La farándula política

Colombia es el país de las cosas singulares. Un vicepresidente –con aspiraciones presidenciales no disimuladas— pide marchas nacionales de protesta contra la reforma tributaria avalada por su jefe, el presidente de la República. Es decir, se subleva contra las decisiones del sistema en donde actúa. Algo insólito pero no extraño en un país y en un gobierno lleno de contradicciones.

Personaliza su conspiración contra el ministro de Hacienda –que es gobierno y obra bajo los auspicios del jefe del Estado–, acusándolo de ocultar el veneno que tiene el estatuto tributario contra la construcción de vivienda social, frente que ha tenido en Vargas Lleras su motor, aceitado en los dineros otorgados por el ministro al que ataca.

Las paradojas no pueden ser más evidentes. Y las reacciones tibias. Solo un pequeño trino/regaño de Santos dándole a entender que la ropa sucia se lava en casa. Y cae el telón de la nueva farsa.

Es la segunda vez que el vicepresidente discrepa de actos de su patrón. Primero fue su desganada entrada a la campaña del derrotado Sí plebiscitario. Criticó la justicia transicional por excesiva e imprecisa. Repudia la presencia de jueces extranjeros en el tribunal especial de paz, reparos que lo identifican con los del uribismo y con los de las mismas Cortes. Ya se había ganado “vaciadas” de las barras bravas del santismo por su tardanza y tibieza en la matricula del Sí, agresiones que ahora de nuevo se repiten para atacarlo por su conspiración contra la reforma tributaria.

Vargas está incómodo en el gobierno. ¿Busca motivos para no seguir en la desafinada orquesta santista? Pareciera no encajar en este mandato de apariencias, de opacidad en el manejo de los recursos públicos, de repugnantes estratagemas políticas. Quizá siente pasos de animal grande que quiere desplazarlo de sus aspiraciones presidenciales para el 2018. Tiene sí que definir cuanto antes su situación porque dentro de su carácter fuerte –heredado de su abuelo– no cabe esa dicotomía de ser gobierno y oposición a la vez.

A Vargas Lleras hay quienes lo ven más cerca del Centro Democrático que de la enmermelada Unidad Nacional. En esta tiene enemigos agazapados, candidatos inpéctore de Santos. Y aquel está frío sobre el pecho presidencial. Por su ideología, por su talante, podría ser fórmula uribista con un candidato a la vicepresidencia salido del Centro Democrático. Son especulaciones que tienen su lógica y que se irán comprobando o diluyendo a medida que se acerque la feria de vanidades para el próximo cuatrienio.

Contemplando estos mano a mano en la cúpula del poder ejecutivo, se comprueba una vez más, que en la política colombiana todo se mueve entre la opereta y la farsa. Un vicepresidente que dinamita por dentro la reforma bandera del régimen en que actúa y un presidente que mira de reojo semejante bombazo. Sainete propio de un régimen de farándula y marrullerías…

P.D.: Nos duele la muerte de Federico Velásquez, nuestro compañero/bachiller en el viejo colegio de San José. Hombre probo, leal, útil. En muchas jornadas de la vida batallamos, discrepamos, coincidimos. Adiós al entrañable condiscípulo.

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