Gloria al bravo pueblo

En las elecciones el Gobierno perdió mucho más que un proceso. Ya la imagen del expresidente Hugo Chávez no genera la adhesión mecánica de otrora.

Y un buen día el pueblo despertó. Lo hizo con la grandeza de aquellos que creemos en el voto como instrumento democrático. La elección del domingo 6 de diciembre demostró que los venezolanos no estamos dispuestos a dejarnos manipular por la podredumbre; lección moral que recibió el régimen de manos de una nación cansada de abusos. Son dieciséis años transformados en una cruel persecución del pensamiento libre. Su política económica es la ruina profunda de un país castrado de oportunidades, forzosamente llevados a la mendicidad por un mecanismo financiero anclado en el primitivismo. Un gobierno que ve a la propiedad privada como al enemigo que tiene que arrasar, sin entender que este componente es fundamental para desarrollar una economía sustentable.

Las grandes naciones del planeta son aquellas en donde todos los sectores de la nación trabajan con la armonía que marca un estado de reglas claras. Comprenden que son parte de una sociedad obligada a entenderse. Atrás quedó la versión marxista de la lucha de clases, quizás el Gobierno no se enteró que sus ideas perdieron vigencia hace décadas. Murieron en el quirófano de la realidad social del mundo contemporáneo. La permanente exhumación de modelos políticos fracasados los llevó al colapso.

En las elecciones el Gobierno perdió mucho más que un proceso. Ya la imagen del expresidente Hugo Chávez no genera la adhesión mecánica de otrora. Aquellas demostraciones de lealtad frente al sarcófago que guarda los restos de un proyecto hegemónico se convirtieron en ceniza. El venezolano se libró de la maldición de los ojos del muerto. El mito que han tratado de forjar como eje de nuestro destino quedó derribado por las fuerzas de la razón. La aureola de invencibilidad y prepotencia también fue destrozada por el voto ciudadano. Las terribles intimidaciones no fueron óbice para que la gente literalmente les pasara por encima a cuanta intimidación quisieron imponer desde el Estado putrefacto. Con el sufragio mayoritario perdieron también los gobiernos que son mantenidos con nuestro petróleo.

La cofradía de parásitos internacionales que disfrutaron a placer de nuestras riquezas en desmedro del pueblo pobre recibió su presente. Los grandes mercados de la droga con sus ramificaciones en el mundo ya saben que sus múltiples conexiones gubernamentales serán investigadas a fondo. Los hijos del asesinato ruin en nombre de la redención social deben estar de pompa fúnebre. Esos que escupen muerte amparados en la complicidad oficial deben saber que sus días de veraneo en Venezuela se acabaron. En el ‘tsunami’ electoral venezolano igualmente rodaron grandes protagonistas del oficialismo. Esos que se creían impolutos, seres escogidos a perpetuidad para perturbarnos con su exposición mediática. Llegaron con sus ingentes recursos obscenos a tratar de lograr una victoria a consta de lo que fuere.

Al final terminaron castigados por un pueblo hastiado de sus dosis de veneno. Jugaron con la necesidad de la gente, quisieron fabricar una profunda división entre los venezolanos. Ellos se colocaron la corona de los verdaderos hijos de Bolívar. Los herederos de los héroes que nos legaron la patria, los demás son los taimados; los que nacieron en el regazo del imperio norteamericano y que balbucean traición.

Los venezolanos le han dado al mundo una lección de civismo. Aquí nació el proyecto chavista que llevó sus mecanismos siniestros al mundo entero. De la misma raíz salió el antídoto para detener el mal que se había esparcido en muchas direcciones. Tiempos de cambio profundo. Llegó la hora para que esa mayoría obtenida en el reciente proceso se ponga a la altura de su compromiso con la historia.

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