Jugando con el voto de las FF.AA.

El momento para proponer el voto para los miembros de las Fuerzas Armadas no es casualidad: hay jornadas electorales a la vista. Hoy, de nuevo, hay que invocar a Alberto Lleras.

Con el plebiscito refrendatorio de los acuerdos con las Farc en el horizonte inmediato, que ocupa toda atención e iniciativa del Gobierno y sus congresistas, vuelve y aparece la iniciativa que permitiría el ejercicio al voto de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Este es un debate recurrente, que aparece cada tanto y que, en teoría, busca abrir el espacio para que se considere que el sistema democrático e institucional colombiano es equiparable a aquellos con tan avanzado nivel de madurez política que consagran el derecho al sufragio de su personal militar y policial.

Se dice en esta ocasión que la reforma constitucional que habilita el voto para los miembros de las Fuerzas Armadas entraría en vigencia tan pronto estén ratificados los acuerdos con las Farc. Tanto el senador Roy Barreras, autor de la iniciativa, como el presidente Juan Manuel Santos, afirman que esta no será una decisión con aplicación inmediata.

Pero aparte de la casualidad de que el tema se active precisamente ahora, en tiempos de búsqueda intensa de adhesiones y votos para el plebiscito y las elecciones de 2018, se incurre nuevamente en el mensaje equivocado de que la firma de los acuerdos es el punto de inicio automático de una era de paz y normalidad. El posconflicto, entonces, y en contra de palabras del propio presidente, estaría desprovisto de tensiones, entre otras las de un poder civil que debe gestionar una reinserción de excombatientes a la sociedad, y unas Fuerzas Armadas sometidas a retos y desequilibrios de los cuales apenas hay conciencia.

El senador Barreras cifra en 450.000 uniformados los que podrían votar. Es decir, casi medio millón de ciudadanos que entrarían al mercado electoral. Y el término no es caprichoso: es una porción considerable de electores, objeto a partir de ese momento de toda clase de ofrecimientos y promesas para lograr representaciones políticas a su nombre. Las brigadas militares pasarían a tener entre sus funciones las de agentes intermediarias entre el jefe político de turno y la tropa que sufraga.

Además, los generales obtienen su ascenso previa aprobación de las comisiones y plenaria del Senado. Ya bastantes cargas tienen los altos oficiales para hacer valer sus hojas de vida y trayectoria de servicios, como para agregarles los de dueños de cupos de votos de los uniformados a su cargo para superar el plácet de muchos senadores, que no desaprovecharán esos términos de intercambio tan usuales en el ejercicio político nacional.

Hay que releer el discurso del entonces presidente electo de Colombia, Alberto Lleras Camargo, el 9 de mayo de 1958 ante los militares en el Teatro Patria, de Bogotá. Y entender y aceptar, como el gran estadista liberal, que “la política es el arte de la controversia, por excelencia. La milicia es el arte de la disciplina. Cuando las Fuerzas Armadas entran a la política, lo primero que se quebranta es su unidad. El mantenerlas apartadas de la deliberación política no es un capricho de la Constitución, sino una necesidad de su función”.

Concluia el presidente Lleras que “la política mina la moral y la disciplina de las Fuerzas Armadas”. Es bueno que en épocas de convicciones maleables y maniobras electoreras de quienes solo piensan en las próximas elecciones, se atienda el mensaje de quien tenía tan claras las responsabilidades del poder y la dimensión ética de su magistratura.

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