Infoverborrea y realidad

Cuando estuve en Remolinos del Caguán, recuerdo que al jefe guerrillero Yezid Arteta Dávila, alias “Joaco” si mal no recuerdo, la comunidad le tenía un aprecio inocultable. En esa época, hace casi 20 años, se les soltaron a un sacerdote y a dos líderes comunitarios un par de frases sobre él que parecían las referencias para la hoja de vida de un líder importante.

Arteta acaba de publicar un artículo muy pertinente sobre cómo la prensa de Bogotá da alaridos cuando caen soldados en el campo de batalla y sobre cómo desconoce o celebra la muerte de guerrilleros, dependiendo de su rango y del espectáculo mediático que alimenta el rating. También critica Arteta a la dirigencia política de este país, que descarga la responsabilidad de recuperar los poblados y los campos de la periferia exclusivamente de la mano militar.

Dice Arteta: “Muestran al público (los medios) las estadísticas que revelan un notable descenso en la cifra de ataques y víctimas pero sin tener en cuenta esa especie de ‘juego de tronos’ que encierra la lucha territorial. La lucha por el territorio y la población son las claves de este conflicto”. Hoy, desvinculado de la lucha subversiva, él lo recuerda. Por eso él buscaba ganarse a la gente y se hacía respetar, incluso en medio de las tensiones que genera la confrontación.

Como ya lo aprecié antes en este espacio, menciona la visión estratégica que tenía de esa relación el general Rubén Darío Alzate, retirado por la imprudente visita de civil que hizo a una comunidad del Atrato, en donde las Farc lo secuestraron unos días. Alzate, como otros altos oficiales de nueva generación, entienden que sin la confianza y el apoyo de la población civil la guerra no se gana o por lo menos no se sostiene con cifras favorables.

Pero Arteta desconoce dos asuntos graves, o los trata marginal y caprichosamente: disculpa a las Farc por la matanza de los diez militares en el Cauca, justificando las enormes dificultades que trae para la guerrilla sostener una tregua unilateral. Tras señalar que la perfección en la guerra no existe y que hay jefes de las Farc que están lejos de ser Mohamed Alí, que esquivaba los ataques del enemigo sin tener que dar un golpe (¿sin dejarse provocar?), Arteta encuentra entendible ese ataque, esa ofensiva en Buenos Aires, Cauca.

Puede tener razón respecto de que en algunos medios informativos abunda la “infoverborrea”. Le temen a la realidad y a la verdad. Esto es, “el hecho concreto no es el amo absoluto” de su periodismo”. Y “relativizan” los resultados militares y el dolor y estratifican los muertos. Es apenas esperable en medios insertos en “el estado de cosas” de nuestro orden institucional y de poderes. Igual ocurre si uno lee Ancol o la página electrónica de las Farc. ¿Qué más cargado de adjetivos y alaridos que una sala de redacción guerrillera?

Pero en una cosa es imposible coincidir: cada vez más, hace muchos años, la guerrilla se tornó más vertical, más impositiva y más violenta contra las comunidades. Cada vez más desconoció la especial protección que merece la población civil. Y por eso es tan impopular y falta de credibilidad.

Un descrédito que refrendó también al faltar a su promesa de una tregua unilateral. Si todos los jefes de las Farc no son Mohamed Alí, sí deben saber cuándo irse a la esquina del cuadrilátero: replegarse en su retaguardia en la selva. Ir a Buenos Aires, a copar una base del Ejército, fue como atacar al rival por la espalda, cuando descansa desprevenido entre dos asaltos. Eso, para el público animoso del boxeo o de la guerra, resulta muy sucio.

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