¿Hasta cuándo?

Lástima que  en Cúcuta ni las autoridades ni los organismos de seguridad son capaces de garantizar el orden que muchas veces se hace necesario. Por eso, todo el que quiere, hace y deshace en las calles, con la seguridad de que nada le ocurrirá. Por eso todo anda, como dicen, manga por hombro.

Porque Cúcuta —y Norte de Santander— no tiene ni autoridades ni seguridad y por ello la criminalidad gana en ocasiones todos los puntos que se les antoja a sus manipuladores y apoyadores.

Cada calle bloqueada, cada esquina tomada y ‘expropiada’, cada venta ilegal de gasolina, cada ventanal roto, cada molotov en el blanco, cada amenaza a un indefenso, cada asalto y cada hurto en las calles y en las casas, cada auto incendiado representan dolorosas estrellas negras en el tachonado mapa de esta ciudad digna de mejor suerte.

Ojalá aquí y en algunos municipios del Área Metropolitana hubiera alcaldes y secretarios de Gobierno y de Movilidad que se plantaran en la raya que juraron defender y pusieran la norma legal por encima de toda otra consideración y les dieran a todos los que generan intranquilidad el trato que les corresponde.

Permitir bloqueos de calles y avenidas y puentes ¿es parte de las funciones del alcalde y sus servidores como servidores públicos? Si es así, lo hacen muy bien. Si no, ¿entonces por qué no actúan, por qué no cumple con su deber legal y constitucional?

Ojalá ante los delincuentes —contrabandistas, vendedores de gasolina ilegal…— el Esmad usara aunque fuera una mínima parte del rigor y de la energía que despliegan a veces en otras situaciones a lo largo del país.

Ojalá los investigadores de tanto organismo de control y de seguridad que tiene el Estado arrestaran aunque fuera a un par de líderes de los disturbios, desde luego, en el supuesto en que tengan identificado a alguno, y les aplicaran aunque fuera una de las numerosas normas legales que les señalan sanciones.

¿Cuál es la razón para que en los puentes internacionales, escenarios favoritos de los protagonistas de disturbios, no haya cámaras de seguridad grabándolos en sus faenas criminales de apedrear lo que se mueva y de incendiar y saquear? Y es que ya prácticamente esto se ha vuelto paisaje, de ser tan frecuente. Cada vez que les provoca, lo hacen sin ningún temor.

Señores agentes del Estado: la ciudadanía no soporta más atropellos ni de los taxistas ni de los pimpineros ni de los contrabandistas ni de los asaltantes ni de nadie. ¿Es esto tan difícil de entender, como para que se den cuenta de que les corresponde a ustedes actuar para garantizarles a todos los cucuteños y a todos los habitantes del departamento el mínimo de seguridad que les permitan sentir tranquilidad?

Desde hace largo rato en Cúcuta y en otros lugares del departamento se perdió la batalla contra la inseguridad y la violencia. Y no la perdieron ni los cucuteños ni los nortesantandereanos: la perdieron las autoridades que adoptan una medida solo para derogarla cuando les llega el primer grito de rechazo de los violentos, la perdieron los cuerpos armados y los fiscales y los jueces que se azoran cuando cualquier motociclista decide bloquear la primera calle que encuentra.

Quizás nuestros agentes del Estado no saben la razón por la cual quienes bloquean los puentes internacionales no actúan al otro lado de la raya fronteriza —al fin y al cabo, la razón de sus disgustos está de ese lado—: pues porque en Venezuela no se andan con contemplaciones; allá saben que el poder es para poder y que la ley es para aplicarla a como dé lugar.

Desde luego, esto tan elemental parece ser para nuestras autoridades muy difícil de comprender. Mientras lo entienden, acéptenlo unos y otros: en serio, ¡ya no más!

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