¿Halar o empujar?

En física, halar un objeto o empujarlo pueden producir el mismo desplazamiento, pero son fuerzas diferentes que responden a factores específicos. Lo mismo sucede en la economía.

No es lo mismo una economía halada por unos sectores en crecimiento que empujada por el gasto público.

Los recientes resultados de crecimiento de nuestra economía sorprendieron, no solo por su magnitud, sino también por los cambios en los sectores en expansión.

La buena noticia del crecimiento del primer trimestre del 2014 (+6,4 por ciento) sorprendió a todos los analistas y al mismo Gobierno. La construcción, con un espectacular crecimiento del 17,2 por ciento, con respecto al último trimestre del año anterior, se convirtió en el principal factor de expansión. Incluso la agricultura (+6,1 por ciento) y la industria (+3,3 por ciento) tuvieron cifras positivas a pesar de las graves dificultades sectoriales.

Minas, comercio y servicios también mostraron crecimientos superiores al 5,5 por ciento en los primeros tres meses del año.

Si a ello le sumamos un crecimiento del 9,9 por ciento en el comercio minorista, sin combustibles ni vehículos, el panorama no puede ser más alentador. Será necesario matizar estos resultados en el segundo trimestre, en el cual se sentirá el efecto negativo del paro agrario y las elecciones.

Pero lo que pocos han resaltado es que el rubro de servicios sociales, personales y sociales registró un crecimiento del 6,3 por ciento, algo que no se observaba desde hacía siete años.

Esta línea, que refleja el núcleo del gasto público, confirma que el presupuesto es hoy uno de los principales impulsores de la expansión del producto. Nada de ello sería grave si la eficiencia del gasto fuese alta y no existieran problemas de corrupción o de planeación.

Pero como es evidente que la mermelada ha untado porciones crecientes de la estructura presupuestal, existen suficientes razones para preocuparse por los efectos de mediano plazo y la sostenibilidad de esta dinámica centrada en el gasto oficial.

Por el momento, los impuestos, que crecieron por encima de la economía (+7,7 por ciento), parecen estar respondiendo al mejor ritmo de actividad. Pero no sobra recordar que las dinámicas de ingresos fiscales no coinciden con las erogaciones presupuestales, lo que puede llevar a brechas de tesorería que requieran intervenciones en el mercado de deuda.

Lo que sí está muy claro es la creciente dependencia de los factores internos de crecimiento.

El PIB no transable crece 46 por ciento más rápido que el transable, lo que confirma la preocupante dinámica de nuestras exportaciones, cuyos resultados son cada día más decepcionantes. Si a ello le sumamos que en abril la producción y las ventas de la industria volvieron a caer, hay serias razones para creer que los resultados del primer trimestre no son un punto de inflexión en la grave situación del sector manufacturero.

El Banco de la República actúa en consecuencia e inicia el ajuste al alza de la tasa de interés.

El Gobierno anuncia que viene una nueva reforma tributaria para cubrir los compromisos de la campaña e iniciar los gastos de la paz. Por ello, la euforia durará poco tiempo.

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