La dinastía se desenmascara

El término "dinastía" proviene de una palabra griega derivada de un adjetivo que significa "poderoso/a", y en la terminología de filósofos e historiadores de la política del siglo IV a.C. en adelante adquirió un sentido estricto: "Oligarquía familiar que gobierna despóticamente". En su recepción y traducción a diversos idiomas modernos, este sentido se fue debilitando, pero nunca perdió completamente su fuerte tono negativo.

¿Qué entendemos por una oligarquía familiar? Sin dudas, un régimen político en el que, quien gobierna es sucedido en el poder por un familiar inmediato: esposo/a, hijo/a, hermano/a, etcétera. La meta principal de toda oligarquía es la de preservar y acrecentar el poder ya acumulado, empleando para ello todos los recursos que le da el propio poder para saltear los obstáculos y los límites que la ley o la constitución pudieran haberle impuesto.

Éstas son, sin dudas, las premisas que se asumen desde un punto de vista de realismo político sin ilusiones y sin velos para poder anticipar y predecir las acciones futuras y, en general, las conductas de las familias encumbradas en el poder. De allí surgen algunas hipótesis que luego la experiencia habrá de ratificar o desechar. La primera que uno tiende a comprobar es si ha habido un correlato entre el pronunciado crecimiento de la fortuna de la familia y el período durante el cual esa familia controla el poder. Si ese correlato es notable, se podrá de allí inferir que todos los miembros directos de la familia y no solamente quien gobierna tendrán un intenso interés en proseguir en posesión de todo el poder, como el objetivo máximo por lograr, pero en caso de que esto fuese imposible, en retener la mayor parte de este poder como elemento disuasivo de todas las inquisiciones jurídicas posteriores a la caducidad del jefe/a del grupo en el cargo.

El gran economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto analizaba la acción política en dos elementos básicos: un fin "p", asequible con los medios a disposición del actuante y al que éste realmente pretende privadamente, y otro fin "q", mucho más pretencioso, generoso y grandilocuente que el agente propone como un fin social para toda la comunidad y defiende con una concepción teórico-política general, a la que Pareto denominaba "derivados".

La función de este segundo elemento de la acción política consistía en enmascarar el primer y más personal fin "p" que el agente in péctore se ha propuesto. La tarea del científico consiste, entonces, en desenmascarar, tras los fines grandiosos y altruistas los pequeños objetivos egoístas que guían realmente la conducta del político. A veces ocurre que los propios políticos, inconscientemente, revelan estos fines personales que los acucian y preocupan.

Debemos en realidad agradecerle al hijo de la Presidenta que se haya hecho cargo en persona de esa tarea en su primera aparición pública.

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