La estrategia socialfascista para transformar Colombia

A pesar de los esfuerzos del populismo autoritario latinoamericano por mantenerse en el poder, es claro que se encuentra en un momento de quiebre, pues cada vez se hace más evidente el fracaso económico al que han llevado a sus naciones. Cuba y Venezuela son los referentes del “socialismo carnívoro”; Brasil, Ecuador y Chile lo son de aquellos dirigentes que, aunque socialistas, son más recatados.

Los mandatarios carnívoros persisten en el empeño de reinventarse para salir a flote de la crisis en la que sucumben, una de las alternativas que contemplan es el tránsito hacia un modelo mixto similar al de la República Popular China, que adopta la economía de mercado bajo regulación del Estado pero mantiene el modelo político de control y represión al estilo socialista.

Tomar decisiones al respecto implica fuertes pugnas entre los sectores del marxismo ortodoxo y los revisionistas. Por ahora en ambos países los regímenes hacen tímidos ajustes en cuanto a la política económica interior para mitigar parcialmente el descontento de las masas. Sin embargo, su estrategia de consolidación en el plano latinoamericano está siendo impulsada con mayor agresividad en la medida que ven en el nacionalismo de la Patria Grande su única posibilidad de mantener el poder y conservar la hegemonía que han logrado en América Latina.

Tras la “revolución dual” de los años noventa, en la que Cuba aportó las ideas y Venezuela los recursos, el eje Habana-Caracas ha fungido ser el polo alternativo en la región contra el imperialismo Yankee. La difusión del ideario del Socialismo del Siglo XXI se produjo gracias al precio de las materias primas y el populismo. Hoy por hoy no  cuentan con el otrora músculo financiero que los respaldaba en sus quijotescas campañas por la región, por lo que el obligado replanteamiento de la estrategia los llevó a la conclusión de la necesidad de asestar un golpe de opinión con grandes repercusiones continentales.

Colombia ha sido el principal dique de contención para los intereses imperialistas del socialismo autoritario en el continente. Propiciar la caída del Estado de Derecho colombiano para instaurar el orden constitucional socialista representa el símbolo del triunfo de la igualdad sobre la libertad, la prevalencia de Cuba sobre Estados Unidos y la definitiva unificación de la revolución centroamericana con la suramericana. En otros términos, la construcción de lo que la solidaridad socialista ha llamado la Patria Grande.

Todas las fuerzas políticas y sociales ligadas al socialismo en Latinoamérica están alineadas en apoyar a las organizaciones colombianas, incluidas las Farc y el ELN, para que allanen el camino hacia la toma del poder en el mediano plazo. No son pocos los organismos multilaterales que están detrás del mismo interés. Están detrás la Unasur, la Alba, la Celac y el Grupo de Rio; a su vez, múltiples organismos trasnacionales asisten técnica y financieramente a los grupos de izquierda con base popular en Colombia, entre ellas están el Partido de Izquierda Europeo, el Foro de Sao Paulo y el recientemente creado Encuentro Latinoamericano Progresista.

Actualmente lo hacen de manera solidaria a través de la campaña continental “La paz de Colombia también es nuestra paz”. Toda la presión esta puesta sobre el débil Gobierno de Juan Manuel Santos para que brinde garantías políticas y jurídicas a la guerrilla de las Farc tras la firma del acuerdo de paz y le otorgue a los comandantes guerrilleros espacios políticos ventajosos para continuar por otros medios la construcción del “poder popular” de cara a la toma definitiva del poder.

El mecanismo para desmantelar el Estado de Derecho, la democracia y las libertades se pone en evidencia en el segundo borrador del acuerdo sobre la partición política. Promover la organización política de corte social-fascista que se caracteriza por incorporar el corporativismo estamental en la vida política nacional.

En otras palabras, implementar la estrategia de construcción del poder popular para organizar a la sociedad colombiana en movimientos multinivel de carácter étnico, productivo, sindical, ambiental y de toda clase, bajo la dirección de un único partido. Por tanto, es renunciar a la condición de ciudadano para hacer parte de las masas; es abolir la democracia abierta, participativa y de partidos para instaurar la democracia cerrada, representativa y de único partido.

No por nada el segundo borrador de diecinueve páginas llamado “Apertura democrática para construir la paz”, integra el concepto de organizaciones y movimientos sociales y populares en cincuenta y seis oportunidades, y tan solo se hace alusión al concepto de partidos y movimientos políticos treinta y seis veces.

¡Alerta!, ¡en el borrador no se advierten transformaciones importantes a la estructura del Estado, pero si un cambio sustancial en su funcionamiento!

Politólogo

Twitter: @alvaroprezmolin

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