Geopolítica del petróleo

Las grandes potencias durante buena parte del siglo XX diseñaron su geopolítica teniendo en cuenta las principales fuentes petroleras mundiales. El crudo fue, es y será la sangre que mueve la economía.

Los países industrializados o en trance de serlo, asumen la defensa del llamado oro negro  y su explotación local como un asunto estratégico. Por ejemplo, los Estados Unidos y el Reino Unido se ocuparon de activar las alianzas con los productores de crudo.

Igualmente, dada la inestabilidad del Medio Oriente, donde se encuentran los gigantescos yacimientos de petróleo, las grandes potencias se ven obligadas a intervenir como garantes del orden internacional.

También se han generado divisiones artificiales y bloques superpuestos transnacionales que se mueven al vaivén de sus propios intereses.

Se recuerda cómo Inglaterra propició después de la II Guerra Mundial la creación del Estado de Israel en tierras bíblicas, luego de que la población judía sufriera en Europa las terribles penalidades de la confiscación de sus bienes y el holocausto nazi. Posteriormente, la descolonización del Imperio Británico facilitó la creación de nuevos Estados amigos, los que, con el tiempo, fueron cayendo uno a uno en manos de ambiciosos y corruptos políticos y militares, lo que se repite en otras zonas bajo influencia europea o de Estados Unidos, signadas por la explotación de petróleo.

En medio de ello, las potencias iniciaron un nuevo trato con los países productores de crudo. El petróleo comienza entonces a marcar las grandes decisiones políticas del momento. Amigos son aquellos que les garanticen a las potencias el suministro barato de este producto. De allí que, en cierta forma, el precio del petróleo se mantuviera bajo por años hasta que apareció la OPEP, creada por el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, con la idea de mejorar el valor del preciado líquido y los ingresos de los productores. Es así como se desató una suerte de guerra en los precios del oro negro, que la OPEP hizo subir hasta que la cotización  llegó a un nivel que hizo rentable su explotación en pozos que antes no lo eran, como algunos de Colombia o en el mar…

Casi todas las guerras del siglo XX están ligadas a la geopolítica del petróleo. La Unión Soviética no habría sido lo que fue sin sus inmensas fuentes de crudo, que le permitieron avanzar a una carrera armamentista con Estados Unidos. Lo mismo que al disolverse ese bloque, la Rusia de Putin no habría sobrevivido sin sus multimillonarias reservas petroleras. La cacareada revolución del “socialismo del siglo XXI”, que propició  Hugo Chávez con la chequera de la petrolera venezolana, fue posible gracias a esos fondos multimillonarios. Brasil impulsó su crecimiento gracias a que tardíamente se encontró petróleo en grandes proporciones en el gobierno de Lula, quien se beneficia del milagro económico de Cardoso y la rentabilidad de Petrobras.

Caso aparte en la geopolítica del petróleo es el de China, que cuenta con grandes reservas, que guarda para el futuro, pues hoy es el primer comprador mundial de crudo. Estados Unidos, entre tanto, se autoabastece. China tiene hoy grandes inversiones petroleras en Latinoamérica y mantiene la burocracia de Venezuela y Ecuador, con jugosos préstamos que se pagan con el preciado líquido.

En ese contexto de guerra de precios juega un papel fundamental Arabia Saudita, que apuesta a conservar y conseguir nuevos clientes, como a quebrar a los pequeños productores de Estados Unidos. La caída de los precios del barril de petróleo tiene de cabeza a países como Venezuela, que no solamente dilapidaron su bonanza, sino que persiguieron a los empresarios privados, comerciantes y productores del campo. Maduro, por ejemplo, viajó esta semana a China a conseguir fondos. Acostumbrado el vecino país a importar productos básicos, sin tener la renta petrolera crece el desabastecimiento y la pobreza. Ecuador, por su parte, acaba de recibir un cuantioso préstamo de China, respaldado con crudo, pese a que sus ingresos petroleros cayeron en un 50 por ciento. En todos los países de nuestra región al desplomarse los precios han caído los ingresos, forzando ajustes fiscales impopulares y no siempre acertados. De allí que la población acosada por la crisis, despierta, sale a las calles y presiona la salida de los gobernantes corruptos e ineficaces, a la manera de la llamada primavera árabe.

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