FUNCIONÓ EL MANIQUEÍSMO

Era prácticamente imposible –y así lo vaticinamos hace ocho días- que Santos perdiera. Tenía todos los factores y agentes del poder en sus manos para utilizarlos como ariete. Fue una lucha electoral tan desigual como agresiva.

La maquinaria estatal funcionó. Ningún tornillo se desajustó. Abundantes recursos para modelar conciencias y armar toda clase de coaliciones. Y una bandera, la de la paz, hábilmente enarbolada que caló. Atrajo el apoyo internacional. Les funcionó el maniqueísmo entre la guerra y la paz. Y Zuluaga no pudo desmarcarse del injusto sambenito de guerrerista que le colgaron.

Ya comienzan las expectativas acerca de la gobernabilidad y cumplimiento de tantas promesas en este nuevo cuatrienio santista. Los compromisos que adquirió son cuantiosos, no solo medidos en billones de pesos, sino por la clase de socios que reclutó. Es una tropa pedigüeña para satisfacerla, que va desde los caciques de pueblos hasta a los más encumbrados y voraces barones de la política nacional.

La opinión pública verá cómo gobernará Santos con tan vasta, heterogénea y exigente clientela. Si las gentes tendrán la misma frustración del periodo pasado cuando se desperdiciaron las posibilidades de impulsar las grandes reformas estructurales que pedía el país, a pesar de contar con más del 90% del Congreso. Sus programas banderas como la justicia, la educación, la salud, el régimen pensional, el combate a la corrupción, no se concretaron. Así que no nos hagamos tantas ilusiones con lo que seguirá.

Las Farc entran en escena, pisando duro, para exigir contraprestaciones onerosas. Sabremos al fin de cuentas si se refrendarán los pactos de La Habana a través de un referendo o del Congreso. Conoceremos bajo qué condiciones se les va a reparar a los 6.5 millones de víctimas de la violencia, los 55 billones de pesos prometidos.

En este proceso de paz cabe preguntar, ¿cómo se va a aplicar la justicia para que esta no se dé a través del revanchismo o la sepulte la impunidad? ¿Cómo se va a hacer compatible esta con la paz para que no se desequilibren y frustren su funcionamiento? ¿Cómo se ajustará la justicia transicional con la justicia internacional amparada en los acuerdos suscritos por Colombia con los organismos externos? Tendrá Santos que explicarles a los colombianos, con claridad y transparencia, cuáles son los alcances reales de lo que se va firmar para convocar al país a su refrendación y aplicación.

Pero no solo el proceso con la guerrilla entra en sus definiciones. La seguridad del ciudadano debe ser una prioridad inaplazable en la agenda de gobierno. Los homicidios, extorsiones, delitos sexuales, raponazos, hurto de vehículos, asaltos al comercio y vivienda, agotan toda clase de informes y documentos sin que hasta ahora se haya hecho algo contundente. La inseguridad en las ciudades se percibe con más virulencia que la acción de la guerrilla.

Así que el triunfo de Santos era previsible. La gran maquinaria del Estado funcionó a las mil maravillas. Lo que ahora es imprevisible es vaticinar cómo serán otros cuatro años de un gobernante impredecible, "mezcla de astucia y de cinismo y lleno de sorpresas cuyo denominador común son los virajes bruscos, los cambios de opinión y las decisiones desconcertantes", como lo califica William Ospina.

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