La metamorfosis: Bogotá contra la nación

La capital de nuestro país sufre, desde hace algunas décadas, una extraña metamorfosis política, pues de llamarse “Atenas Suramericana” en tiempos de humanistas, poetas, clérigos con sabiduría literaria, juristas excelentes, profesorado ilustrado, etc., ha pasado a “Apenas Colombia Humana” y hace solo unas horas se transformó en una escuela de matemáticas elementales adscrita a una página de Google.

Pero dentro de esa rara y mala vida que ha tenido que sufrir le ciudadanía capitalina, se encuentran las administraciones de la izquierda: Garzón el sindicalero, Samuel Moreno Rojas con pedigrí, Petro El Magnífico, de quienes ninguno es reelegible por razones de métrica y sintética ensambladura con la hacienda y las finanzas distritales. Bandas políticas sin partidos responsables que manejan una ciudad de 8 millones de habitantes, la mitad llegada por siempre de migrantes internos que se infectan del mal genio y la burocratización oficial.

Al observar el mapa del país, después de las elecciones del pasado 27 de mayo, se concluye aún más lo razonable del dicho popular que dice: “Bogotá es una ciudad que queda muy lejos de Colombia”. Ese mapa señala que los departamentos más desarrollados con las regiones más prósperas votaron por Iván Duque, que las zonas periféricas fueron pasto de Gustavo Petro, grosso modo. Por supuesto es sorprendente que Atlántico, este departamento que se baña todo los días con las aguas finales del río Magdalena, el mismo de Florentino Ariza y de Esthercita Forero, sea petrista como es el Chocó. Que Bogotá D.C. sea fajardista no es nada extraño tratándose de metamorfosis como virus recurrente. Es una exportación paisa sin aranceles y con contrabando ideológico, perdonando lo de ideológico. Es un buen muchacho que no corre peligro al lado de Claudia López ni de Jorge Enrique Robledo. Además, es evidente que los votos de Fajardo en la capital son votos del profesor Mockus. La que corre peligro es la ciudad de Bogotá que no conoce el experimento fajardista en Medellín y Antioquia. Si hubiera sido exitoso, Fajardo sería la primera fuerza electoral en esta ciudad y departamento.

Antioquia responde a la historia vigente y al futuro para todos. Antioquia siempre ha sido demócrata, con etapas excepcionales. Hemos aclamado el orden y la libertad. También es cierto que de nuestras entrañas han salido personajes siniestros, pero no han vencido nunca. Ahora somos la fuerza regional más sólida y convencida de los principios del uribismo. Pusimos los “tres huevitos” en el horno y no se quemaron. Sacamos a Hidroituango adelante a pesar de los funcionarios, periodistas y comentaristas que alentaban el pesimismo. Coronamos la más alta votación regional por Duque y vencimos maquinaria y truenos clasistas del petrismo oligofrénico.

Las regiones son la República viva y la noción identitaria de nosotros los colombianos. Los bogotanos deberían entrar a este club, a esta cooperativa diseñadora del futuro. Les iría muy bien.

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