La justicia transicional

Todos quienes hemos estado adoloridos por la cruenta e injusta guerra que por cuenta de las Farc ha vivido nuestro país, cada vez que un Presidente ha tenido la iniciativa de hacer la paz hemos pensado que para hacerla hay que pasar tragos amargos ya sea cerrando los ojos o haciendo la cara y las muecas que eran propias de los niños cuando nos daban un purgante a sabiendas de que su ingestión era para nuestro bien. Andrés los invitó pero Tirofijo lo dejó metido. So pretexto de que se podría llegar a algún acuerdo engañaron al país, abusaron de las prerrogativas que se les dieron sin que se pudiera llegar a acuerdo alguno. El acuerdo fue sobre el desacuerdo; parece un juego de palabras centenaristas, pero así fue. Belisario hizo lo suyo; ni para qué recordar la manera como respondieron.

Si vamos más atrás los presidentes del Frente Nacional fueron implacables en su acción en contra de los alzados en armas. Guillermo León con ese talante republicano, demócrata y poético con el cual lo conocimos, fue duro, inflexible y severo, con la ley en la mano. Turbay con su ministro de Defensa, el general Camacho Leyva, no les dio tregua ni descanso pero como nunca ha sido una guerra abierta sino una cadena de actos terroristas sin frentes a los cuales se pudiera buscar, perseguir y derrotar, la lucha continuó, puede decirse, en forma desigual. Ni Gaviria, Samper bajaron la guardia. En fin, sería bastante arriesgado y pretencioso en este breve comentario periodístico, pretender competir con los historiadores y cronistas de la vida cotidiana de nuestro país. Pero lo cierto es que la historia, mejor, el relato de la historia es el registro de lo sucedido tal como lo percibe quien lo narra. Por ejemplo, si vamos a nuestra epopeya emancipadora, uno es el registro de quienes lucharon aquí para conseguir la independencia y otro es el de la corona española allende las fronteras, amenazada a perder los territorios descubiertos y colonizados. A Uribe lo recuerda la historia con un temperamento obstinado, severo e inflexible; combatió a la guerrilla sin descanso, le dio duros golpes que todavía no han acabado de digerir y que les siguen doliendo en el fondo del alma, si es que la tienen.

Ahora estamos en un nuevo proceso prometedor; se llega a un acuerdo sobre la justicia aplicable que todavía no hemos acabado de pasar, como el purgante, sulfato de magnesia o aceite de ricino que nos hacían tomar con la advertencia de que era para nuestro bien. Lo que no podremos aceptar es que lo de la justicia transicional se convierta en un instrumento por medio del cual la guerrilla quiera vengarse “a posteriori” de los golpes a los cuales se hicieron acreedores; los que le propinaron algunos mandatarios, en defensa de la nación. Uribe fue implacable. Seguramente si Valencia, Turbay, Camacho Leyva y todos los otros funcionarios que tuvieron que ver con el combate a la guerra, serían objeto de la sed de venganza que pesa sobre la conciencia de las Farc; también de la de  algunos simpatizantes o malquerientes de Uribe. La teoría de la responsabilidad colectiva a la guerrilla exonera a quienes en nombre de ella asesinaron. Vaya linda manera de burlar la justicia.

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