Falsas promesas

En tiempos de campaña los colombianos vimos a dos Juan Manuel Santos distintos. El primero, un presidente candidato soberbio que miraba con desprecio a sus rivales. No comparecía a debates y concentraba todos sus esfuerzos en garantizar su victoria a punta de acuerdos politiqueros con los dirigentes de los partidos que integran su coalición de gobierno.

Como al comienzo de la campaña las encuestas lo favorecían, poco se preocupó por proponer una agenda de gobierno a los colombianos. Cuando vino la adversidad revirtiendo las previsiones de los sondeos, apareció en el escenario un segundo Juan Manuel Santos. Desesperado, buscando debates con el candidato del Centro Democrático y visitando las diferentes regiones de la geografía nacional prometiendo, como se dice popularmente, el oro y el moro.

Leí un juicioso análisis realizado por mi colega el senador Alfredo Ramos en el que demuestra que el 53% de las promesas incluidas en el plan de desarrollo aprobado para el primer gobierno de Santos fueron incumplidas.

En resumen, más de la mitad de lo trazado por el presidente quedó primorosamente plasmado en el papel. En materia de infraestructura, el incumplimiento es francamente alarmante: el 81% de lo expuesto en la ley del plan de desarrollo no se llevó a cabo.

Pero miremos lo que nos espera. Fueron muchas las promesas de Santos-candidato. El agobio por la derrota que se figuraba en el horizonte le propinaría, lo llevó a ofrecer un programa de construcción de 1.2 millones de casas, sumado a la ampliación de las tristemente célebres 100 mil casa gratis que supuestamente se iban a entregar en el primer periodo. Propuso subsidios para 200 mil de las denominadas “viviendas prioritarias”.

En materia de educación, de manera descarada se apropió de la propuesta del Centro Democrático. El objetivo de Santos es el de hacer de Colombia el país “más educado en el 2025”. Prometió que triplicará los créditos subsidiados con becas para la educación superior y la modernización de 4 mil escuelas rurales llenándolas de bibliotecas y equipos de cómputo.

Como si estuviera en una feria firmando vales a la vista, dijo que de acá al 2018 creará 400 mil nuevos cupos para la educación superior, mientras decía que los estudiantes podrán acceder a los créditos sin necesidad de presentar un fiador.

La salud no se quedó por fuera de las promesas de Santos. Como por arte de magia, dijo que se acabarán las demoras en la atención a los pacientes, ya sea en hospitalización o en consulta externa. La pregunta obvia es ¿Cómo lo va a lograr? ¿Se acabarán las demoras por decreto? Del mismo modo, dijo que en estos cuatro años se superará el preocupante déficit de especialistas que afecta la prestación de los servicios de salud.

Promesas por aquí, por allá y acullá.

Sabíamos desde el comienzo que todo aquello era inviable por una razón potísima: este gobierno ha sido en extremo desordenado en el gasto. Durante el primer cuatrienio vimos a un Ejecutivo girando a dos manos, debilitando de manera grave las finanzas públicas. Los primeros cuatro años de Santos reflejaron un crecimiento exponencial de la burocracia oficial. Abrió ministerios innecesarios, creó agencias estatales que no se requieren y estableció misiones diplomáticas en países con los que Colombia no tiene urgencia de estrechar sus relaciones.

En la primera campaña juró ante los colombianos que durante su gobierno no aumentaría los impuestos. Pero como el palmarés de promesas es tan grande, entonces puso al ministro de Hacienda en la tarea de exprimir a los contribuyentes. Hace unos días en el Congreso fue radicado el proyecto de reforma tributaria que busca aumentar el recaudo en 53 billones de pesos.

Si este gobierno fuera juicioso en el gasto, si no hubiera feriado los recursos públicos en la politiquería y en la corrupción, mucho de lo prometido en campaña podría llevarse a cabo sin necesidad de aumentar los tributos. Pero como no es así, habrá que pagar más impuestos en la incerteza de si esa nueva plata se invertirá en los temas que requiere la nación o si por el contrario se dedicará para mantener bien aceitada –o “enmermelada”, según como se quiera leer- a la coalición de gobierno.

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