todo el País. Obras necesarísimas, tales como la variante de la carretera Pasto-Mocoa fueron sistemáticamente obstaculizadas con el pretexto de daños ambientales, sin tener en cuenta los cientos de muertos que ha causado esa trocha infame. La carretera Palermo-Plato que permitiría comunicar una zona paupérrima del departamento del Magdalena lleva años esperando porque puede afectar los “humedales”. La vía Popayán-Mocoa fue cancelada y las obras realizadas abandonadas porque cruza zonas de gran biodiversidad (además de ser un santuario de las Farc).

La creación de parques nacionales ha sido un verdadero caos, parece que dichas áreas las definen sin por lo menos visitarlas. Naturalmente la mayor parte de los “parques” no han sido objeto de estudios científicos de ninguna clase se desconoce su geología, su edafología y su tan cacareada “biodiversidad”, porque generalmente se han tornado santuarios para la subversión y la delincuencia. Crearon un parque de nombre impronunciable en el bajo Apaporis donde se encuentra uno de los yacimientos de hierro más grandes del Mundo, congelando un recurso que pudiera cambiar la economía de Colombia. Establecieron el parque “Los Catios” el cual parece diseñado para obstaculizar la Carretera Panamericana y en cuyo territorio existió un gran ingenio azucarero. ¡Pero según el Ministerio del Medio Ambiente es una reserva impoluta. Naturalmente está convertido en un corredor de toda clase de tráficos ilícitos y tachonado de minas quiebrapatas. Así los parques nacionales se establecieron para impedir toda clase de actividades económicas lícitas, por tanto en su mayor parte son dominio de la delincuencia.

Es muy triste notar que en Colombia grandes decisiones no se tomen con un criterio científico sino en base a conceptos que parecen consejas de costurero.

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