La estética de la mentira

Llama mucho la atención el espectáculo montado por el Gobierno para la firma del punto sobre el fin del conflicto en las negociaciones de La Habana.

Por un lado, cabe hacer una reflexión sobre el cese al fuego unilateral que los teroristas Farc ya habían decretado pero que ha sido violado en reiteradas ocasiones, y por el otro de un Presidente que ahora le ordena a sus fuerza armadas legítimas y constitucionales que paren sus acciones en contra del primer cartel de cocaína del mundo.

Vimos caras muy felices por parte de responsables de crímenes atroces, como alias Romaña mientras estrechaba la mano su simpatizante senador Cepeda. Esa felicidad es comprensible pues para los responsables de crímenes de lesa humanidad es una noticia como para hacer fiesta.

Que luego de estar  a punto de desaparecer como consecuencia de una política firme de seguridad democrática llevada a cabo por el expresidente y senador Uribe, hoy tengan a un Jefe de Estado que ordena a las fuerzas armadas el alto al fuego y que les abra la puerta para acceder a una impunidad maquillada, es un triunfo notable para aquellos delincuentes.

Pero, recuerdo aquí que el 20 de abril del 2013 Santos dijo que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, argumento que su jefe negociador, Humberto de La Calle, respaldó haciendo una comparación con quien pinta un cuadro al decir que “el pintor no muestra el cuadro a pedazos” [i]. Ahí están pintados ese par de “artistas”.

Y si es verdad esa frase, entonces por qué tanto triunfalismo alrededor de la firma de solo uno de los puntos. La respuesta es clara, los terroristas se están saliendo con las suya y tienen al Estado arrodillado cumpliendo cada una de sus exigencias.

Por ello es fácil deducir que la frase de aquel par de artistas es una más de las mentiras a que nos tiene acostumbrados el mayor mitómano de la historia de Colombia, Juan Manuel Santos.

Hoy toma vigencia una de sus obras de arte más sonadas. El 23 de mayo de 2012 aseguró que: “….  Hay quienes quieren hacerle creer al país que los cabecillas podrían participar en política, porque el acto permite que, eventualmente, mediante una ley estatutaria, se pueda renunciar a la acción penal sobre algunos miembros de la guerrilla”, aclaró el Jefe de Estado durante su discurso. “Pero eso es una falacia”, agregó el Presidente Santos, al explicar que, “el acto precisamente insiste en concentrar la acción penal sobre los máximos responsables, que son los cabecillas, y que no serán objeto –repito: no serán objeto– de la renuncia de la acción penal” [ii].

Y ahora, en el espectáculo de La Habana dijo que “quiero valorar expresamente el paso que hoy dan las FARC al acordar que la lucha por sus convicciones ya NO SERÁ ARMADA, sino –como debe ser– POLÍTICA, con ideas y argumentos [iii].”

Por otra parte, si bien es cierto que pedirle sinceridad a un grupo de delincuentes es como pedirle peras al olmo. Lo que le grupo narco terrorista farc está haciendo no es más que una perfecta obra de arte plasmada en un espectáculo teatral como apología al engaño y la mentira.

Aunque cabe cierto atenuante, pues al fin y al cabo las farc no son más que un grupo de delincuentes aprovechando la debilidad del Estado y utilizando todas las armas que estén a su disposición para alcanzar su objetivo. Ya lo expuso Conde Hans Von Huyn en su libro  'Victoria sin guerra':

“Manuilsky, colaborador de Lenín y durante largo años jefe del Komintern declaró esto en 1.931 ante la escuela de Moscú para la estrategia de guerra política: “Comenzaremos por desencadenar el movimiento pacifista mas teatral que jamás haya existido. Habrá proposiciones electrizantes y concesiones extraordinarias. Los países capitalistas, estúpidos y decadentes, trabajarán gustosos en su propia destrucción. Caerán en la trampa de la oportunidad que se les ofrezca para entablar una nueva amistad, y en cuanto se desnuden de su cinturón protector, nosotros los despedazaremos con nuestro puño cerrado![iv]”

Lo que sí es totalmente deplorable y pasará a la triste historia de nuestro País es el tener como Presidente a una persona que hizo de la mentira un arte con el único fin de satisfacer su personalidad narcisista, hundiendo la institucionalidad democrática y poniendo el futuro de toda una nación en el limbo.

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