La guerrilla del ELN y el ‘oro negro’, una historia de guerra en Colombia

El abandono estatal y la riqueza petrolera abundan por igual en el departamento de Arauca, este de Colombia. Tierra que alberga a la Occidental Petroleum Corporation, un pueblo olvidado y una guerrilla que atemoriza.

"En Colombia el problema no es la guerrilla, es la desigualdad", ilustra Dixon, un líder social de Arauca, ciudad capital del departamento de Arauca. Lo dice porque su región alberga el campo petrolífero de Caño Limón, que produce 50.000 barriles diarios de petróleo, pero es una de las más pobres y olvidadas por el Estado.

La compañía estadounidense Occidental Petroleum Corporation (OXY) llegó a la zona en 1985 luego del descubrimiento de un gran pozo de petróleo. Poco a poco vino la exploración, la adecuación, la extracción, el Ejército Nacional, que presta seguridad a la compañía, y el desplazamiento de 175 familias campesinas que en esa época ocupaban los "bendecidos predios".

Nunca llegó la inversión social. La petrolera llenaba sus barriles pero el departamento no veía ni carreteras, ni escuelas, ni proyectos nuevos para la población. En Saravena, uno de los pueblos más reconocidos de la región, sus habitantes tuvieron que proveerse transporte y el suministro de agua porque el Gobierno los olvidó.

Dixon aseguro que con el preciado 'oro negro', "los campesinos de Colombia dejamos de ser pobres para ser miserables". Y como si fuera poco, a la falta de desarrollo se suma una guerra alrededor del petróleo.

Petróleo, ambición y miseria en Arauca

El Frente Domingo Laín del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que opera en el departamento desde que surgió en los años 60, inició una ola de ataques a la infraestructura y oleoductos de la OXY desde que la compañía hizo su incursión. Uno de los comandantes guerrilleros del ELN justifica su accionar: "las políticas petroleras traen hambre y miseria al pueblo".

Los enfrentamientos entre guerrilleros y el Ejército que custodia el campo es uno tantos. Incluso, algunas ONG señalan que con la petrolera llegaron los paramilitares para ahuyentar a los propietarios de las tierras en complicidad con miembros del Estado. "Para mí, como líder social, la Policía son mercenarios (sic), porque están a favor de la petrolera y de que nos exploten", señala Dixon.

El ELN ha dicho que quiere la paz en la región siempre que el Gobierno se comprometa a generar igualdad social y económica para los campesinos, pero sus acciones demuestran lo contrario. Desde que iniciaron los diálogos con esta guerrilla a finales de 2016 no han cesado los ataques ni se ha llegado a resoluciones para detener el conflicto.

"Si la guerrilla se entrega, nos exterminan los paramilitares", advierte Dixon. Y es que con el antecedente del periodo posterior a la desmovilización de las FARC, el ELN tiene sus reservas pero también los que están en medio: campesinos y líderes sociales.

La muerte de líderes sociales ha minado de desconfianza los intentos de paz

Las FARC entregaron las armas tras la firma del acuerdo de paz en 2016, pero a la fecha, ahora que se desmovilizaron y son un partido político, señalan que el Gobierno no les ha cumplido  con los proyectos sociales y económicos que ofreció para adherirlos a la vida civil. Y con la promesa fallida, ha venido una oleada de violencia en la que líderes sociales están en la mira.

Ángel María, un líder social de Saravena dice temer. Cuenta que por reclamar tierras y luchar para que su pueblo tenga mayor inversión social es estigmatizado y tildado de "guerrillero". Es el guion de la historia de decenas de líderes sociales antes de ser atacados por grupos aún no identificados. Por eso la estabilidad y el desarrollo en la región se pierden en las esperanzas que alguna vez estuvieron depositadas en los intentos de paz.

Carlos Arturo Velandia, un exguerrillero del ELN que ahora trabaja en una escuela de Saravena formando a líderes sociales, difiere de la lucha armada, que antes enarboló: "La guerra se ha agotado como instrumento para acceder al poder", advierte el investigador.

Arauca, sin embargo, lucha por llamar la atención de un Estado que parece haberlos olvidado, una petrolera que va por sus intereses y una guerrilla por lo menos impredecible.

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