La Carta Democrática y Venezuela

Cuando en marzo de 2015 eligieron a Luis Almagro como Secretario General de la OEA, los del Foro de Sao Paulo batieron palmas. Pero les salió el tiro por la culata. Al decirle Almagro a Maduro que es un traidor y un dictadorzuelo -como lo hemos llamado reiteradas veces en esta columna- mostró ser independiente y un demócrata. Almagro escribe porque el dictadorzuelo está cada vez más agresivo y ha declarado un estado de excepción para acallar las protestas del pueblo ya fastidiado con el desabastecimiento de alimentos y medicinas, la inflación de tres dígitos y la violencia.

Ante esta situación se han planteado en el continente varias alternativas: Recordemos aquella mesa que se instaló luego de los incidentes de febrero de 2015 que, con la presencia de la canciller colombiana y del nuncio en Venezuela, fue una típica “mamadera de gallo” de Maduro. El dictadorzuelo propone ahora la mediación de Unasur, que es lo mismo que poner a los ratones a cuidar el queso. Otra, ya rechazada por la MUD, sentarse a negociar el referendo revocatorio. Y, finalmente, la aplicación de la Carta Democrática de la OEA.

La Carta Democrática, aprobada en 2001 en una Asamblea de la OEA por todos los países americanos, incluido Chávez, fue diseñada para defender a los gobiernos de eventuales golpes de estado. En sus principios aparece: “La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional… Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos… el respeto por la libertad de expresión y de prensa.” Nada de esto se cumple en Venezuela.

Cualquier país puede solicitar al Consejo Permanente la aplicación de la Carta y el mecanismo puede llevar a que una Asamblea Extraordinaria de la OEA suspenda al Estado involucrado como miembro del sistema hasta que arregle su problema.

Los gobiernos latinoamericanos han sido como el Congreso colombiano: enmermelados (sobornados por Venezuela) y arrodillados. Pero, idas Cristinita y Dilma, el panorama mejora para que la Asamblea, por dos tercios de los miembros, aplique la Carta.

Cuatro expresidentes colombianos acompañaron a Lilian Tintori en el lanzamiento del libro de Leopoldo López. No estuvo, por supuesto, Samper. Santos no hizo el menor gesto de solidaridad. Maduro sigue siendo nuestro nuevo mejor amigo a pesar de que insulta diariamente a Santos, nos acusa a los colombianos de todos los males venezolanos y hace ocho meses cerró la frontera y atropelló a los colombianos echándolos de sus casitas y robándoles sus haberes. Por favor, si alguien propone aplicar la Carta democrática, portémonos como gente decente y votemos a favor.

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