LA EDAD DE LA FALACIA

Desde hace rato la humanidad ha definido hitos y corrientes que han servido p ara identificar épocas que se han utilizado como referencia a corrientes artísticas, sistemas de gobierno, guerras y, en fin, situaciones y circunstancias que de una u otra forma, han sido un símbolo que distingue a ese período de tiempo dentro del devenir histórico.

Generalmente se han reconocido así:

Antigua: desde la invención de la escritura hasta la caída del imperio romano de occidente.

Media: de la caída del imperio romano de occidente hasta los viajes de Colón.

Moderna: Desde los viajes de Colón hasta la revolución francesa.

Contemporánea: Desde la revolución francesa hasta nuestros días.

En esos grandes conjuntos de tiempo se originan períodos en donde priman en unos casos sistemas de gobierno, en otros, tendencias artísticas y así, de esta manera, se le facilita al estudioso la ubicación en el tiempo de un personaje, un hecho, un escrito, una pintura o una pieza musical oriundos de cualquier época.

Durante la época contemporánea hemos atravesado muchos hitos que podemos emplear para situarnos en el tiempo y es así como, solo en el siglo XX, tenemos la primera y segunda guerras mundiales, la revolución rusa, el surgimiento de los sistemas electrónicos y un sinnúmero de adelantos tecnológicos que hacen de la información la fuente del poder. "Quien tiene la información real tiene el poder".

Recuerdo que de niño me contaban que en ciertas regiones del país los fantoches eran los amos de la imagen y su comportamiento era el paradigma de todos sus conterráneos y coetáneos. En algún momento pensé que esas maneras se habían extinguido pero ahora veo que regresaron y con qué fuerza, a regir los destinos de Colombia; ya están presentes en todas las ramas del poder público.

En estos cuatro años, en Colombia, pasamos de la franqueza y el desparpajo para llamar las cosas por su nombre, a la sibilina costumbre de falsear la presentación de la información para conseguir torcidos propósitos escondidos.

La justicia, en su afán politiquero, se acomoda al deseo de los poderosos para emitir fallos atentatorios en contra de personas que no están dentro de la órbita del favor del Gobierno. Estos poderosos son aquellos enmermelados y quienes han empuñado las armas por más de 50 años para aterrorizar al pueblo colombiano y que ahora fungen como los verdaderos dueños del poder.

Tenemos perseguidos políticos reconocidos así por la Interpol, pero aquí nos quieren engañar mostrándonos imágenes de personajes funestos y peligrosos para la estabilidad de la sociedad. Por el contrario, quieren presentar a quienes siendo unos terroristas y ahora están buscando un perdón total, como unos luchadores y héroes del pueblo que ha visto atropellados sus derechos naturales, en aras del favorecimiento de las clases dominantes. Esa imagen de Robin Hood la quieren vender como cierta para conseguir la aceptación por parte del pueblo a que esos facinerosos lleguen a la vida civil con todos sus derechos, sin pagar un día de cárcel.

Estamos en la edad de la falacia en la justicia, el Gobierno, los medios de comunicación, los políticos y, en fin, el comportamiento de la sociedad se ha convertido en la cultura del tapen, tapen.

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