‘La estirpe Santos’

¿Cree Santos que ignorando a las víctimas de las Farc, tapará sus crímenes?

Por fin conseguí en España La estirpe Santos, escrito por un señor respetable. Lo sorprendente no es que hiciera el libro, tiene pasajes interesantes de los antepasados del mandatario. Lo llamativo es que una obra plagada de elogios, que incluso daría pena distribuir entre la propia familia por un mínimo de pudor, lo regalaran a personalidades extranjeras pensando que causaría una impresión favorable. Prueba indeleble del espíritu adulador y distante que reina en Palacio.

De otra manera, es incomprensible que el embajador Carrillo, por el que siento gran aprecio por causas que no vienen al caso, no advirtiera que es una apología de la Colombia de delfines y privilegios que debemos enterrar si queremos seguir algún día la estela de las naciones avanzadas.

Insisto en que el autor no merece ningún reproche. En ocasiones es agudo y en otras escribe sobre Santos con fervor sincero. “Siempre se ha esmerado por su pulcra e impecable presentación personal… Por sobre todo lo que se diga, ‘es un tipo buena gente’, como lo describen sus secretarias, sus peluqueros, su sastre, las empleadas del servicio y hasta don Carlos, el hombre que toda la vida lo ha atendido en el Country Club”.

El primer trabajo lo obtuvo como tantos hijos de personas influyentes: en una entidad pública, a dedo y sin credencial laboral alguna. A los 24 años ocupó un cargo de responsabilidad con los cafeteros en Londres, como es bien sabido, y el muchacho aprovechó para sacarse una maestría. Tal vez le faltaba dinero extra o se aburría o quería ir a cocteles, el caso es que otro amigo le dio también el puesto de segundo secretario de la embajada.

Lo que resulta habitual en Colombia, donde proliferan los ministros y los viceministros imberbes a los que les exigen menos que al portero del ministerio, resulta bochornoso al otro lado del Atlántico. Si lo hacen, lo disimulan. A nadie se le ocurriría alardear de prerrogativas en un libro de regalo.

Lleva por subtítulo ‘De la libertad de la patria a la paz’. Es acertado porque a Santos le importa cero si ‘Timochenko’ paga cárcel o si nunca encuentran a los abuelos Angulo, que llevan 14 años desaparecidos después de que gente de ‘Romaña’ los secuestrara, degollara y enterrara en un paraje desconocido. Para él, esas son minucias de mentes reducidas que no aprecian la grandeza de su estirpe, la que él coronará con el Premio Nobel. Aunque ahora que la centroderecha se ha tomado la entidad que organiza el galardón, quizá se le complique si, como conocemos y publicó Plinio Mendoza, así le fastidie al Presidente, imperará la impunidad absoluta. Lo cacarean a diario las Farc en Cuba y son ellos, y no Santos, los que mandan en el proceso.

Como vive en su Olimpo, el Presidente aún no se entera de que es necesario imponer justicia con cárcel. Hay víctimas de los ‘paras’ que no quedaron satisfechas con los 8 años de prisión de los mandos medios en Colombia y los más de 20 que cumplen los jefes en EE. UU.

Y qué decir de los que aún claman justicia. Los hijos de Cristina López, extraordinaria mujer asesinada en Curumaní en el 2003 por ‘paracos’, esperan que los presuntos autores intelectuales –el alcalde Henry Chacón y el excongresista Miguel Durán– sean capturados y juzgados. Luchan a riesgo de sus vidas por lograrlo.

¿Cree Santos que ignorando a las víctimas de las Farc, como hicieron el jueves, tapará sus crímenes y conseguirá que el país perdone a quienes ni siquiera piden perdón? Debo leer el libro con más pasión a ver si me convierto.

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