La impunidad nos convierte en delincuentes a todos

“No quiero que me den la mano

empapada con nuestra sangre.

Pido castigo.

No los quiero de embajadores,

tampoco en su casa tranquilos,

los quiero ver aquí juzgados

en esta plaza, en este sitio.

Quiero castigo”.

Del Poema “Los enemigos”
de Pablo Neruda

Hace 13 años exactamente, el grupo narcoterrorista al que le están limpiando sus delitos sus sirvientes en el Palacio de Nariño, volaba el Club El Nogal con más de 200 kilos de C-4, arrebatándole la vida a 36 personas y dejando heridos a otros 200, como Jairo Iván Ramírez, quien el año pasado iba para su octava cirugía.

El gobierno aliado al grupo delincuencial y quienes por credulidad, complicidad o por ser contratistas, lo apoyan este acuerdo de apaciguamiento y no de paz, repiten con palabras elegantes y disfrazadas de compasión, entre muchas, tres mentiras: que no hay impunidad, que las víctimas están puestas en el centro del acuerdo y que el proceso es irreversible. La inmundicia no tiene límites cuando el chantaje se vuelve legítimo e institucionaliza y premia a la delincuencia.

Decir que este acuerdo no es una piñata de impunidad, negando lo que dijo Human Rights Watch, porque a los criminales de las Farc los “juzgará” un cuerpo especial en el que los bandidos escogerán a sus jueces, y en el remoto caso de ser sentenciados la única pena que recibirán es que no podrán salir sin permiso de la Vía Láctea, no se lo creen sino ciertos despistados de algunos think tanks de Washington que no tienen ni idea como es el mundo más allá del Beltway que forma la autopista interestatal I-495, o Obama, que pasará a la historia como el presidente que negoció case todo a cambio de nada con tiranos, unos de boina cubana y otros de turbante chiita.

Más grotesca resulta la aseveración que en este acuerdo de impunipaz las víctimas están en el centro y son la base sobre la que todo este adefesio se construye. O son tontos o nos creen tontos. Como dice Enrique Antonio Mena Cavides “no hay más reparación moral que la Justicia” y cuando el criminal no recibe castigo de verdad, no existe diferencia entre ser víctima o victimario, es lo mismo ser cadáver que asesino. A quienes pusieron en el centro fue a los victimarios, no a las víctimas, por mucho que lo digan todo el “tiempo” o a la “semana” Jaramillo, De La Calle, Julito, Enriquito o Arizmendi.

Y más peligrosa que las anteriores mentiras es el argumento, que realmente es una extorsión, según el cual estamos tan avanzados en este engendro venenoso que cruzamos la línea de no retorno y sería una “irresponsabilidad” no aceptar a ciegas lo que dos de las entidades más desprestigiadas y sin credibilidad, el gobierno actual y las Farc, determinen en su contubernio. Decir que tenemos que tragarnos tantos sapos envenenados porque entonces las Farc se van a enojar es una extorsión, no argumentación.

Razón tiene Mena Cavides cuando dice que: “La impunidad es la complicidad que hace criminales ¡A TODOS!”

Por la verdadera paz de Colombia, vote NO en el plebiscito tramposo.

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