Eufemismos

En la vida hay un refrán poderoso que aplicará por los siglos de los siglos: “Al pan, pan y al vino, vino”. Desde chiquitos nos enseñaron que decir mentiras es malo y crecimos con los cuentos del Pastorcito Mentiroso y de Pinocho como señales inequívocas de que decir lo que no es trae consecuencias, no las mejores, por demás.

La semana pasada, en su correría mediática, el presidente Juan Manuel Santos les pidió a los medios de comunicación que empiecen a “desescalar” el lenguaje con las Farc, dejando de llamar a sus miembros “bandidos o terroristas”. ¿Cuál será, entonces, el origen de semejante adefesio de solicitud santista? ¿Será un favor que le están haciendo a los ofendidos jefes guerrilleros?

La solicitud de Santos lo lleva a uno a imaginar lo inimaginable. Qué tal un “Iván Márquez” o un “Pablo Catatumbo”, tipos que son delincuentes y terroristas (tienen cuentas pendientes con la justicia por varios delitos, entre ellos terrorismo), diciéndole al presidente: “Vea, Juanma, acabamos de lanzar unos cilindro bombas y matamos un montón de gente incluyendo niños. Algo como lo que hicimos en Bojayá. Pero estamos muy ofendidos porque nos están diciendo asesinos y terroristas en los noticieros”.

Los calificativos negativos que recaen sobre las Farc se los ganaron por hechos concretos. No es un asunto de estigmatización ni de poner en una orilla a los buenos y en la otra a los malos. Se trata de “al pan, pan y al vino, vino”. ¿Qué pasa entonces cuando los cabecillas guerrilleros hablan de oligarquía corrupta, de imperialismo que somete al país, de sociedad corrompida? ¿Eso no es violencia verbal?

Está bien que se modere el lenguaje. La petición se puede aceptar como si fuera un ejercicio de programación neurolingüística básica. Se les puede pedir a los medios no pasarse en adjetivos, evitar su uso en lo netamente informativo y no caer en la caja de resonancia de los emisores, quienes tienen siempre alguna intencionalidad (como lo hacía el antiguo ministro de Defensa, un tipo más efectivo en el mundo de los calificativos que en el de la acción), pero no se puede pretender caer en eufemismos cuando se tenga que hablar de los tantos actos terroristas que cometen.

El lenguaje hace parte vital de la Paz y de la reconciliación. Eso es claro. Las palabras calman o incendian. Tristemente, en Colombia nos hemos acostumbrado a que incendien porque no sabemos llamar las cosas por su nombre, razón por la cual no entendemos la gravedad de los actos de muchos que tienen al país jodido. Al político que está en la cárcel por robarse los impuestos, lo seguimos llamando “doctor” en vez de “corrupto”; al vivo que les quita las cosas a los otros a punta de artimañas lo llamamos “avispado”, en vez de “tumbador”; al que se mantiene buscando camorra lo llamamos “verraco”, en vez de “peleador y problemático”.

Yo le sugeriría a Santos cambiar el mantra que usó en algún momento -ese de no pelear con Uribe- por uno nuevo: saber decir las cosas como son y no amañarlas a la paz que él quiere. De lo contrario, por culpa de peticiones como esta seguiremos en una sociedad solapada, que disfraza la realidad y envuelve todo en cáscaras de huevo. Les pongo, entonces, un ejemplo de cómo serían las cosas si el nuevo mantra no llegase a operar. Situación real: Atentado de las Farc a un oleoducto petrolero con un alto impacto al medio ambiente. Situación sin nuevo mantra: Personas alzadas en armas, que hacen parte del negocio ilegal de producción y distribución de sustancias alucinógenas, le hicieron un rotico al tubo por el cual se derramó algo de petróleo que afecto a las matas, los pajaritos y los peces que estaban alrededor”. Eso sí sería un chiste completo.

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