La dignidad en la resistencia civil

Dice mi gran amigo Néstor Acosta, ingeniero de profesión pero sociólogo de corazón, que ser digno no es otra cosa que ser merecedor de cosas buenas. La que me parece una muy acertada definición para aterrizar a lo práctico la mejor manera de conjugar un principio inalienable ligado a todo ser humano.

Dice, por su parte, la Real Academia de la Lengua Española que indigno es aquel "que no tiene mérito ni disposición para algo."O que "es inferior a la calidad y mérito de alguien o no corresponde a sus circunstancias".

El reconocer en el otro a alguien merecedor de cosas buenas es respeto por la dignidad y el punto de partida para una sana convivencia social.

En esta hermosa patria la mayoría de ciudadanos se encuadran perfectamente dentro de la definición de dignidad de mi amigo Néstor. Tengo la profunda convicción de que somos una abrumadora mayoría los colombianos que respetamos al otro, vivimos en armonía con nuestra familia, vecinos, compañeros de trabajo y somos respetuosos con las leyes.

Por eso creo que los colombianos somos merecedores de cosas buenas. Pero, qué pasa con ese 1% de indignos cuyos actos empañan el buen nombre de nuestro querido País?, qué pasa con los que hoy siguen haciendo que en la comunidad internacional sigan creyendo que ser colombiano es algo realmente indigno?

Merecer cosas buenas debería ser un premio social y moral con todos aquellos que hacen las cosas bien. Por contra parte, ser indigno merece el respectivo castigo y para eso está la cárcel, para todo el que decida hacer cosas malas y no estar en sintonía con el cumplimiento de la ley.

Hoy en Colombia asistimos a la inversión total de lo que es ser digno o indigno. Ver a asesinos, masacradores, violadores, terroristas y narcotraficantes como merecedores de impunidad, perdón y elegibilidad política es un claro mensaje de este gobierno de que para ellos, empezando por Santos, ser indigno es ser merecedor de cosas buenas. O como dicen por ahí, “ser  pillo paga”.

Y claro, en esa dinámica a las personas buenas le suceden cosas malas. Como que despojen de sus tierras poseedores de buena fe o que el salario mínimo ya no alcance para nada o que por culpa de la burocracia y la corrupción el sistema de salud esté colapsando y afectando así a miles de personas humildes que no pueden pagar un médico privado, al que sí podrán acceder los verdugos del país cuando se hagan llamar honorables congresistas.

Por eso el llamado desde estas líneas es a que todos los que sabemos que somos merecedores de cosas buenas, ese 99% de ciudadanos de bien hagamos respetar nuestra dignidad, la de nuestros hijos, la de nuestra tierra y pasemos sin demora a la resistencia civil.

Exigir justicia e impunidad cero es una cuestión de respeto y una reafirmación ciudadana que solo puede venir de parte de aquellos que tenemos autoridad para hacerlo. No pretendo dar cátedra de moral, ni posar de modelo social. Pero me incluyo dentro de ese grupo de buenos ciudadanos que nunca empuñaremos un arma con el pretexto de una lucha por el pueblo mientras se asesina a ese mismo pueblo que se dice defender.

Bienvenida la resistencia civil, convocada por Álvaro Uribe, que llenará las calles para alzar la voz en contra este gobierno del mal ejemplo a los jóvenes, recogiendo firmas para lograr refundar una democracia digna de un pueblo nuevo, llegando a las instancias legales que sean necesarias para salvaguardar el futuro de toda una nación.

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