Indicios deleznables

Las muy buenas columnas que sobre el caso de Luis Alfredo Ramos ha escrito esta semana José Obdulio Gaviria, me hicieron reflexionar sobre el asunto con el que hoy ocupo estas líneas: ¿Cuál es el delito de Luis Alfredo?

Démosle una rápida mirada a la sustentación de la medida de aseguramiento proferida en su contra por la Corte Suprema. Se dice, grosso modo, que Ramos puedo incurrir en el delito de concierto para delinquir agravado gracias a que existen estos indicios:

  1. Que participó en una reunión con jefes paramilitares
  2. Que tomó whisky en esa reunión
  3. Que en esa reunión se habló de los alcances de la ley de Justicia y Paz

Respecto al primer apartado, como bien lo dijo José Obdulio en sus columnas, reunirse, per se, no es un delito. Empecemos haciendo composiciones de lugar y creemos escenarios ficticios. Digamos que sí, que Luis Alfredo Ramos se le fugó a sus escoltas y se fue a una cueva donde se reunió con paramilitares. Pero además, digamos que él no se reunió ni una, ni dos, sino 73 veces con ellos. ¿Dónde está el delito? ¿Si X se reúne con Y y Y es un criminal, entonces X automáticamente se vuelve criminal?

Dice la Corte Suprema en su proclama política disfrazada de providencia judicial, que Ramos Botero no solo se reunió con los paramilitares, sino que además bebió con ellos. Segundo indicio que la justicia considera es demoledor. Empiezo diciendo que en las etiquetas de las botellas de whisky que venden en todas las licoreras del país dice que el “Alcohol es perjudicial para la salud”. Acabo de chequear mi bar y luego de revisar las botellas que allí tengo, no vi ninguna en cuya marca se lea que “Beber es un indicio de la comisión del delito de concierto para delinquir”. Volvamos al mundo de las hipótesis. Digamos nuevamente que en las imaginarias 73 visitas a los paramilitares, Luis Alfredo Ramos tomó con ellos, habló de mujeres, bailó y encabezó el trencito mientras sonaba la música. Con este nuevo elemento, tenemos que ni reunirse, ni tomar trago, ni comer, ni dormir con delincuentes son delito, salvo que se hubiera reformado el código penal y no nos lo hubieran informado. El concierto para delinquir se tipifica cuando varias personas se “conciertan con el fin de cometer delitos”. Fíjense bien en la redacción: varias personas, varios delitos.

Si tomar trago con personas al margen de la ley es una conducta típica, antijurídica y culpable, no entiendo por qué no se ha librado la respectiva boleta de captura contra el hermano presidencial, don Enrique Santos que confesó haber tomado cerveza y comido salmón con los voceros de las Farc. Ojo, no quiero que a Enrique lo metan preso, pero tampoco quiero que Luis Alfredo siga detenido con base en ese argumento peregrino.

Tercer indicio: Ramos, en esa reunión no solo tomó trago, sino que además habló con ellos sobre algunos temas relacionados con la ley de justicia y paz.  Para analizar esta parte, devolvámonos en el tiempo. Años 2005 y 2006. El momento más complejo del proceso de paz con los paramilitares. El gobierno tenía que manejar el calendario de las desmovilizaciones mientras reflexionaba y analizaba en Colombia y en el mundo los alcances de la ley de justicia y paz. Por primera vez en la historia de la humanidad, una sociedad iba a aprobar una norma que castigaría a los victimarios, que los obligaría a reparar a sus víctimas y a contar la verdad. Los años de las amnistías y los indultos, es decir, los años de la impunidad ya habían pasado.

El gobierno hablaba con todos los sectores políticos, académicos, económicos e internacionales sobre la norma. Dijéramos que como nunca había sucedido, en nuestro país hubo un debate nacional.

En ese contexto, ¿qué hay de malo, qué hay de criminal con que Luis Alfredo Ramos, en su condición de Senador de la República haya hablado con las personas a las que se les iba a aplicar la ley sobre los efectos de la misma? ¿No hará en los próximos días lo mismo el congreso colombiano que enviará una comisión de Senadores a La Habana a hablar de las normas que se aprobarán para darle desarrollo al marco jurídico para la paz? Si reunirse con grupos armados organizados al margen de la ley para intercambiar impresiones con sus representantes sobre los alcances de las leyes que se aplicarán con posterioridad a la desmovilización es un delito, entonces que la Corte Suprema vaya imprimiendo las boletas de captura contra los congresistas que preparan maletas para irse a la isla de los Castro.

Luego de este recorrido nos damos cuenta que la medida de aseguramiento contra Luis Alfredo Ramos está sustentada sobre unas bases deleznables. No obstante está y seguirá preso quién sabe por cuánto tiempo. Esto nos demuestra que en Colombia la justicia, como en la Alemania Nazi, se convirtió en la aliada ideal para destruir al que está en la oposición. Lo que los pandilleros de Hitler no podían hacer, lo dejaban en manos de los jueces, de esos que pasaron a la historia como “los juristas del horror”.

Luis Alfredo Ramos no está detenido por haberse reunido con paramilitares. No. El está privado de la libertad porque es uno más en el proceso de exterminio moral y político de un grupo que se llama uribismo. A él, como a Luis Carlos Restrepo, Andrés Felipe Arias y muchos otros, le acabaron la vida personal y pública por haber tenido el coraje de decir que es uribista y que por lo tanto aspiraba ser Presidente de Colombia en nombre de esa tendencia ideológica.

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