La debacle venezolana

Las enormes potencialidades de crecimiento económico se esfumaron con la estela de un proceso que hizo de sus principales líderes una cofradía de multimillonarios.

Han transcurrido diecisiete años desde que una ilusión irrumpió para envenenarnos el alma. Insuflado por las ansias redentoras de los incautos se hizo Hugo Chávez con el poder. Volvió añicos el Estado democrático para, desde sus escombros, construir el socialismo, que viene siendo peor. En aquellos discursos inflamados de venganza cerril, los pobres creían que viajaban en trineo directo al paraíso de los beneficios. Al fin tocarían el cielo en donde reinaba la prosperidad. Un mundo en donde nadaríamos en un océano de dinero, para comprar la abundancia que venciera al hambre ancestral de los estómagos vacíos. Al final del engalanado carruaje estaba la mayor crisis posible que nuestra patria haya conocido. La desolación de la miseria trazada en cada historia de una nación despojada y arruinada hasta su última vértebra.

Ante la creciente decepción de su gente, culpó a otros de sus propios errores. Es una máxima de los regímenes totalitarios: endosarles a los demás las responsabilidades. Fue entonces cuando sus seguidores comenzaron a ver al vecino como su enemigo. Se llenó de rencor al creer que aquel era el culpable de su desdicha. Se armó del fetiche de su ideología para soñar con arrasar con todo aquello que pensara distinto. Transformó a Chávez en la deidad de la cual escribieron las primigenias tribus en el oráculo de las estrellas. Mientras las palabras llenaban calles de furia incontenible, de mentiras suministradas en pequeñas dosis, la revolución bolivariana se encargaba del mayor saqueo en la historia nacional desde Cristóbal Colón hasta nuestros días. Con gran habilidad fueron tejiendo la red hasta arruinarnos de manera solapada e impúdica. Se disfrazaron de héroes intergalácticos para vendernos conflagraciones universales en donde protagonizábamos la epopeya de construir un nuevo mundo. El señuelo de la ilusión fue el fraude cautivante para freír los anhelos de una república que terminó siendo enterrada.

Como una banda del viejo oeste americano, asaltaron la diligencia para llevárselo todo. Enmascararon sus pretensiones debajo del rostro cubierto por las proclamas totalitarias. La esperanza, manos arriba y contra la pared; así las grandes reservas nacionales se transformaron en el botín que disfrutan a sus anchas los líderes revolucionarios.

Las enormes potencialidades de crecimiento económico se esfumaron con la estela de un proceso que hizo de sus principales líderes una cofradía de multimillonarios. La debacle venezolana es de tal proporción que la Universidad de Estocolmo (Stockholms Universitet), la más influyente casa de estudios sueca, acaba de aperturar un seminario que estudia las causas de la crisis venezolana. El profesor Hendrick Saundecik, a cargo del foro, está sorprendido de cómo una de las naciones con mayores posibilidades de convertirse en ejemplo de crecimiento sostenido sufre las enormes dificultades de hoy. En un artículo publicado en el diario ‘Aftonblabladet’, de Estocolmo, escribió: “En dieciséis años, Venezuela pasó de tener grandes posibilidades de ser una potencia universal a vivir en la pobreza y mendicidad de un pueblo destruido”. La dramática sentencia del profesor nórdico tiene la certeza de una realidad: una nación a la cual desmoronó un proyecto totalitario, inspirado en el primitivo odio del comunismo disfrazado de corderito.

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