Expectativas

Las expectativas son fundamentales en el desempeño económico. La percepción que tienen los agentes económicos del futuro es un elemento determinante en la toma de decisiones. Sin confianza en el futuro, se frenan los procesos de inversión, se postergan las decisiones de consumo y los proyectos entran en fase de espera.

El proceso electoral genera siempre tensiones en la economía. Esta campaña ha sido particularmente pobre en debates de altura. Además, producto del tenso ambiente de acusaciones, los temas económicos han pasado a un segundo plano. Para los analistas, luego de los comicios, nuevos elementos de incertidumbre deben entrar en sus modelos. La paz, los costos que ella implica y el reparto de las nuevas cargas que se generarían para asumir los nuevos compromisos, deben preocupar a los que planean.

El Gobierno insiste en que la paz es el mejor negocio que Colombia puede hacer. Sin duda, si la paz reduce significativamente la violencia, será muy provechosa. Pero existen dos elementos de incertidumbre que deberían hacernos reflexionar.

El primero es la experiencia de otras sociedades que han tenido conflictos irregulares como el nuestro y hoy tienen los más altos índices de violencia e inseguridad del mundo. La segunda preocupación es la de los costos de la paz y de cómo se distribuye entre los segmentos de la población. Dado que el Gobierno ha sido hermético sobre los acuerdos, es imposible hacer un estimativo de lo que costarán los puntos acordados. El tema de la viabilidad financiera y presupuestal no ha sido tenido en cuenta en La Habana. Los gremios, que con tanto entusiasmo han respaldado la negociación, muy seguramente se llevarán una sorpresa cuando les presenten el estimativo de la factura. Porque lo único claro es que la paz, tal como ha sido negociada, será muy costosa y deberá pagarse con más impuestos, que asumirán, como es obvio, los sectores pudientes de la sociedad.

Está bien que los inversionistas crean el discurso sobre los beneficios de la paz. Pero sería prudente no evitar la otra parte de la ecuación sobre la que el Gobierno no quiere que se hable ni pregunte. Cualquiera que plantee alguna inquietud al respecto es tildado como enemigo del proceso y condenado al ostracismo. Pero lo responsable es elaborar escenarios de sensibilidad e impacto ante un entorno político que puede ser de mucha inestabilidad.

El Gobierno actual le apuesta a que, cuando la factura necesite ser cubierta, ya no estará en el poder y, por lo tanto, será un problema que no le concierne. Pero el inversionista no puede tener la misma actitud. Para los proyectos y las empresas, las elecciones no son sino hitos temporales. Lo determinante es el mediano plazo, cuando se obtienen las rentabilidades.

Que los políticos no se tomen en serio la economía es algo que no debe sorprendernos. No es de extrañar en un país como el nuestro, donde la clase política es poco preparada en la materia. Pero los empresarios y analistas no pueden tener la misma actitud ligera de creer que lo que pasa en las elecciones no afecta sus negocios.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar