La galería y el arte de la curaduría política

Demasiados jóvenes artistas, críticos y curadores están felices de los años 60 y la transformación del período en un culto deformado, una religión de fantasía, una marca de moda, y una enfermedad incapacitante. Jerry Saltz

Dedicado al ex presidente César Gaviria Trujillo, galerista y 'curador' político, supongo.

Mi poca experiencia con las lecturas de Marta Traba, las clases de Historia del Arte con el texto de Pijoan y mi instinto estético me han llevado a comparar arte y política. A la primera exposición que asistí en Barranquilla di como ganador de esa bienal a un cuadro que no sabía cómo se llamaba ni de quién era: Uno de los primeros cóndores de Alejandro Obregón. Su esposa inglesa Freda me explicaría después en la universidad que el buen arte se defiende solo. Voté por Álvaro Uribe, sin conocerlo, por instinto. Así, el curador es la persona que cuenta con la preparación y la habilidad para desarrollar las estrategias de exhibición eficientes, que aseguren una exitosa relación entre artistas, críticos, espectadores y compradores, por medio de la obra y el modo en que ésta es presentada para venderla, posicionarla o utilizarla para diversos fines, PORQUE NO TODO LO QUE RECIBE EN SU GALERÍA ES BUEN ARTE. Supuestamente debe producir una lectura coherente y orientadora de la producción plástica, mediante el manejo de diferentes discursos privados y públicos para producir ‘valor’ monetario y estético. Comparativamente el político verdadero produce una lectura coherente entre los ideales de la sociedad y sus actuaciones. Presentaré entonces mi ‘versión’ de arte y política.

Creo justo definir antes lo que es ARTE EN GENERAL. Virtud, disposición y habilidad para expresar una visión personal y desinteresada que interprete lo real o imaginada con recursos plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales, dramáticos, instrumentales, etc. Incluye también las técnicas para hacerlo bien y de manera original. Claro que en el arte de hoy se trata más bien de lo que quieren decir y no de lo que pueden hacer. En ese contexto, el arte político generalmente se percibe como medios o procedimientos honestos, reprobables u originales de los que se vale alguien para conseguir algún fin, diciendo la verdad o mintiendo acerca de su habilidad, como sucede con mucho de lo llamado ‘arte’.

Así, en la política hay un arte inconsciente que vende. ¿A quién? No sé. Ejemplo. Entrene una familia de orangutanes del Planeta de los Simios a volear potes de pinturas preparadas con frutas, malas hierbas vistosas, mermelada, telas de camuflado, aglutinantes, solventes y pigmentos de diferentes colores políticos para intereses de intemperie e interiores. Enciérrelos en un cuarto de manicomio con paredes acolchadas de lienzos, enloquézcalos con promesas de platanales increíbles que dan poder y dígales que la EXPRESIÓN LIBRE DE LA PERSONALIDAD es el arte máximo. ¡Y a volear pintura con o sin brocha! Recorte los lienzos, enmárquelos en maderas finas y titúlelos con algo así como: “Ecología política de vanguardia” Exhíbalo al lado de un tanque de petróleo, con una foto de los artistas y un avisito que diga: “Empleo para orangutanes como guardabosques. Preferibles familias en acción guerrillera. Se requieren dotes artísticas.” Este sería un ejemplo de mi habilidad como curador de arte político ilustrando la faena inconsciente para la galería de la paz en la Casa de Nariño o el Congreso, al lado de Bolívar, curador político real. Se vende porque se vende el cuadro, pues presenta una hipótesis probable de la estupidez de la guerrilla, que se puede exhibir sin peligro, sin escribir editoriales que saquen ronchas, ni disparar tiros. Otro ejemplo vivo del arte inconsciente sería ‘Gritería política de vanguardia’ en el que Roy con micrófono en mano enfrenta un silencioso letrero que dice: ‘Lo que es con Uribe es conmigo.’

Y una muestrica cotidiana de ‘arte político de vanguardia,’ dramatizado sería una foto en la que aparecen Timochenko, Iván Cepeda, Márquez & Cía., tras las rejas, con vestidos a rayas, con un montón de armas de las Farc incineradas, montañas de dólares entregados a la Fiscalía; Montealegre, Santos, Uribe, El Procurador, Roy Barreras y Benedetti reconciliados y sonrientes con un titular de El Tiempo en primera página que despliega ¡MILAGRO POLÍTICO! Si lo lee el día de los inocentes, usted sabe qué es. Pero si no es ese día, y en la calle, alguien que lo ve leyendo le dice: “Eso que usted disfruta tanto no es la paz,” usted no dirá nada, pero pensará que está loco. Sin embargo, el loco tendrá la razón. Usted tiene un periódico con una historia que le manipula el cerebro. ¿O no?

Al identificarse con la izquierda o la derecha la historia se complica. Los símbolos expresados por el periódico, el letrero que confronta Roy y la familia de orangutanes USTED LOS TOMA COMO METÁFORAS POLÍTICAS PROVOCADORAS QUE APUNTAN A UNA VERDAD, pero no se da cuenta que lo hace mediante una estructura cognoscitiva llamada paradigma que maneja consciente o inconscientemente todas aquellas experiencias, creencias, vivencias y valores que repercuten y condicionan el modo en que usted ve, o quiere ver la realidad, y actuar en función de ella; por lo que los orangutanes, el letrero y la foto solo reflejan la forma como USTED ENTIENDE el mundo, no LA VERDAD, creyendo además que al diferenciar metáfora de realidad, usted tiene una verdad.

Con los orangutanes ‘vendí’ la estupidez de la guerrilla para los no guerrilleros; con Roy ‘vendí’ la intolerancia del Congreso para los uribistas; con el periódico y el loco ‘vendí’ la manipulación de los medios y la conciencia crítica para los intelectuales. ¿Pero tiene usted el interés, la capacidad, la preparación, la objetividad para buscar LA VERDAD VERDADERA sin dejarse engañar por su paradigma personal? ¿Qué y cómo se venden los diálogos de La Habana? ¿Hay coincidencias reales entre los paradigmas del gobierno Santos, los de las Farc y los nuestros? ¿En dónde está la VERDAD VERDADERA, en Timochenko, De la Calle, Santos, o no la conocemos?

En gracia de discusión tendríamos entonces que al lanzar César Gaviria el escrito ‘Justicia transicional para todos’ obró no como un político verdadero que debe tener algún roce con la justicia y los ideales del pueblo, en quienes, aun si nos equivocamos, es la ‘verdad’ en la que creemos, sino como un curador político para desarrollar estrategias de exhibición eficientes, que aseguren una exitosa relación entre guerrilleros, políticos, paracos, bacrim, críticos del proceso, espectadores del show político, compradores de la idea, por medio de su DISCURSO Y PRESTIGIO para venderle A TODOS UNA FALSA COMODIDAD MORAL DE ABSOLUCIÓN JUSTA, posicionada como PRAGAMATISMO cuyos resultados nadie garantiza PORQUE NO TODO LO QUE SE PROPONE DE PARTE DE LA GUERRILLA EN LA GALERÍA COLOMBIANA ES DE BUEN RECIBO. Si el curador político supuestamente debe producir una lectura coherente y orientadora hacia la paz, mediante el manejo de diferentes discursos privados o públicos tal resultado no se ha visto. Con la justicia transicional y todos sus visos y cláusulas, o la justicia común y corriente, Gaviria & Cía. dejan por fuera el meollo del asunto: darle una oportunidad diferente a las Farc para que asuman el poder e instauren un régimen totalitario. No se tratan de si pueden o no hacerlo, sino de discutir y decidir, si es lícito o no, dar esa oportunidad a terroristas que han dicho que quieren instaurar un régimen comunista totalitario. Aquí se toma con temor ese planteamiento para no ser tildado de derechas, pero es el dilema de alto vuelo ético que dilucida Michael Ignatieff en: “EL MAL MENOR – Ética política en una era de terror.” (Taurus, 2005).

Considerado lo anterior, en La Habana conocen los paradigmas que utilizamos y la eterna pereza de indagación por parte de la opinión pública; sin embargo, el secreto de los diálogos nos priva de elementos para conocer la verdad; y cuando se da la indagación, se vuelve sospechosa. De esa manera la política deja de ser un arte para conseguir un fin y se convierte en una película de misterio sobre cuyo desenlace no se apuesta una opinión inteligente, sino UNA VERDAD O UN ENGAÑO, algo de suspenso similar a ¿Hay vida después de la muerte? ¿Habrá justicia después de La Habana? En esa incertidumbre pareciera que los Castro nos han colonizado y no nos hemos dado cuenta, como parte de la genial operación psicológica de algún militar, pues nos han dividido frente al enemigo, situación que lo favorece para lograr lo que quiere.

Tenemos así que en el arte político inconsciente se tienen claros los medios y objetivos. Lo mismo hacen las máquinas. Sin embargo, cuando entra en juego ‘la diferencia’, es decir, el sentir, la ética, la compasión, lo que nos hace humanos, ahí es cuando ese ‘arte’ no tiene definiciones, tratándose entonces de hacer lo justo, en el momento adecuado, con los medios legales disponibles, sin engaños, con sacrificio de egoísmos o conveniencias. Estamos hablando entonces de la verdadera política que no vemos por ningún lado porque, cuando EN LA CONCIENCIA DE CADA QUIEN ‘MUEREN’ DIOS Y LA DECENCIA, nacen el falso derecho y la política mentirosa que todo lo justifica.

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